En períodos electorales las calles se llenan de letreros, los candidatos recorren las ferias y otros lugares, se reúnen con la gente, presentan programas, discuten ideas. Una de las ventajas de la democracia es, precisamente, que permite disputar el poder de manera civilizada y los candidatos tienen el legítimo derecho a pensar que son la mejor opción para ocupar la Presidencia de la República, algún escaño en el Congreso Nacional, o la representación como CORE: finalmente, la decisión la tomará el pueblo a través de los votos.
Muchas veces se suele decir que la voz de la calle debe ser escuchada, y para ello se organizan marchas masivas y de gran repercusión mediática. Ciertamente es una voz que debemos atender, sus propuestas deben ser analizadas por los representantes y eventualmente pasan a ser leyes de la república. Sin embargo, es muy discutible que la orientación de las leyes tenga que ser exactamente la que dicen los grupos de presión, como federaciones estudiantiles, funcionarios de un determinado sector y organizaciones por un determinado objetivo (no+AFP u otros).
La verdadera voz de la gente no se encuentra en la calle ni en los grupos de presión organizados. En una democracia, la voz de la gente se escucha en las urnas, son los ciudadanos quienes libremente, y de manera igualitaria, pueden escoger qué candidato prefieren porque representa mejor sus ideas y lo que ellos estiman mejor para Chile. Por lo mismo, el 19 de noviembre el país se juega muchas cosas: un buen gobierno y un Congreso; la mantención de las reformas, la profundización de ellas o recuperar la senda del desarrollo que hemos perdido en los últimos años.
Ahí no valdrán las excusas, las representaciones auto-atribuidas, ni los supuestos deseos de la población chilena. En las elecciones de noviembre próximo lo relevante es que los candidatos presentemos con total transparencia nuestras propuestas y el pueblo elija con total libertad. De esta manera, si Chile Vamos obtiene una mayoría en la elección presidencial y un buen resultado en las parlamentarias -como efectivamente esperamos- esto será el producto legítimo de la decisión popular y un mandato claro de gobernar para todos los chilenos sin distinción.
Una última consideración. Ganar una elección no da derecho a “pasar a la aplanadora”. Un buen gobierno debe dejar atrás la lógica de la retroexcavadora -que tanto daño le hizo a Chile y a la propia Presidenta Bachelet en los últimos tres años- y priorizar una política de acuerdos, de trabajo conjunto entre todos los que desean el bien del país. Hay muchos temas que requieren amplios acuerdos para lograr el progreso nacional: las relaciones exteriores, recuperar el crecimiento económico, derrotar efectivamente la pobreza, poner a los menores vulnerables en el primer lugar de la agenda pública, que nuestros abuelos tengan unos años finales en condiciones dignas.
Fue muy sabio Abraham Lincoln en 1863 cuando dijo en su famoso discurso de Gettysburg que la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Nuestro desafío es hacerlo realidad en el Chile del siglo XXI, con una gran participación electoral y luego con un gobierno de progreso para todos los chilenos. (El Líbero)
Julio Isamit, coordinador político Republicanos