Si los Juegos Panamericanos fueron una oportunidad dorada para gobierno de Boric a la hora de recuperar el respaldo que había perdido a lo largo de su gestión, la fuga de deportistas de la delegación cubana se ha transformado en un contratiempo que se agrava en la medida en que sus personeros intentan arrojar luces sobre lo ocurrido. «Están en una situación legal desde el punto de vista migratorio» afirmaron Camila Vallejo y Manuel Monsalve, buscando responder lo que nadie les preguntó. «Son menos de diez» afirmó el presidente del Partido Comunista Lautaro Carmona, menospreciando el acontecimiento.
Para nadie es un misterio que el deporte para los regímenes comunistas siempre ha sido una extensión de la política por otros medios. Otra herramienta de propaganda que ha pretendido demostrar la superioridad del sistema socialista. Una estrategia que no ha estado exenta de altos costos para la dignidad de los deportistas. Basta con apreciar el rol de la Stasi en el sistema deportivo de Alemania Oriental, que transformó a la extinta nación en una potencia deportiva a cambio de una feroz represión de sus deportistas, muchos de los cuales tuvieron que pasar por inhumanos dopajes.
Por eso, la deserción de sus deportistas siempre ha evidenciado el lado oscuro de estos regímenes. La histórica fuga de Kubala de la Hungría comunista disfrazado de soldado a bordo de un camión militar y la reciente evasión de los deportistas cubanos de la Villa Panamericana en Santiago son muestras de una diáspora de deportistas que son capaces de renunciar a sus privilegios otorgados por los regímenes tiránicos a cambio de libertad.
Evidentemente, no se trata de una situación fácil para el gobierno. La fuga de los deportistas cubanos evidencia que incluso el eslabón más fuerte de un régimen que tanto admiran es sumamente débil. Pero esta dificultad no puede justificar el torpe tratamiento de esta situación. Sin lugar a duda, la intervención oficialista más lamentable en este contexto ha sido la de la ministra del Interior, Carolina Tohá. Pretendiendo una rigurosidad que demostró no tener, hizo un llamado a «no especular», para luego especular sobre una posible causa del abandono de la Villa Panamericana: «perfectamente pueden estar en Chile haciendo turismo».
¿Es acaso plausible imaginar que atletas entrenados y preparados, cuyas vidas han sido dedicadas al rigor deportivo bajo un estricto régimen, decidan abruptamente convertirse en turistas espontáneos, dejando atrás sus carreras, familias y hogares? ¿No es más lógico considerar que su huida refleja un profundo descontento o desesperación que supera el mero deseo de conocer nuevos destinos? ¿Cómo podemos creer que esta ‘transformación’ en turistas es una elección trivial y no una decisión cargada de riesgos y consecuencias? Estas preguntas desnudan la cruel falacia de simplificar un acto de desesperación y valentía como si fuera un mero capricho turístico.
La manera en que el Gobierno de Gabriel Boric ha manejado esta situación es un fiel reflejo del poco respeto que tienen sus personeros hacia la inteligencia y el discernimiento de su pueblo. Es fundamental que los líderes políticos aborden estos temas con la seriedad y profundidad que merecen, evitando reducir eventos complejos a explicaciones simplistas que insultan la inteligencia de los chilenos. No podemos permitir que intenten «tapar el sol con un dedo», tratando de ocultar realidades incómodas bajo el manto de la ignorancia o la trivialización. (El Líbero)
Juan Lagos