Dice que sintió alivio el viernes en la mañana cuando el resultado del examen para determinar si estaba contagiado con Covid-19 dio negativo. Aunque las probabilidades de haber contraído la enfermedad eran bajas, tras haberse reunido con la ministra española Irene Montero -quien sí padece el virus-, el diputado y jefe de bancada de RD, Giorgio Jackson (33 años), prefirió tomar todos los resguardos por la gente que lo rodea, pues aún podía ser un portador asintomático. “A nuestra edad, el mayor riesgo es que seamos portadores más que la enfermedad en sí misma”, dice en esta entrevista en la que llama a los sectores que están a favor de un cambio sustantivo al modelo a hacer todos los esfuerzos posibles por la unidad con miras al proceso constituyente.
¿Le preocupa que la pandemia pueda complicar la realización del plebiscito?
Tenemos que tomar las medidas más drásticas lo antes posible para, como dicen los epidemiólogos, aplanar la curva y que de esa manera el proceso constituyente se desarrolle de la forma más masiva posible. Mientras antes se actúe, más posibilidades hay de que no haya ningún riesgo. Ojalá el gobierno tome medidas lo antes posible, sino después, como hay poca legitimidad de la autoridad política por toda la crisis social que estamos viviendo, hay muchas probabilidades de que se interpreten las medidas como una cuestión política.
Su partido, RD, volvió a la carga con acusar constitucionalmente al ministro del Interior, Gonzalo Blumel. ¿Tiene los votos?
Esperamos el respaldo más transversal. Se nos han acercado parlamentarios y parlamentarias de todas las bancadas de oposición a manifestarnos su disposición a apoyar esta acusación, aunque todavía, como bancadas, no han llegado a una conclusión, pero tampoco lo han descartado. Pero no vamos a dilatar más esto y vamos a presentarla esta semana, porque para nosotros es al menos un imperativo moral, ético y político. Hasta cuándo tenemos que aguantar la represión, el no saber si es que los protocolos están funcionando, no saber si es que la policía está subordinada o insubordinada. El mismo hecho de que no se consiga orden público. Los cuatro informes de violaciones a los derechos humanos por organismos internacionales que esbozan que está la peor crisis de derechos humanos desde la dictadura de Pinochet. El Ministerio del Interior tiene la facultad para poder remover al general director de Carabineros y, por lo tanto, no entendíamos por qué no se daba un paso que era lógico para poder refundar la policía, pero el gobierno decidió blindar, respaldar el actuar de Carabineros que ha actuado de manera brutal durante estos cinco meses.
¿Se ha criticado la oportunidad de esta acusación, por desviar la atención a casi un mes del plebiscito?
Yo comparto plenamente que nuestros mayores esfuerzos en materia de despliegue territorial y ojalá también en despliegue comunicacional, están en hacer los puerta a puerta, en responder todas las preguntas que nos hagan respecto a por qué es necesario cambiar la Constitución, a profundizar en cuáles son las cosas que nosotros pondríamos como elemento en la Constitución. Eso, sin duda, es la prioridad. Pero eso no debiese ser un obstáculo para que también sigamos en esto por carril paralelo, porque los derechos humanos no pueden ser algo que nosotros simplemente ignoremos, al menos desde nuestra escala de prioridades.
¿El fracaso de la acusación constitucional puede fracturar aún más a la oposición?
Hoy día no hay una oposición, hay oposiciones y por lo tanto no hay que tener expectativas de que para todos los casos vaya a haber una oposición. Probablemente, la gran mayoría vamos a estar por el apruebo y eso puede ser un factor de unión, incluso, con algunos sectores de la derecha más moderada, que está llamando también al apruebo. Pero en materia de oposición a las acciones que está tomando el gobierno día a día, hay distintas interpretaciones por parte de los bloques políticos que están representados en el Congreso.
¿Con el estallido social se han acercado o alejado las posiciones con sectores de la ex Nueva Mayoría?
Se han ido consolidando dos relatos. Una narrativa, de la cual nosotros formamos parte, que tiene un diagnóstico que ve en la Constitución un obstáculo para cambiar el modelo de desarrollo de nuestro país. Y hay otra narrativa distinta que, posmovilizaciones del 18 octubre, pragmáticamente, han levantado algunos sectores de la derecha que están por el apruebo, pero también a sectores de la oposición, que dicen que no es posible seguir haciendo las cosas si no damos paso un proceso para una nueva Constitución. Pero eso no significa que después quieran cambiar sustantivamente la Constitución. Puede ser que, incluso, quieran que la Constitución quede más o menos parecida en varios aspectos, pero creen que necesita el proceso legitimador. Se ha producido un rearme entre quienes queremos participar de un proceso constituyente que quiere eliminar aquellas trabas que hoy día están en la Constitución para que la democracia representativa pueda liberar un proceso democrático de cambio y de transformación, versus quienes ven esto sólo como un proceso legitimador, pero quieren mantener algunas trabas.
En ese sentido, ¿cómo impactó el 18-O en el Frente Amplio?
El 18 de octubre mueve las placas tectónicas de todo el espectro político. Mi impresión es que antes del 18 de octubre nosotros teníamos muy claro, como Frente Amplio, que queríamos marcar un espacio identitario propio, en el cual nosotros impugnamos un modelo y tenemos una representación que busca hacer eso en los espacios institucionales. Ahí había una identidad que se estaba forjando. Post 18 octubre y pensando en el 26 de abril, no va a haber ninguna explicación plausible para que, producto de la división de fuerzas, eso haga que el voto popular, aunque sea muy mayoritario, nos tenga subrepresentados en la convención.
