Es importante que cada paso en el debate y en la reforma de nuestro sistema previsional tenga sólidos fundamentos técnicos y de justicia, para no repetir los errores cometidos en otras áreas.Las razones técnicas para evitar un sistema de reparto ya han sido suficientemente establecidas. Sin embargo, los defensores de este tipo de sistemas, como Luis Mesina, siguen apelando a su supuesta justicia y hablando de “solidaridad intergeneracional”. Luego, vale la pena evaluar esta dimensión.
La regla de oro de la justicia intergeneracional es que debemos hacer por quienes vienen antes de nosotros, aquello que creemos poder exigir legítimamente a quienes vengan después. Esto implica exigir a nuestros antecesores aquello que creemos razonable que nos exijan nuestros sucesores. Habrá justicia si la distribución de cargas resulta equitativa, y estaremos frente a una relación injusta, de abuso intergeneracional, si resulta dispareja. Un sistema es justo, entonces, cuando es sustentable: cuando no genera bienes para una generación a costa de traspasar males desmedidos a otra.
Así, en el plano ecológico, enriquecernos destruyendo el medio ambiente significa beneficiarnos traspasando los costos a quienes vengan después. Es un acto de egoísmo intergeneracional. Y en el ámbito previsional es igual.
En términos generales, la previsión es la suma de estrategias que cada individuo y cada generación diseña para poder gozar de ciertos bienes durante la vejez. Algunas de ellas son personales, como llevar una vida sana. Otras son impersonales o institucionales, como diseñar buenos sistemas de transporte y salud, tener un mercado laboral integrador y, por supuesto, contar con un sistema de pensiones eficiente. Estos esquemas impersonales pueden ser intergeneracionalmente justos, si es que son sustentables, o injustos, si es que se sostienen sobre la base de abusar de otras generaciones.
Los sistemas de pensiones, que constituyen sólo un punto del debate previsional, buscan asegurar que las personas cuenten con ciertos ingresos durante la vejez. Ellos pueden generarse ahorrando durante la vida (sistemas de capitalización, con o sin correcciones solidarias intrageneracionales) o haciendo que elEstado obligue a la generación siguiente a poner ese dinero (sistemas de reparto). Si cada generación tiene el mismo número de personas (o más), y las necesidades y esperanza de vida permanecen estables, un sistema de reparto puede ser intergeneracionalmente justo, ya que la carga económica es equitativa. Si, en cambio, nacen cada vez menos personas que viven cada vez más tiempo, como en el caso chileno actual, un sistema de reparto se vuelve insustentable e injusto: cada vez menos tienen que pagar más, hasta que el sistema se hace insostenible y quiebra.En suma, un sistema de reparto, en nuestro contexto demográfico, debe ser descartado no sólo por ineficiente sino que también por injusto. Luego, las instituciones estatales que mantienen sistemas de este tipo, como Gendarmería, se encuentran en una posición de privilegio que deben justificar, y no constituyen un estándar público. (La Tercera)
Pablo Ortúzar