La izquierda no puede morir

La izquierda no puede morir

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Lo que púdicamente llamaremos la derrota del 17D (la llaman también paliza, debacle…) plantea desafíos mayores. Para la derecha representa la oportunidad de renovarse rompiendo con su pasado autoritario y ultraconservador. Si en la batalla interna triunfan los sectores más liberales representados por figuras emergentes como Felipe Kast, Gonzalo Blumel o Jaime Bellolio, puede aspirar a abrir un ciclo que podría extenderse por más de un período de gobierno. Esa es la ambición de Sebastián Piñera.

Para el centro es su subsistencia misma la que está en cuestión. Debe demostrar que tiene un programa interesante que le asegure una razón de ser y un espacio significativo en el sistema político. No es tarea fácil. Grandes partidos como la DC italiana sucumbieron en el intento.

Por su parte, la izquierda no puede eludir el debate que debió producirse luego de la derrota del 2010. En esa ocasión, la posibilidad de recuperar rápido el poder de la mano de la Presidentra Bachelet, tuvo el efecto de una anestesia que impidió una reflexión de la profundidad requerida.

Los partidos de la izquierda tradicional no advirtieron la fuerza de las nuevas tendencias y no produjeron las respuestas que estas demandaban. Los costos han sido enormes.

El viejo eje histórico PDC-PS, que dio vida a la Concertación y condujo la transición, ya no tiene la misma significación. Hace tiempo que la DC dejó de ser el principal partido político con un respaldo electoral cercano al tercio del total. En la actualidad es una fuerza que no supera el 10%. Asimismo el PS, que mantiene una representación parlamentaria importante, no consiguió convertirse en la “casa común” de la izquierda. En su momento lo desafió el Partido por la Democracia y en la actualidad lo hace el Frente Amplio.

Con todo, lo que genéricamente se podría denominar la “izquierda” rompió en la primera vuelta de la pasada elección el techo del tercio, empinándose a cerca de la mitad del electorado (suma de votos alcanzados por Guillier, Sánchez, ME-O y Navarro). Se trata sin embargo de un archipiélago fragmentado que está muy lejos de disponer de una fuerza política equivalente.

La recomposición de una alianza entre el centro y la izquierda no ha perdido toda su pertinencia. Hasta nueva orden es la única manera de construir una mayoría social y política duradera.

Hay, sin embargo, una cuestión previa: la izquierda tiene que hacer las cuentas consigo misma, identificando con rigurosidad sus errores e insuficiencias. Ese es el punto de partida para la generación de una propuesta posneoliberal que responda a las demandas diversas, y a veces contradictorias, de una sociedad que ha experimentado transformaciones que no hemos terminado de comprender.

Los tiempos que abrió la derrota del 17D serán fértiles en recriminaciones y ajustes de cuentas. La catarsis es tan dolorosa como inevitable. Pero hay que ir mucho más allá. Chile necesita una izquierda fuerte, capaz de interpretar los anhelos de las grandes mayorías trabajadoras. La izquierda no puede morir o vegetar en la mediocridad. En lo inmediato, es fundamental generar humilde y pacientemente los espacios que hagan posible un debate amplio y constructivo que supere el momento de los puros reproches y lamentos. (La Tercera)

Carlos Ominami

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