La inconsistencia de Bachelet

La inconsistencia de Bachelet

Compartir

Una vez desatada la tormenta Dávalos, la Presidenta Michelle Bachelet optó por el silencio, decidió no volver de sus vacaciones y mantenerse alejada del conflicto en su refugio de Caburgua. Ayer, de vuelta a sus funciones en La Moneda, la Mandataria, con voz temblorosa y visiblemente nerviosa, enfrentó por primera vez el escándalo que afecta a la familia presidencial.

Desde Holanda, el rector y columnista Carlos Peña, consultado por El Mostrador, analizó las declaraciones de la Presidenta y distinguió tres partes fundamentales en su discurso: en la primera reiteró sus convicciones meritocráticas o igualitarias; la segunda estuvo constituida por las explicaciones e insinuaciones respecto de su conducta una vez que supo del caso Caval; la tercera se refiere a las respuestas que dio a los periodistas.

El reconocimiento. Según el analista político, la Mandataria recalcó los valores del Gobierno para rechazar la conducta de su hijo: “Al reiterar sus convicciones y las del Gobierno, la Presidenta reconoce tácitamente que la conducta de su hijo las contradijo gravemente, que su hijo y su nuera no estuvieron a la altura de ellas.  No lo dice explícitamente –después de todo, se trata de su hijo y su nuera–, pero no cabe duda que sus palabras y su actitud lo afirman”.

La inconsistencia. En un segundo momento –cuando alude a su propia conducta–, Peña afirma que existen inconsistencias: “Desgraciadamente, las declaraciones de la Presidenta no resultan del todo consistentes con las circunstancias públicamente conocidas”.

El rector de la Universidad Diego Portales explica que “la Presidenta dio a entender que la salida de Sebastián Dávalos fue una decisión presidencial. Uno de esos casos en los que quien ejerce el poder político debe escoger entre sus deberes y sus afectos, eligiendo los primeros. Ocurre, sin embargo, que en este asunto el Gobierno, a través del ministro del Interior y el vocero subrogante, manifestaron explícitamente que el caso estaba en manos de Sebastián Dávalos. En vez de comunicar oportunamente una decisión presidencial respecto del caso, el ministro del Interior y el vocero insistieron, una y otra vez, que el asunto le correspondía resolverlo a Dávalos. La actitud de esos ministros se contradice con las declaraciones de la Presidenta que ahora insinúa –aunque significativamente sin afirmarlo del todo– que habría sido ella quien adoptó la decisión”.

Además, el abogado cree que la situación se extendió mucho más de lo debido: “Un asunto que se estiró por más de una semana, como si Dávalos fuera propietario de su cargo, en la que se insistió hasta el hartazgo que se trataba de un asunto privado, con ministros que se referían a él cuidando no irritarlo y que delegaban en él la decisión final, no se condice del todo con las declaraciones de la Presidenta que insinúa que fue ella la que decidió apartarlo. ¿Acaso se ha olvidado ya la cantidad de veces que el ministro del Interior puso en manos del propio Dávalos (como si el ministro y la propia Presidenta no tuvieran injerencia alguna en el cargo que Dávalos desempeñaba) la solución del problema, estirando así este asunto a más no poder?”.

Las respuestas. Sobre las tres preguntas que formularon los periodistas, previamente sorteadas y acordadas, Carlos Peña se detiene en la que le parece más llamativa: “Cuando le consultaron si acaso la conducta de su hijo resultaba contradictoria con el discurso del Gobierno acerca de la igualdad, ella respondió que la preferencia por la igualdad no era un discurso ‘sino una práctica’. La respuesta es llamativa porque lo que aquí estuvo en cuestión fue justamente un tipo de conducta que impide que el discurso del Gobierno se vuelva práctica”.

En torno a la afirmación de que se enteró por la prensa del negocio de Caval, Peña aseguró lo siguiente: “No hay motivo alguno para dudar de la afirmación de la Presidenta de que se enteró por la prensa. No podía además ser de otra forma. Si lo hubiera sabido antes que la opinión pública, además sin resolverlo oportunamente, estaríamos en presencia de un grave problema político. Por eso más que la ignorancia que la Presidenta declara, lo alarmante es la ligereza con que su hijo y su nuera consideraron la situación en que se encontraban, ocultándosela a ella, sin ser capaces de calibrar en lo más mínimo la entidad de los compromisos simbólicos de la Presidenta”.

