Uno de los aspectos altamente criticado del segundo gobierno de Bachelet fue la falta de rigurosidad en el diseño de las políticas públicas. La mala factura de los proyectos de ley dejaba en evidencia el desdén del gobierno por la tecnocracia. Las evidentes falencias en la reforma tributaria, en la ley de gratuidad de la educación superior e incluso en la propia ley de inclusión llevaron al país a darse cuenta rápidamente de la importancia del rigor en el diseño de las políticas. ¡Las buenas intenciones no bastan! Quién podría adivinar que hoy sea este gobierno el que peca de falta de rigor, superando incluso al gobierno anterior. El nivel de improvisación con que el gobierno está respondiendo a la contingencia delata no solo ausencia de rigor, sino todavía más preocupante ausencia de convicciones y agenda política. Hace menos de una semana el gobierno criticaba el proyecto de ley que reduce la jornada laboral a 40 horas semanales presentado por Camila Vallejo y Karol Cariola; hoy anuncia que avanzará en esa dirección proponiendo reducir la jornada laboral a 41 horas semanales flexibles.
¿Cuál es el impacto en empleo, salario, informalidad y crecimiento económico de esta medida? La diputada Cariola fue honesta al decir que no tenía idea del impacto que podría tener su proyecto. Lo grave es que el gobierno tampoco sabe el impacto de su nueva propuesta; sí sabe en cambio que el 74 por ciento de la ciudadanía está de acuerdo con reducir la jornada laboral manteniendo la remuneración (encuesta Cadem). Pero ahí está la trampa. Desde el punto de vista del trabajador, es fundamental aclarar si la reducción de la jornada laboral conllevará una reducción del salario, pues según la Encuesta Nacional de Empleo (abril-junio 2019) solo 2% de los encuestados estaría dispuesto a trabajar menos si el salario se reduce.
¿Cómo va a afectar esta medida los salarios? Se argumenta que la productividad marginal de las últimas horas de trabajo es mínima, permitiendo reducir la jornada laboral sin variaciones importantes en productividad. Es probable que esto suceda en algunos casos, pero no hay que ser economista para darse cuenta que esta medida afecta el mercado laboral y la productividad. ¿Qué pasará con las vendedoras que reciben comisión por venta? ¿Qué pasará con las industrias de servicio, que deben atender clientes? ¿Qué pasa con las industrias donde la productividad depende fuertemente del número de horas trabajadas como la minería, agricultura o construcción? Sin duda esta medida en el corto plazo aumenta el costo por unidad de producción y la economía nos enseña que los mercados llegan a equilibrio, ya sea traspasando el costo al consumidor y/o al trabajador.
El hecho de que esta medida traiga costos asociados no es argumento suficiente para desecharla. Pero para tomar una decisión responsable en esta materia resulta fundamental saber cómo afectará el mercado laboral y la producción. De lo contrario, ¿por qué no reducir a 35 horas la jornada semanal? La forma en que está actuando el gobierno no se condice con la excelencia que solía predicar. Malas noticias para quienes estamos preocupados del aumento de las pulsiones populistas en la política. (La Tercera)
Sylvia Eyzaguirre