Hace 30 años, en las primeras elecciones democráticas que celebraba Chile después de 20 años, un 55,17% de los chilenos elegía a Patricio Aylwin Azócar como Presidente de la República.
Gracias a un lápiz y un papel los chilenos expresaron claramente su deseo por recuperar la democracia. Los demócratas chilenos dijeron, “somos más” y el presidente electo los invitaba a compartir y concretar el anhelo de unidad nacional y de construcción de una patria buena, libre y justa para todos sobre la base de un nuevo pacto social, político y económico: “El mundo avanza hacia el nuevo siglo con un aliento renovado y esperanzado. Se derrumban los muros que separan a los hombres, caen los sistemas opresores y un espíritu fraterno, libertario y optimista sacude la humanidad. Por primera vez, en muchos años, hoy podemos volver a unir nuestros talentos y energías, para hacer lo que la patria nos reclama. La tarea es ardua pero hermosa. Hagámosla juntos, se los pido por amor a Chile”.
Hoy como hace 30 años y en medio de una crisis social que surge como expresión de un anhelo creciente y no satisfecho por un trato digno y mayor justicia social, el espíritu de unidad y liderazgo de Patricio Aylwin nos recuerda y convoca a un nuevo esfuerzo de reencuentro, de resignificación de nuestra democracia y de las bases y reglas que la sustentan.
Una resignificación de las relaciones de poder, del uso del Estado y del mercado como espacios generadores de oportunidades y libertades y no perpetuadores de abusos y asimetrías.
Una resignificación de las condiciones y oportunidades materiales para los chilenos, incluyendo el alto costo de vida (uno de los más altos de Latinoamérica) que resulta de una estructura de relaciones económicas convenientemente ideologizadas y permisivas con intereses y beneficios concentrados en pocos.
Una resignificación del rol y eficacia de un Estado que no ha sido capaz de adaptarse y dar respuestas a los cambios del entorno (economía mundial, conflictos emergentes, diversificación de demandas ciudadanas), y no pocas veces ausente y capturado por ciertos intereses.
Una resignificación del juicio de realidad de buena parte de la elite (clase política y empresarial) que a la fecha no muestra mayores sacrificios para avanzar en equidad o aún no se pronuncia respecto a cómo aumentar considerablemente su aporte para financiar pensiones, salud o educación dignas y terminar con abusos, o en cómo alivianar la carga de la clase media.
Una resignificación por ser parte de algo más importante que uno mismo y un acto de consumo. O si se quiere, un reencuentro con el sentido de trascendencia, con la necesidad de reconstruir la comunidad como un espacio indispensable para el pleno desarrollo de la persona, dejando atrás el culto al individualismo, al exitismo y una competencia desenfrenada que a la postre segrega a millones.
Pero también una resignificación de la verdad, justicia y reparación para todas las víctimas que hoy han sido presa de abusos y violaciones a sus derechos fundamentales en el ejercicio de su legítimo derecho a manifestarse pacíficamente por un nuevo trato y contrato social.
Hoy como hace 30 años, nuevamente a través de un lápiz y un papel, en las múltiples consultas ciudadanas que se celebran a nivel municipal este fin de semana en todo Chile, o en algunos meses más cuando celebremos el plebiscito por una Nueva Constitución, tenemos la oportunidad histórica de volver a ser un solo cuerpo y colectivo que de forma racional, fraterna y participativa redefina su futuro y renueve la esperanza por esa patria libre, justa y buena para todos que soñó Patricio Aylwin. (La Tercera)
Fuad Chahín