“La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo”. La frase de Platón describe perfectamente el proceder de la Corte Penal Internacional (CPI) contra Israel.
Ya en 1998, cuando se adoptó el Estatuto de la CPI, el jefe de la delegación de Israel, el juez Eli Nathan, expresó temor por su futuro. Como sobreviviente del Holocausto y humanista de toda la vida, Nathan esperaba que la Corte pudiera velar por el fin a la impunidad en casos de crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, luego de haber presenciado una preocupante politización en el proceso, durante el cual se incluyeron disposiciones diseñadas específicamente para atacar a Israel, Nathan explicó que lamentablemente Israel no podía incorporarse a este organismo.
Un cuarto de siglo después, parece claro que los temores del juez Nathan se han hecho realidad. La decisión de la CPI de emanar órdenes de arresto contra el Primer Ministro de Israel y su exministro de Defensa, junto con un dirigente de Hamás aparentemente fallecido, es claramente un regalo para Hamás. No sorprende, entonces, que este grupo terrorista emitiera una declaración pública en la que aplaude las órdenes de arresto y felicita a la Corte. Y cuando un país o un organismo internacional reciben una felicitación de un grupo terrorista como Hamás es porque algo no está bien.
La decisión de la CPI crea una equivalencia obscena entre los asesinos del 7 de octubre y sus víctimas. Además, incurre en una parcialidad cómplice al acusar a Israel de ataques contra la población civil, omitiendo toda condena a Hamás que, luego de la masacre del 7 de octubre, ha seguido disparando miles de misiles contra Israel.
Por otro lado, la decisión de la CPI ignora un elemento clave de sus estatutos: la complementariedad. De acuerdo a este criterio, la Corte solo puede tener jurisdicción cuando los tribunales locales no pueden o no quieren actuar. Israel, a diferencia de Gaza o Cisjordania, tiene un sistema jurídico riguroso, capaz de investigar y enjuiciar las violaciones del Derecho Internacional. En Israel, como en Chile, las instituciones funcionan y la justicia es independiente e imparcial.
De igual forma, la acusación de la Corte sobre una supuesta estrategia para provocar hambruna en Gaza refleja una desconexión total de la realidad. No hubo, no hay, ni habrá ninguna restricción para el ingreso de alimentos y medicamentos a Gaza. La única restricción es para el ingreso de armamentos. Y si hay hambruna, es responsabilidad de Hamás, para quien la opresión de su propio pueblo es una estrategia política.
En la Conferencia de la Corte Penal Internacional de 1998, el juez Eli Nathan advirtió el riesgo de que el organismo se convirtiera en “un nuevo foro político donde un grupo irresponsable de Estados pudiera actuar abusivamente a su antojo político”. Trágicamente, la propia CPI acaba de llevar esa predicción un paso más allá.
Gil Artzyeli
Embajador de Israel en Chile