Se habla de “pacto fiscal”. Un pacto requiere un acuerdo, que ambas partes estén dispuestas a algo. La verdad es que lo que el gobierno intentó presentar no es un “pacto”, es una “impostura”. Eso es lo que sucede cuando una de las partes, sin importarle lo que el otro piensa decide y dispone de lo que no le es propio.
Lo cierto es que volver a hablar de reforma tributaria, no tiene piso legal, ni moral en Chile. Buscar aumentar la recaudación fiscal quitándole más a las personas es algo que no corresponde en un escenario en el que vemos malgastar los recursos ya acumulados para beneficio no precisamente de los más necesitados.
El panorama de corrupción evidente implica no poder hablar de “pacto fiscal” hasta que no haya un real “pacto de probidad”. El Estado no tiene dinero y se lo quita a las personas usando el monopolio de la fuerza que le entregamos. Por lo mismo, la probidad es más importante en el Estado que en el mundo de los privados. Maneja plata que no produce, administra recursos ajenos. Por eso cuando esos dineros que se le confían para ciertos fines se malgastan en otros, es complejo. Si se gastan en montar un mecanismo para que varios personeros literalmente “lucren” de la pobreza, entonces el nivel de corrupción y falta de moral, les quita todo posible piso para amentar la carga impositiva de las personas.
Además, no podemos perder de foco que la reforma tributaria presentada este año, fue rechazada. Por lo que no se puede volver a presentar. Cambiarle el nombre es algo fuera de la ley. Es un abuso de poder. Esta impostura, llena de show y parafernalia anunciada comunicacionalmente desde un cité es más que grotesco. Es vergonzoso y desvergonzado. Antes de volver a tocar el tema de los impuestos el gobierno debe hacerse cargo de dar una señal real a la ciudadanía de querer combatir la corrupción. Mostrar que el “caiga quien caiga” es real y tomar medidas específicas contra quienes no sólo son responsables en la ejecución, sino los responsables políticos.
La liviandad con la que el Presidente dice” los que tienen más pagarán más” es casi tan grotesco como sus dichos con relación al valor de su carrera en la Universidad de Chile. Parece ser que el Presidente no entiende del valor real de las cosas. Su carrera dista mucho de costar lo que el dice. Esto evidencia que siempre ha sido alguien a quien le han pagado las cosas y por lo mismo, no entiende el real valor de estas. Eso que sucede en su falta de rigor en sus dichos en Europa es lo que vemos con la falta de rigor y la liviandad con la que muy suelto de cuerpo, decide disponer de los recursos que otros han generado con esfuerzo. Este es el real problema de eliminar el esfuerzo y no comprender la real justicia -darle a cada uno lo que es de propio suyo y no lo mismo.
Chile preocupa, avanza a un camino sin retorno de corrupción y abiertamente de crimen organizado en el que los que trabajan y generan empleos son estrujados hasta más allá de lo justo para “servir” a una “casta” de personas, que en buen chileno llamaríamos “pencas” de poco valía e incapaces de generar valor. Cuando un país premia a los incompetentes y castiga a quienes generan riquezas es el comienzo del real “decrecimiento” del que muchos de los “jóvenes” y no tan jóvenes del Frente Amplio querían promover.
En este contexto es bueno recordar que la Constitución está hecha precisamente para proteger a los ciudadanos de este Leviathan injusto y devorador, protegernos del Estado. Queda claro que no hay piso para “pacto fiscal” y tampoco para “ impostura fiscal”. Aclaremos lo del mecanismo de fundaciones, devuelvan los dineros mal habidos, rindan cada peso ejecutado y gasten menos. Eso debiera ser más que suficiente para financiar lo necesario. (El Líbero)
Magdalena Merbilháa