Varios expertos electorales ya han advertido esa posibilidad. ¿Van a dar pasos para un mayor acercamiento con el resto de las oposiciones?
Esto ha sido superrápido, no ha sido fácil de procesar. Nosotros hemos tenido procesos democráticos internos que tienen ciertos mandatos y ciertas guías que orientan. Pero el 18 de octubre remueve todo eso y la pregunta es cómo nos hacemos cargo de no estar lamentando post octubre del 2020, que una gran masa, ya no solo de votantes, de esperanzas de cambio, se vean frustradas por el divisionismo de quienes quieren el cambio. No se puede pedir lo imposible, si dentro de la oposición, obviamente no hay unidad. Pero hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que esa conversación exista.
Hasta antes del 18 de octubre, en RD y en el Frente Amplio, era uno de los impulsores del camino propio. ¿Ahora es partidario de empujar una alianza o un pacto político más allá del Frente Amplio?
Haciendo la diferencia entre el proceso municipal y el constituyente, creo que es un deber intentar la unidad. Es un deber que tenemos quienes hoy día ocupamos un espacio de representación política el intentarlo. No podemos garantizar si lo vamos a lograr, porque puede que en el camino de las conversaciones encontremos más diferencias fundamentales con miras al proceso constituyente. Lo único que creo es que los egos y las rencillas y las pasadas de cuenta no pueden estar presentes en esa conversación. Porque, si no, vamos a ser los principales responsables de que el voto delegado de las personas en el proceso constituyente no se traduzca en poder efectivo en la Convención.
¿Ya se iniciaron esos esfuerzos?
Esto ya está sucediendo en los territorios, donde saben en quienes “se puede confiar” y quienes dentro de la oposición están por relegitimar el modelo. Desde las bases han empujado bien rápido a las dirigencias partidistas y se están empezando a dar esas conversaciones que, insisto, no sé si van a cuajar. Creo que mientras más se acerca el plebiscito y una vez que se tengan los resultados todo debiese fluir mucho más rápido, porque ahí vamos a tener el antecedente, ya no de encuesta, ya no de expectativa, sino de manifestación real de una voluntad respecto a lo que es el “apruebo” y lo que es la convención constitucional. De lo que estamos hablando es que, si simulamos la elección pasada, podría haber hasta cinco o seis listas, más las de independientes, por distrito, mientras que la derecha van a ser dos listas o una. Sería engañar a las personas a las que estamos convocando a crear una mayoría para la convención constitucional, porque sabemos a ciencia cierta que, si vamos así de divididos, podemos sacar 60 o 70 por ciento de los votos, pero la representación puede ser incluso menor al 50 por ciento.
Esa conversación qué tan amplia puede llegar a ser, ¿desde la DC hasta el PC?
Obviamente hay anillos de cercanía histórica y, por lo tanto, esa conversación se va dando más fluida con algunos sectores. Sin duda, hay una oposición en la que está presente ese poder fáctico, ese histórico partido del orden, que no está en una sigla, sino que está en muchas siglas. Lo que probablemente suceda es que en el proceso constituyente no afecten tanto las siglas, porque mucha de la gente que va a postular son independientes con sensibilidades históricas en un sector. Entonces, que no importe tanto la conversación con los presidentes de partido, sino más bien el ánimo y el proyecto hacia la constituyente para definir una línea.
¿Hace una autocrítica por haber impulsado antes el camino propio del Frente Amplio?
Es que en los procesos políticos no cuajan como si fuera un diseño en una pizarra, lindo y abstracto, es algo que se da lleno de fricciones, de tensiones, de cosas que alejan y acercan. En este proceso, desde el 18 octubre hasta ahora se han ido separando aguas en términos de las convicciones que cada persona pone sobre la mesa al momento de hacer un diagnóstico respecto a la actual Constitución, de lo que quieren de una Constitución nueva, cuál es el rol que tienen que cumplir las distintas instituciones del Estado y eso facilita mucho la conversación, separa realmente aguas y nos hace ver con más de perspectiva un proceso que es único para la historia republicana de nuestro país. Probablemente, después de que se concluya esa Constitución, van a volver a aparecer las diferencias entre las organizaciones políticas que buscan disputar las leyes, los gobiernos locales. Pero cuando hablamos de Constitución, la enseñanza que nos está dando esta experiencia es que merece un esfuerzo de confluencia. Creo que es bueno explicitar las diferencias y saber ponerles límite. Decir ¿estas diferencias justifican una división?
Tras el 18-O ninguna fuerza política, ni las del Frente Amplio, salieron incólumes al cuestionamiento de la gente. ¿Eso facilita esta decisión de buscar un diálogo político más amplio?
Sin duda. Cuando se mueven las placas tectónicas de la manera en que ocurrió desde el 18 de octubre en adelante, no hay ninguna fuerza política que quedara incólume. Y en el Frente Amplio, si bien las primeras semanas sentíamos que buena parte del despertar, de las demandas que tenía y sigue manteniendo la población, son muy parecidas a lo que desde el diagnóstico y las propuestas venían en el programa que ofreció Beatriz Sánchez para su candidatura, también entendimos que el estar en un espacio institucional y tener que hacernos cargo de las decisiones que vamos tomando fue generando fractura, distanciamiento y llevaron a asumir un costo importante. Nosotros hicimos nuestra autocrítica y por la cual hemos tenido que pagar un costo simbólico muy grande. Pero esa distancia también nos ha hecho tomar perspectiva y asumir con mayor humildad cómo tenemos que conversar las fuerzas de cambio. Esto tiene que ser con una cuota de generosidad que nunca antes se había visto.