En América Latina las comisiones son un verdadero rasgo cultural de la política, han sido un recurso que se ha usado y del que se ha abusado para salir del paso y evadir responsabilidades en problemas graves. También, como una manera de eludir la acción de las instituciones permanentes del Estado Democrático de Derecho. Tan manido es, que una de las más geniales rutinas de Les Luthiers es esa que se llamaba “La Comisión” y que trataba de la “comisión de mantenimiento y actualización permanente de la canción patria”, organizada por el “frente liberal estatista lista azul”.
Desde el retorno a la democracia todos los gobiernos han acudido a la creación de alguna, el actual nos ha regalado dos en las últimas semanas: desinformación y democracia viva, por identificarlas de manera gráfica. Ambas se insertan más bien en la tradición populista y de “viveza” que inspiró a Les Luthiers.
El mismo sector político que nos gobierna y que, nos dice, preocupados de la libertad de expresión creó la que estudiará la desinformación, acaba de cancelar a la persona que habían puesto a cargo de coordinar las actividades oficiales por los 50 años del once de septiembre. El encargado, probablemente de manera inadvertida, expresó un punto de vista heterodoxo, se movió medio grado del eje en que se ubica “su” verdad -la de “ellos”-, ese único, indisputado e inmaculado relato, más allá del cual sólo están el negacionismo y la purga. Para empezar a conversar, escribieron fake con “f” de Fernández.
Pero la otra, la motivada por lo que podríamos llamar traspasos directos a “fundaciones amigas”, es incluso más audaz, más olímpica. La idea que subyace a su creación, es que tendríamos un problema normativo, habría un vacío regulatorio que permitió las conductas conocidas. Por lo tanto, estaríamos frente a un “problema país”, de esos que se resuelven con un gran acuerdo.
Me imagino que la comisión hará sugerencias de este tipo: cuando la ley ponga un tope al monto que se puede traspasar directamente sin licitación, no se podrán autorizar varios traspasos el mismo día, con cargo a la misma glosa, para el mismo cometido y destinados al mismo beneficiario, que sumados excedan el tope legal. O, también, que el ex asesor de una diputada de la zona, devenido en seremi, debiera abstenerse de autorizar traspasos directos a una fundación administrada por la pareja de la misma parlamentaria, especialmente si son todos dirigentes del mismo partido político.
Hay tanto vacío normativo que llenar, que se necesita ayuda. Además, el verdadero problema es el principio de subsidiariedad, maldita idea neoliberal capaz de corromper incluso a los más puros. La culpa es de Friedman ¡Es obvio! El primer pudor que abandona a los revolucionarios en el poder es el intelectual.
Si en algún momento, estimado lector, en lugar de indignarse o llorar, prefiere reírse un rato, entre a YouTube y busque “La comisión”, de Les Luthiers, verá que los chilenos también podemos encarnar un clásico del humor latinoamericano. (La Tercera)
Gonzalo Cordero