Se afirma que la larga discusión constitucional ha generado una incertidumbre que dificulta la marcha del país. Ciertamente, el tema está candente, pero no excusa que también, y en mayor grado, inciden la delincuencia, los narcos y el terrorismo; a esto se suma una serie de leyes y normas que regulan diversas materias laborales, ambientales y muchas otras, pero que son de regular o mala calidad legislativa y que entorpecen las tramitaciones; también sumemos los discursos disruptores y refundacionales, y, como si todo esto fuera poco, desde el Gobierno mismo, los errores e interferencias indebidas en el ámbito cultural amplían el espectro que abarca su cadena de desaciertos, agudizando el malestar.
En esta suma de factores de incertidumbre los políticos son protagonistas importantes, aunque no únicos. Nos metieron a la fuerza en el lío constitucional; no han permitido combatir la violencia ni tampoco han aportado soluciones concretas; han legislado en forma reactiva y apresurada, con ignorancia, frivolidad, confusiones de todo tipo e irresponsabilidad. Siempre fuertes en declaraciones altisonantes y prepotentes, pero vacíos de real intención de solucionar problemas o plantear caminos viables para el futuro. Esto ha hecho que el país se aleje de la política.
La nueva izquierda en el Gobierno ha defraudado como alternativa renovadora: ignorantes, incapaces, corruptos y dominados por el voluntarismo revolucionario de hace sesenta años, nada positivo aporta a la vida concreta de las personas; el centro abandonado por los electores; Chile Vamos desdibujado buscando un respaldo de centro que le es ajeno y los republicanos que no supieron ser “gobierno” en lo de la Constitución y carecieron del liderazgo que les correspondía, han quedado con un mal antecedente como alternativa rectificadora.
Todo esto inscrito sobre un telón de fondo de ausencia de mística que aúne a las mayorías, huérfanas y perplejas ante las disyuntivas del presente por carencia de conducción de las élites políticas, académicas, religiosas, intelectuales, empresariales y sindicales, que no han sido capaces de mostrar una mirada elevada que dé sentido a los esfuerzos cotidianos de cada uno en pos de metas grandes que nos unan. La incertidumbre no es cuestión de asuntos específicos, sino de un desgobierno de décadas. Superarla requerirá de una élite con liderazgo renovado y capaz de lograr el compromiso de largo plazo de la población, logro que hay que conquistar. (El Mercurio)
Adolfo Ibáñez