La caída de los aliades

La caída de los aliades

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Un aliade es un varón que se ha deconstruido y que hoy adhiere a la causa feminista en sus manifestaciones más extremas. Por eso, no faltan las feministas que lo abrazan como a una más de ellas. Sin embargo, no todas están de acuerdo. Algunas sospechan que algo esconde ese varón con pañuelo verde. Piensan que un varón nunca dejará de ser un macho. En esos casos, usan la palabra aliade con un claro tono despectivo.

Los aliades son personas individuales, pero en un sentido amplio también pueden incluir a gobiernos que han adoptado la causa feminista. Si tuviéramos que mencionar ejemplos, los más claros serían los de Íñigo Errejón, uno de los fundadores e ideólogos del Podemos español, y los del gobierno de Gabriel Boric. Las proclamas feministas de Errejón son incontables. Por su parte, en la página del Ministerio de Justicia se dice expresamente que “El gobierno del presidente Gabriel Boric Font ha establecido como uno de sus principios centrales fundar las bases de un gobierno feminista”. Declaraciones parecidas se encuentran en otros sitios oficiales.

Hoy, ambos aliades se encuentran en problemas. Íñigo Errejón ha debido renunciar a su asiento parlamentario debido a unas acusaciones de acoso sexual, y el feminismo del Gobierno chileno se ha visto seriamente afectado por el caso Monsalve y las desafortunadas respuestas de las autoridades a la hora de enfrentarlo.

Con todo, las reacciones del ideólogo español y las de nuestro gobierno han sido diferentes. Errejón ha intentado atenuar su responsabilidad por la vía de denunciar a su otro yo, minado por la intensidad de su vida política, lo que ha generado en él una “subjetividad tóxica” que habría sido multiplicada por el patriarcado. En suma, en él se habría producido una profunda contradicción entre el personaje y la persona: “Entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo nuevo, más justo y humano”. La culpa, entonces, es del neoliberalismo, el patriarcado y ciertas condiciones estructurales.

Difícil sería encontrar una muestra mejor de la forma en que cierta izquierda se enfrenta desde siempre al mal. A diferencia de lo que enseña la tradición clásica y cristiana, que piensa que el mal anida en el corazón mismo del hombre y de allí se proyecta a las estructuras humanas, para esa izquierda la causa del mal en el mundo estaría en el ambiente, en una deficiente ordenación de la sociedad, en suma, fuera del individuo. Eso les hace muy difícil a personas como Errejón decir directamente: “Yo fui, yo lo hice, yo soy el único responsable”.

Para colmo, a diferencia de la izquierda tradicional, la nueva izquierda hizo completamente suya la filosofía de la liberación sexual representada por el movimiento de Mayo 68. Según ella, la emancipación del hombre pasa por pisotear todos los tabúes de la vieja sociedad. En este contexto, la posibilidad de sobrepasarse cuando no se admiten límites objetivos o la existencia de determinados bienes intocables es mucho mayor. Por supuesto que esas malas conductas no son patrimonio de la nueva izquierda, simplemente advierto que no es inocuo derribar ciertas barreras.

La reacción de nuestro gobierno ha sido bastante más mesurada, aunque ha estado plagada de errores que no han pasado inadvertidos a la opinión pública. Me preocupa especialmente que buena parte de la argumentación de las autoridades se haya situado en el plano estrictamente legal. Parece que el patrón de juicio no puede ser la pura legalidad. A las personas que ocupan determinados cargos bien podemos pedirles más. Me explico.

La ley chilena no prohíbe que alguien se emborrache o consuma marihuana en su casa. Si el ministro de Agricultura, el de Minería o el de Bienes Nacionales lo hacen podrá parecernos mal, pero no les haremos un reproche político o jurídico. Con todo, hay autoridades que no pueden darse el lujo de alterar sus capacidades racionales ni por una hora. Dormirán como todos nosotros el tiempo necesario; sin embargo, deben estar en condiciones de ser despertadas en cualquier momento para enfrentar una emergencia, sea un terremoto, un ataque terrorista u otro peligro semejante.

Tal es el caso, por ejemplo, de un comandante en jefe en las Fuerzas Armadas, del general director de Carabineros o, de modo paradigmático, el subsecretario del Interior, encargado de la seguridad pública. Nosotros podemos dormir tranquilos, precisamente, porque confiamos en que estará siempre disponible durante todo el período en que dure su cargo.

Nuestro gobierno incurrió en diversos errores en este triste episodio, que deteriora el prestigio de la política y nos daña a todos. No obstante, me parece especialmente grave el que aplique criterios insuficientes, porque esa actitud no solo daña su prestigio como aliade del movimiento feminista, sino que entrega una mala señal para el futuro en muchos otros campos. A lo mejor a nuestras autoridades les falta autoestima, mientras que nosotros esperamos de ellas mucho más que el simple cumplimiento de las obligaciones legales.

Los eventuales delitos que cometa una persona aislada los pagará ella, pero si utilizan un criterio de juicio inadecuado las consecuencias las pagaremos todos. (El Mercurio)

Joaquín García Huidobro

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