La crisis liberal en el plano internacional-Juan Francisco Coloane

La crisis liberal en el plano internacional-Juan Francisco Coloane

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La actual tendencia de los equilibrios en política internacional está determinada por el diseño del capital transnacional. La idea es no facilitar el espacio económico fuera del dominio de la Alianza Transatlántica a las naciones que impulsan sus propias corporaciones de alcance global como China, Rusia, India, Sudáfrica y Brasil, y otras con desarrollo emergente y de alcance medio.

Las inconclusas negociaciones económicas y comerciales en plataformas como la de Doha bajo los auspicios de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y las dificultades de fomentar un clima apto para negociar con equidad y justicia, y no de virtual chantaje por parte de los países más industrializados, -especialmente Estados Unidos, Canadá y la Europa Comunitaria más desarrollada-, le asestaron un golpe al corazón del modelo centrado en el libre intercambio. Se demostró que cuando se trata de racionalizar (colocar reglas en función de compartir y no de dominar) la noción de multilateralismo no se adapta a la suerte de Darwinismo que prevalece en el comercio.

En la reunión de la OMC poco más de un año atrás (diciembre 2013), en Bali, Indonesia, por primera vez desde su fundación (1995) se había llegado a un acuerdo multilateral de comercio para facilitar y transparentar procedimientos, apoyar el desarrollo y la seguridad alimentaria de los países más pobres y reducir el proteccionismo en la exportación de productos. Con el tiempo, este acuerdo se convirtió en un triunfo de los países industrializados y es cuestionado por expertos de países como India por invadir dominios de las grandes potencias productoras de alimentos. (Kanth, Ravi. 14 enero, 2014. EPW).

Uno de los factores determinantes en el actual clima internacional proviene de la inversión extranjera y del poderío económico de las Corporaciones Transnacionales (CT) no financieras. Las cadenas de valor mundiales coordinadas por las CT no financieras, representan aproximadamente el 80% de lo que circula en el comercio mundial (Unctad 2013). La mayor parte del capital circulando por el mundo se origina en estas corporaciones. Del centenar de CT con mayor volumen y alcance global, 80 de ellas declaran banderas en naciones de la Alianza Transatlántica.

En 1974, Jacques Maisonrouge, legendario presidente de la IBM, al analizar la severa crisis económica mundial, afirmaba que las corporaciones globales necesitaban dialogar con una entidad compuesta por miembros de la fuerza laboral, el gobierno y las compañías transnacionales y así enunciar nuevas reglas del juego. A partir del ajuste estructural que se implanta en la década siguiente (1980), las reglas del juego demandaron desarrollar uniformidad de gobiernos para instalar una sola entidad económica mundial. Se abría la oportunidad para un orden político mundial más flexible del que plantea la gobernabilidad desde la perspectiva del estado-nación, basado en la tradición liberal de teóricos como John Locke hacia adelante

Es la época del liberalismo desatado para salvar al sistema económico de la crisis, con todo, el sistema cojeaba de una pata: no había una ideología clara. En la década de los 70, con el fin de la guerra en Vietnam, surge con más fuerza en el sector corporativo de EE.UU. la idea de legitimar un sistema único de gobierno utilizando la doctrina de los derechos humanos como el bastión ideológico esencial detrás del libre mercado.

Por ese camino se generaron dos problemas. Primero, el concepto de libertad en el capitalismo opera con mayor eficacia cuando no existen desigualdades económicas significativas. El segundo consiste en que al colocar a la corporación transnacional por sobre la identidad nacional, la protección a los derechos humanos y la libertad, ha sido un instrumento que tiende a privilegiar a los países más poderosos, particularmente a las naciones con tradición de potencia y ambición por la supremacía.

Es así que identidades, culturas, nacionalidades, raíces, tradiciones, forman la retaguardia o desaparecen en la carrera desenfrenada por la máxima rentabilidad del capital sin fronteras y la supremacía económica.

En este plano de instalar una idea de gobiernos alineados con el capital transnacional, los derechos humanos se usan como otra “tecnología” al servicio del poder. En la apariencia, el sistema político democrático que se propaga con los derechos humanos como centro, se presenta como abierto, pero en el fondo es el autoritarismo del gran capital corporativo que incita a violaciones de derechos humanos que no están tipificadas y que tienen que ver con identidades, culturas, nacionalidades, raíces, y tradiciones.

Si hay mercado libre, hay gobernabilidad; si no lo hay, es el camino a la insurgencia, formándose una nueva polarización que se observa en un número no menor de naciones en el planeta. Esta fórmula simple de concebir el poder es deliberada, porque el sistema vigente no ofrece otra alternativa, y cuando hay protestas, cierra filas en el autoritarismo o en la tendencia creciente a “secuestrar” el sistema político del estado liberal.

Después de 30 años de ajuste económico global permanente sin distribución -ni de ingreso, ni de poder político-, el desajuste político que amenaza a la estabilidad de los estados, no sólo está vulnerando el sistema global, sino también a la potencia hegemónica que lo ha sustentado: Estados Unidos y sus aliados.

Desde el fin de aquel mundo bipolar con Estados Unidos y la Unión Soviética compitiendo por una utópica supremacía global, la ausencia de un orden mundial ha consistido en un período permisivo. Se han exacerbado nuevos desequilibrios y se mantienen aspiraciones de expansión en distintos niveles. La coyuntura política internacional en torno a Ucrania, Crimea, Siria, Irán, Irak, Corea del Norte, los diferendos territoriales entre China y Japón, y la continua dilación por la formación del estado palestino, expresa un escenario de conflictos, cada cual con su grado de severidad, reflejando cierta descomposición institucional en los órganos que contribuyen a mantener la convivencia internacional.

No es accidental que en cada caso de las zonas conflictivas, estén involucrados China y Rusia frente a un actor central que amenaza con desestabilizar los equilibrios, como es la Alianza Transatlántica. Esto sucede principalmente por el peso monetario y político de las corporaciones transnacionales, que en su mayor parte portan las banderas de los países de la OTAN, estandarte bélico del poder Transatlántico; sin embargo, es importante señalar que la estructura multilateral de la ONU no ha llenado el vacío de liderazgo en cuanto a concebir y administrar un nuevo orden internacional.

El modelo de globalización que está operando “coloca a la corporación transnacional por sobre la identidad nacional” (Barnett R.J.1974). La ideología que prima no es el internacionalismo, sino que el anti-nacionalismo, la anti-política o el anti-estado. Es la caracterización del orden mundial actual, que tiene como rasgo principal la desigualdad; en definitiva, el golpe al estado liberal.

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