Hace algunos días le preguntaron al alcalde y precandidato presidencial Daniel Jadue su opinión sobre la idea de rebajar el IVA, y la respuesta me pareció menos descabellada de las que suele dar. Él planteó que no era buena idea, porque como las empresas en Chile son oligopólicas, no traspasarían esa rebaja a los consumidores, sino que se quedarían con ella, aumentando sus utilidades.
Algo de eso hay, y de hecho un concepto económico básico es que la incidencia final de los impuestos depende de las elasticidades de oferta y demanda, por lo que es probable que una rebaja del IVA termine beneficiando tanto a consumidores como a productores, y por supuesto, perjudicando al fisco, que recauda menos y por lo tanto puede gastar menos. Lo que llama la atención entonces es que Jadue quiera subir fuertemente los impuestos al capital, ya que, si considera que todas las empresas son oligopolios, resulta evidente también que traspasarán esos mayores impuestos a los consumidores, subiendo los precios de los bienes que venden, y/o a los trabajadores, a través de un menor crecimiento de salarios y contratación. Nuevamente, ese extremo no es realista, pero sí es cierto que los impuestos al capital no los pagan sólo sus dueños, sino también los consumidores y los trabajadores. De hecho, como en el mediano plazo la oferta de capital es bastante elástica (sus dueños exigen una combinación de riesgo y retorno en función de las alternativas en otros mercados), se puede afirmar que en el mediano plazo las alzas de impuestos al capital las termina pagando el trabajo en mayor proporción que el capital. Lo que definitivamente no corresponde es usar la idea de la elasticidad sólo cuando conviene al discurso.
Pero estos conceptos básicos de la incidencia de las regulaciones no se aplican sólo a los impuestos, sino también a fijaciones de salarios, gratificaciones y en general a todas las restricciones que ponga la autoridad a la operación de las empresas. Jadue ha dicho que piensa hacer efectiva un alza del salario mínimo gradual, que llegue a $567.000 al final de su mandato, es decir un alza de casi 70%, con lo que llegaríamos a una situación en que el salario mínimo supere la mediana salarial. Pero eso no es todo, propone también una reducción inmediata de la jornada laboral a 40 horas, y gradual hasta las 36 horas semanales, negociación colectiva por rama y repartición del 30% de las utilidades a los trabajadores. Efectivamente, empresas grandes y que tienen algún grado de poder oligopólico podrían seguir siendo viables en esas condiciones, aunque traspasando parte del enorme aumento de costos laborales a los precios de los bienes que comercializan, pero es evidente que un enorme número de pymes de menor tamaño no podrían cumplir estas exigencias y tendrían que desaparecer. No sólo eso, empresas existentes de mayor tamaño podrían seguir operando, pero seguramente sus decisiones de inversión futura se verían fuertemente afectadas, con lo que también se daña gravemente la creación de empleo formal y el crecimiento de los salarios. Por otra parte, todas aquellas empresas que compiten con bienes importados, dejarían de ser viables en ese contexto. Lo mismo es cierto para aquellas que exportan, cuyos costos de producción las dejarían fuera de mercado.
Ya sabemos cómo termina esta historia, ya la vivimos el siglo pasado: un país que no crece, que empieza a cerrar su economía para mantener viva a parte de la industria, muchas empresas que empiezan a desaparecer, escasa competencia en los mercados y un Estado que entonces debe asumir roles productivos. El reducido porcentaje de trabajadores que logra mantenerse en la formalidad efectivamente vería aumentado sus salarios, pero al poco tiempo se daría cuenta que el costo de los bienes que compra ha subido en la misma proporción, y por lo tanto no se encuentra mejor.
Mi mensaje al candidato: Señor Jadue, parece que usted algo entiende del concepto de elasticidad. por favor aplíquelo a todo su programa de gobierno. (El Líbero)
Cecilia Cifuentes