Del 30 de noviembre al 11 de diciembre se desarrollará en Paris la COP 21, esto es, una nueva Cumbre del Cambio Climático. En la última encíclica Laudato Si, el Papa Francisco nos alertaba sobre el “fracaso de las cumbres mundiales sobre medio ambiente” y la “debilidad de la reacción política internacional”, lo cual queda en evidencia si uno revisa lo que ha sido la presente década en la negociación de cambio climático.
¿Qué pretende la COP 21? En palabras muy simples, generar un acuerdo vinculante internacional de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que incluya no solo a los países desarrollados, como fue el caso del Protocolo de Kioto, sino que también a los países en vías de desarrollo bajo el principio de las “responsabilidades comunes pero diferenciadas”. Los países ya han remitido sus compromisos a la Secretaría del Tratado, incluyendo Chile. Así, nuestro país se compromete a reducir sus emisiones en un 30% (emisiones de CO2 por unidad de PIB) para el año 2030 tomando como año base el 2007,condicionado a un “crecimiento económico futuro que le permita implementar las medidas adecuadas para alcanzar este compromiso”, lo cual está en línea con el compromiso anterior de Chile de desviar sus emisiones en un 20% para el año 2020. En este sentido, es importante destacar que en temas de Cambio Climático, los sucesivos gobiernos de Chile han mantenido una política de Estado, basando su actuar en evidencia, a través del proyecto MAPS (Mitigation action, plans and scenarios), surgido el año 2010 en la administración anterior, que le ha permitido al país orientar la toma de decisiones en materia de cambio climático tomando en consideración los objetivos de desarrollo nacional. Esto es, saber cuáles son los costos e implicancias que deberá asumir el país frente a las distintas opciones y escenarios de mitigación.
Aunque las emisiones del país en el contexto mundial representan solamente el 0,2% de las emisiones mundiales, hay que tener presente las vulnerabilidades que presenta Chile como país. El Papa Francisco, también en Laudato Si, nos señala que “los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo”. Es por eso que resulta fundamental, con miras a la COP 21,que el país asuma un rol protagónico dentro de los países en vías de desarrollo.
Pero en no basta solamente con el actuar de los países a través de las cumbres internacionales. En última instancia, quienes debemos cambiar nuestras conductas y nuestro estilo de vida somos cada uno en la realidad en la cual le toca vivir. Y es justamente a eso a lo que se refiere el Papa Francisco con el llamado y exhortación a la “conversión ecológica” en su última encíclica. Así, como se señala en Laudato Si, “vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana”. Pero este es un llamado no solo a los cristianos, sino que a la humanidad completa, a cuidar nuestra casa común de manera de no comprometer a las futuras generaciones, generando así un compromiso de solidaridad intergeneracional, a la cual estamos llamados todos, actuando con convicción y llevando a cabo nuestra propia conversión ecológica interior.