Justificar lo injustificable

Justificar lo injustificable

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Hace más de dos semanas de la agresión a José Antonio Kast en la Universidad Arturo Prat y el debate en torno a su justificación no cesa. Se ha dicho de todo. Que el exdiputado es un provocador (“anda buscando que le peguen”, “sabía que recibiría esa respuesta”) urgido de cobertura mediática para hacerle un hueco a su 8% y que lo tomen en cuenta en la derecha; que haberle cancelado la charla en la Universidad de Concepción y funado en Iquique habrían sido “agresiones y vulneraciones a la libertad de expresión bastante menores” (“actos más o menos violentos”); que aun cuando Kast encarna los “valores más miserables de la humanidad” no hay que caer en la trampa, se va a desinflar solo; que si lo mismo ocurriera en una universidad conservadora con figuras de izquierda (contrafactual dudoso sin antecedente que lo avale) habría que reconocer que a argumentos se responde con argumentos, no con censuras, eso es ser demócrata.

Hay quienes afirman que no cabe ser tolerante con intolerantes (citan a Popper); que después de 1945 se logró desnazificar Alemania, cuestión que debió ocurrir en Chile pero la transición (y sabemos cómo fue eso) impidió que el país se “despinochetizara”. Para otros, discutir con un interlocutor fascistoide es legitimar su derecho a ser clasista, xenófobo, homofóbico, militarista, un tal por cual -debiéramos pensar seriamente en una “ley de defensa de la democracia”-. Lo que hicieron los compañeros de izquierda con Kast sería lo correcto: “protestar, bloquear, expulsar al fascismo” como dé lugar y dónde sea, esto es, convertirse en fascistas para combatir a fascistas (en las universidades norteamericanas lo están haciendo). En Valparaíso también lo saben hacer: al “mono Judas Kast” lo queman en efigie, pero no vaya a malentenderse, se trataría de un “acto cultural, un divertimento que tiene el pueblo y que se viene realizando desde hace más de 500 años”.

Uno lee argumentos de este calibre y no puede no respirar hondo. La polarización se ha instalado para quedarse. La Tercera Ley de Newton está más vigente que nunca: “A cada acción siempre se opone una reacción igual”. En las universidades es donde se va a librar la madre de todas las batallas (según un amigo, después del Mundial a fines de julio, se acabaría la luna de miel piñerista); ahí, en casas ya no de estudio sino trincheras, se cuenta con probada experiencia y Kast comparte la lógica (“Hay que expulsar a la izquierda antidemocrática de nuestras universidades”, tuiteó el 26 de marzo). Es que el jacobinismo -como cuando Danton sostiene “esos sacerdotes, esos nobles no son ciertamente culpables, pero es menester que mueran porque están fuera de lugar, porque traban el movimiento de las cosas y perturban el futuro”- está más vivo que nunca. También el dilema que genera tamaña lógica. (La Tercera)

Alfredo Joselyn-Holt

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