Sobre el rol de sus asesores políticos y los servicios de inteligencia, que tendrían que haberla informado, ya que se trataba de información sensible, Peña sostuvo que “es probable que el Gobierno tenga el deber de conocer ex ante los negocios y actividades en que están involucradas las personas cercanas a quien ejerce la Presidencia de la República. Ello es imprescindible, sobre todo en este caso en que, como a todos consta, no hubo previa declaración ni de intereses ni de patrimonio. Es obvio que hubo aquí una desatención mayúscula y antigua, aunque no de los servicios de información, sino de los funcionarios políticos del Gobierno que, a la hora de solicitar declaración de intereses o de patrimonio o una vez que supieron del caso Caval, no fueron capaces de imponer a tiempo  las reglas básicas de la función pública, inhibiéndose, al parecer, de hacerlo por ser Sebastián Dávalos hijo de la Presidenta”.

LA DISIDENCIA EN LA NUEVA MAYORÍA

En la Nueva Mayoría el respaldo a la Presidenta fue unánime. Tanto el senador Eugenio Tuma, del PPD, como Fuad Chahin, de la DC, y Osvaldo Andrade, del PS, valoraron la intervención de la Presidenta y quieren dar por cerrado el tema.

La única voz crítica del oficialismo fue la del diputado democratacristiano René Saffirio, quien profundizó en sus declaraciones en El Mostrador: “El país ha estado convulsionado con las noticias relacionadas al negocio de Dávalos y su cónyuge. Se habían generado muchas expectativas de la reacción que tendría hoy la Presidenta. Todos esperábamos que ella reconociera el error de nombrar a su hijo; por el contrario, lo que señaló es que estaba muy contenta con su desempeño en la Dirección Sociocultural. Eso la distancia de la percepción de los ciudadanos. La reunión de Dávalos y Luksic es el ícono de la desigualdad. Si la Presidenta y sus asesores creen que con lo que dijo hoy se pone punto final a la polémica, están muy equivocados. El país esperaba respuestas más consistentes, mayor volumen de información y un poco más de humildad para reconocer los errores. Esperábamos una respuesta como Presidenta de la República, no como madre”.

LA DESCONFIANZA DE LA ALIANZA

En la Alianza, el secretario general de Renovación Nacional, Mario Desbordes, afirmó a El Mostrador que valoraban la declaración, pero lamentaban que la Mandataria hubiese esperado tanto para hablar: “Esto afectó la imagen del país. Primera vez en democracia que se produce un escándalo en la familia del Presidente de la República. Ella sostiene que está por la igualdad, por que no haya privilegios, pero el préstamo se lo dieron a la empresa de la nuera justamente por los privilegios. Que hable de transparencia es un contrasentido, se negó a que el hijo hiciera declaración de patrimonio durante todo un año, se la pedimos varias veces. A título personal, como ser humano, sus declaraciones son entendibles, pero no como Primera Mandataria, no es lo que uno espera de la Presidenta. Ella no condenó el hecho directamente”. Además, Desbordes afirmó que en la conferencia existió censura, porque solo se aceptaron tres preguntas.

El jefe de la bancada, Nicolás Monckeberg, fue más allá y afirmó que no le creía a la Presidenta que se hubiese enterado por la prensa: “No le creo a la Presidenta cuando dice que se enteró por la prensa de la reunión de Dávalos y Luksic, tampoco creo cuando ella señala que se enteró del negocio por la prensa, definitivamente no es creíble. Y si es cierto, creo que es gravísimo que el hijo de la Presidenta haga estos negocios a sus espaldas”.

Por su parte, el diputado UDI Felipe Ward también dudó de la afirmación de la Presidenta: “Resulta poco creíble que la Mandataria no tuviese conocimiento de este lucrativo negocio, ya que el sentido común indica que si un hijo gana de manera tan rápida una importante cifra, a lo menos uno tiende a pensar que le informaría a su progenitora lo bien que le está yendo en la sociedad a la que pertenece”.

Ayer, se conoció la primera encuesta que analiza el impacto del caso en la aprobación de la Presidenta: la muestra de Cadem arrojó que la Mandataria descendió nueve puntos y que la mayoría cree que sabía con anterioridad del negocio de Caval.(El Mostrador)

Dejar una respuesta