Para justificar su abstención en la votación de la glosa de gratuidad en la educación superior, el senador Ignacio Walker calificó la partida como el emblema de la improvisación y la desprolijidad. En parte tiene razón. En la citada glosa, como en muchas otras áreas, este gobierno se ha caracterizado por aparecer haciendo las cosas con brocha gorda, sin inquietarse por los detalles.
Sin embargo, también se equivoca. Improvisar de verdad significa no tener claro un objetivo. Nada de eso sucede con Bachelet. Ella tiene claro hacia dónde va. Si en el camino comete errores, es otra cosa. Es más, la desprolijidad, más que un problema, parece ser parte de la estrategia. Se confunden tanto las cosas, que el tiempo y el debate se pierde en solucionar los baches, olvidándose del fondo.
En aquello ha sido tremendamente exitosa. Pese a todos los problemas, sus reformas avanzan sin perder el norte. En esto, algunos se jactan de mejorar técnicamente las propuestas mal presentadas, sin darse cuenta que aquello al Gobierno le importa poco, mientras el fondo no cambie. Y esto es siempre igual. Sucedió con la reforma tributaria, la de los colegios y ahora la de gratuidad. Y sucederá lo mismo con la laboral, la constitucional y cuanta otra reforma se les ocurra. La estrategia siempre será la misma: improvisar, confundir, quedarse en la forma, no en el fondo.
La gratuidad, aprobada ayer por el Senado, es un ejemplo perfecto. Nadie discute que hacer un cambio de esta magnitud vía una glosa presupuestaria es un abuso. Peor aún si el diseño está mal planteado. Pero, en vez de pedir un mínimo de seriedad, los parlamentarios se dedicaron supuestamente a mejorarla, con arreglines a dedo, siguiendo al pie de la letra el juego de La Moneda.
Porque, digamos las cosas como son: el Gobierno incentiva esta verdadera pichanga legislativa. Ellos, pese al desconcierto que generan, sí entienden a donde van. Saben que tener una discusión seria, por ejemplo, sobre educación superior, es más fácil con la gratuidad instalada, aunque sea a la mala. Por eso dilatan el proyecto definitivo, la discusión de fondo. Ahí todo se puede entrampar. Prefieren actuar en el desorden.
De allí que comprarse esta administración como ineficiente es un error.La improvisación también es una estrategia, y muy efectiva cuando se usa bien. Y este Gobierno ha hecho un arte de aquello. Porque desconcierta al otro y lo obliga a concentrase en los detalles, escondiendo el fondo, que no es otro que cambiar el Chile que conocemos desde que volvió la democracia. Llevarlo a la izquierda. Si en el camino los acusan de ser desprolijos, es un detalle menor frente al objetivo que pretende. Es más, el ideal es que las ramas no dejen ver el bosque. Capaz que ahí los pillen.
Frente a esto, abstenerse, como hizo el senador Walker, es un gesto que no deja ser frívolo. Es dar un paso al costado, para que discriminación, la improvisación y la desprolijidad que él mismo denuncia, se instalen definitivamente y consigan su objetivo. Es seguir haciéndole el juego al Gobierno.