El gobierno chino anunció recientemente que terminaría con la política de un solo hijo. Lo sorprendente es que en vez de eliminar esta absurda y anacrónica restricción, el partido comunista chino incrementará de uno a dos los niños que pueden tener las parejas chinas.
La revista The Economist, en un artículo reciente, critica a las autoridades chinas por no terminar con esta política que ha puesto en riesgo el futuro del gigante asiático. En efecto, producto de la restricción impuesta a las familias chinas, se ha producido un rápido envejecimiento de la población y un desbalance entre hombres y mujeres, entre otros problemas. Sin embargo, lo más sorprendente del artículo de la revista británica es la tesis que esgrime para explicar la inexplicable medida de las autoridades chinas. De acuerdo a The Economist, habría cerca de un millón de funcionarios públicos en China contratados para fiscalizar el cumplimiento de la política de un solo hijo. De levantar completamente esta restricción, dichos funcionarios perderían el empleo, por lo que el gobierno chino, a pesar de reconocer los problemas que ha creado esta prohibición, habría preferido modificarla en vez de eliminarla.
Es lamentable comprobar cómo los intereses creados al interior de la burocracia estatal impiden la erradicación de una pésima política pública. Aparentemente, lo que comienza como interés público, muchas veces termina justificándose por el solo interés privado de los funcionarios públicos. El grotesco ejemplo de la política de un solo hijo en China está lejos de ser una excepción. Por estos días, los chilenos están sorprendidos de la falta de comportamiento republicano del saliente gobierno de Cristina Kirchner. Nombramientos de última hora, desfalco en las arcas del Banco Central y hasta hurtos de poca monta en la Casa Rosada. En Chile, nos enteramos ayer de que la evasión del Transantiago llegó a un máximo histórico que supera el 28%. Es por todos conocido que el principal impedimento para reducir la evasión en el Transantiago es el costo político que supuestamente pagarían las autoridades que se propusieran acometer dicha tarea. De manera que al igual que la política de un solo niño en China, la evasión del Transantiago logra sobrevivir no por ser beneficiosa para el país, sino porque su eliminación le causaría un problema político al gobierno y sus funcionarios. A mayor abundamiento, las estadísticas del Ministerio de Desarrollo Social muestran que en Chile hay un alto porcentaje de los programas sociales mal evaluados. Uno esperaría que dichos programas hubiesen visto reducidos sus recursos. Pues bien, la realidad es la contraria. Dos tercios de los programas mal evaluados recibieron aumentos presupuestarios durante el 2015.
Es lamentable observar cómo muchas políticas públicas que nacen bien inspiradas, terminan eternizándose por mezquinos intereses de quienes se autodenominan servidores públicos. La gente debe revelarse contra esta triste realidad. De la misma forma y con la misma fuerza con que rechazamos el comportamiento indebido de las empresas y exigimos castigos ejemplares para ellas y sus administradores, debemos exigir que la plata administrada por el Estado sea bien utilizada y no termine despilfarrándose por mezquinos intereses de quienes supuestamente debieran velar por el interés público.