Si lo que quiso decir Ricardo Lagos es que este gobierno es inepto y nos lleva al despeñadero, ¿por qué lo dijo de manera tan enredada, en ese tono como de oncólogo que le informa al paciente que no cuenta con siquiera un año y medio de vida?Semanas antes, Bachelet trata también de sacarse el pillo en una entrevista al diario El País cuando, al preguntársele por su bajo apoyo, contesta que la “crisis política” sería universal (de todos/de nadie), si hasta pasa lo mismo en Europa; el problema sería de los partidos y de la democracia representativa, y por eso en Chile estamos haciendo un proyecto constituyente desde abajo. ‘El sistema está podrido, no me mire a mí, al contrario, he dado inicio a la solución, esté atento, ya verá’. Mientras Bachelet pone en circulación el viejo cuento de que Chile es “test case”, Lagos vuelve a ese otro leitmotiv chileno, a su eterna crisis, anunciada, proclamada, denunciada… insolublemente perenne.
No ayuda el que se nos venga diciendo, desde hace más de cien años, que estamos en crisis. Esta última vez, desde 2011. Antes, en 1991, por carta episcopal de Monseñor Oviedo en que habló de “crisis moral”, y se le contestó que la crisis era del paradigma y púlpito desde donde el prelado sentenciaba (lo cual pareció confirmarse al desatarse la llamada crisis de la Iglesia). Y antes-antes, vea usted: Gonzalo Vial en los 80 insistiendo con el cuento; están también los 16 años de dictadura militar (aunque ¿esa fue crisis o postcrisis?); el 73 (La Moneda en llamas lo dice todo); la década de los 60 (habiendo tanto melenudo); el diagnóstico estructuralista de Ahumada y Pinto (“crisis integral”, “un caso de desarrollo frustrado”); la inflación (desde los 50 en adelante); la corruptela radical que hubo que barrer el 52 (Lagos fue alguna vez radical); la crisis del 29 (véase La eterna crisis chilena de Carlos Keller del 31); los militares golpistas de los 20 y 30; lo del salitre post 1914; los “testimonios de crisis” de 1910 (Valdés Canje, Encina, Recabarren); el “no somos felices” de Mac Iver el año “0”; la guerra del 91… Todas queríamos ser crisis, LA CRISIS, la que iba a terminar con todas, “lo decíamos embriagadas y lo tuvimos por verdad”.
Que esta manera de hablar de los problemas del país no parece seria lo comprueba el que nunca se pongan de acuerdo en qué hay que solucionar. No se tiene en cuenta, además, que las crisis son como las fiebres altas en que puede que midan no lo fatal que está el paciente, sino que da la pelea, anticuerpos mediante. Las crisis sin resolución ¿son qué? Sirven de aprovechamientos demagógicos (lo que decía Guillermo Teillier de Lagos y sus ansias presidenciales), o de cajón de (de)sastre en que ambiguamente cabe todo, desde luego, angustias indefinibles (en el mundo popular chileno no es lo mismo estar enfermo que padecer una enfermedad “con nombre”).
Podríamos, mejor, evitar el término y atenernos a diagnósticos precisos. Ahí hasta Lagos diciendo que este gobierno es inepto puede que haga sentido.
La Tercera/El Mostrador