Un video sobre una canción, “Infernodaga”, que junto con un mensaje que busca exponer las angustias de un homosexual recurre a un sarcástico uso de símbolos religiosos, la Cruz y la Biblia, con burla hacia figuras sagradas, Jesucristo y la Virgen María, y que muestra a un sacerdote convertido en una especie de Drácula, supera los límites de una libertad de expresión responsable y no puede sino calificarse, por decir lo menos, de blasfemo.
Carlos Peña no lo entiende así, le baja el perfil y si bien dice que la Iglesia tiene el derecho a cuestionar el video, critica su “exagerada” reacción. Opinable, por cierto.
El asunto de fondo, a mi juicio, es que Carlos Peña va varias leguas más lejos y en su columna del miércoles, cuál improvisado censor, cuestiona también el derecho de la Iglesia Católica a orientar de qué manera “las personas viven su sexualidad”, lo que incluso no estaría en el marco de su propia antropología cristiana. Sorprendente.
En la carta de ayer, sin embargo, matiza esta aseveración al sostener que la Iglesia sí tiene el derecho a defender la moral sexual que enseña, “si lo ofrece a la consideración racional”. Estamos de acuerdo.
Y en esa línea, solo recordar las palabras del Papa Francisco: “Ser homosexual no es un delito. Es una condición humana”. “¿Quién soy yo para juzgarlos?”.
Carlos Williamson



