Más de 47 mil jóvenes están fuera del sistema escolar y otros 10 mil están inscritos para rendir exámenes libres. Estamos hablando de que casi 60 mil niños, niñas y adolescentes que debiesen estar dentro de la sala de clases, no lo están. Esos jóvenes no sólo no se están educando correctamente, sino que, además, ven cómo día a día las oportunidades de surgir y cumplir sus sueños se alejan.
Sin duda un panorama complejo. Uno que se complejiza aún más si se considera que el 70% de los jóvenes que cometieron delitos graves habían desertado de la escuela y que el 60% de ellos lo había hecho antes de los 15 años.
Las estadísticas delictuales en materia de jóvenes son aún más preocupantes si es que se incorpora a la ecuación la cantidad de NNA muertos en balaceras u homicidios. En lo que va del año son 48 los niños y jóvenes asesinados en un contexto de criminalidad, y muchos más en riesgo de ser reclutados por bandas organizadas. La edad de la población adulta recluida en cárceles también es bastante joven, la gran mayoría se encuentra entre 20 y 30 años.
La carrera delictual es cada vez más corta, la llegada de las bandas extranjeras ha generado la necesidad de reclutar gente nueva y la falta de oportunidades hace cada vez más atractivo los grupos de crimen organizado. Entregan un sentimiento de pertenencia, de lealtades y confianzas, de apoyo y un camino rápido a conseguir todo lo que buscan. Acceso a dinero y estatus es lo más atractivo.
En este panorama la falta de acceso a la educación se transforma en un catalizador del crimen y la data presentada es la prueba de que para enfrentar la criminalidad compleja se requiere mucho más que las fuerzas de orden y seguridad.
En materia de crimen organizado una mala política pública social o económica puede transformarse en una oportunidad para la actividad ilícita. Ahí donde hay un vacío educacional que deja a los más jóvenes en la calle, el narco los llena, acogiéndolos y brindándoles una educación alternativa; donde hay desempleo las empresas ilegales tienen una oferta informal; donde el espacio público está mal cuidado y sin uso, el microtráfico le encuentra un uso alternativo; o, donde hay falta de vivienda, siempre hay alguien que se hace cargo del negocio habitacional ilícito.
Las cifras de deserción escolar nos hacen preguntarnos, si es que no están en la sala de clases ¿dónde están? Muchas veces la respuesta es, en la banda narco del barrio.
La educación es por definición el principal canal de prevención de niños, niñas y adolescentes, pero, si el sistema tiene a las escuelas entre 11 y 38 días suspendidas ¿cuánta prevención se puede hacer? O, si los niños quedan fuera de las salas de clases porque no hay más cupos en los colegios ¿cómo logramos prevenir?
La sala de clase de está cambiando por la calle y la educación tradicional por una oferta nueva que lejos de entregar herramientas para un desarrollo duradero, entrega habilidades para una vida corta y con un mal final. Que los niños vuelvan a la sala de clase es fundamental, pero mucho más es contar con un programa de educación del siglo XXI a quien el narco no pueda competirle. (El Líbero)
Pilar Molina