El expresidente Ricardo Lagos negó tres veces al Apruebo. Primero, en una carta publicada en su sitio web que se masificó rápida y ampliamente a través de las redes sociales. Luego, en una entrevista al diario La Tercera y, finalmente, en una conversación con CNN Chile. No es casualidad. No es error.
Lagos, símbolo de la lucha contra la dictadura, motor de la transición, y el primer presidente socialista después de Allende, simplemente no está contento con lo que propusieron los constituyentes. En sus propias palabras, el texto “no convoca a la gran mayoría”, y, por lo tanto, el “desafío” de construir una “buena constitución” sigue vigente.
La negación de Lagos es importante por varios motivos, pero principalmente porque ilustra la complejidad del plebiscito de salida. A todas luces, son más de dos opciones sobre la mesa. En su análisis de la situación, Lagos sugiere que, pase lo que pase, el debate constitucional continuará el 5 de septiembre, profundizando la idea de que no es solo el Apruebo y el Rechazo lo que está en juego, sino que también sus descendientes, el “Apruebo para reformar” y el “Rechazo para reformar”. Lo anterior es relevante, en tanto reafirma la debilidad de la propuesta. Si el texto estuviera a la altura de lo que se pedía, sus descendientes serían innecesarios.
Los constituyentes tuvieron un año para escribir un texto un poco mejor que el actual y no lo lograron. Pero no fue por incapacidad, fue por falta de voluntad. No era tan difícil hacer algo mejor, sobre todo porque estaban los votos para hacerlo. Pero el espíritu refundacional fue más. La ideología opacó la razón. Y la amplia mayoría de escaños a favor de la izquierda no ayudó a mejorar la situación.
Al no tener rival, los constituyentes de los sectores dominantes decidieron proceder sin considerar al votante mediano ni tampoco las dificultades que tendrían para convencerles una vez redactado el texto.
En su esfuerzo refundacional, los constituyentes no solo descartaron todo lo que no funciona, sino también descartaron todo lo que sí funciona. Metodológicamente, es la peor forma de diseñar una constitución. Lo que hicieron los constituyentes en Chile no se ha observado en ninguna otra parte del mundo. Ciertamente en ninguna democracia avanzada.
Los constituyentes no solo escribieron el documento desde su trinchera, sino que también lo hicieron desde la emoción. El resultado final es reflejo fiel de este proceso, y, por lo mismo, probablemente una de las motivaciones que tuvo Lagos para negarlos.
Es más, probablemente sea lo mismo que llevó a tantos otros estandartes de la centroizquierda socialdemócrata a manifestarse derechamente a favor del Rechazo, como sugieren los argumentos expuestos por el expresidente de Codelco Óscar Landerretche, el exministro de Hacienda Andrés Velasco, y el ex ministro de Justicia Carlos Maldonado. El exdiputado, expresidente de la Democracia Cristiana, y hasta hace pocos días Convencional Constituyente, Fuad Chahín lo resume mejor: por su revanchismo, el texto propuesto ofrece división, inestabilidad, inseguridad, y pobreza.
En términos sencillos, de las cuatro opciones que hay sobre la mesa (“Apruebo”, “Rechazo”, “Apruebo para reformar” y “Rechazo para reformar”), tres constatan la debilidad de lo propuesto por los constituyentes. Solo el Apruebo sin apellido (a su vez, descendiente del “Apruebo de salida”), es la que convoca a quienes piensan que no hay que cambiarle una coma a lo propuesto por los constituyentes. Quizás por eso no sea sorpresa que esa sea precisamente la opción preferida de una parte importante del gobierno, cuya primera línea ha empujado por años la idea de que la solución a todos los males pasa por la demolición completa del sistema.
Para todo el resto, el texto es deficiente. Desde el grueso de la centroizquierda a la derecha más dura, hay que arreglar el texto o descartarlo. Probablemente también es lo que sienta la gran mayoría de los chilenos, que desafortunadamente no le interesa la política.
Este conjunto de observaciones es importante, pues dibuja una línea ideológica entre el Apruebo y el Rechazo, con la izquierda a un lado, y el resto al otro. Al final del día la diferencia entre el Apruebo para reformar y el Rechazo no es tan diferente, ambos creen que lo que propusieron los constituyentes es inaceptablemente insuficiente.
Si a las posiciones a favor de cambiar lo que escribieron los constituyentes (“Apruebo para reformar” y “Rechazo para reformar”), o reformar el texto vigente por medio de otra vía (Rechazo), se le suma la noción de que el costo del cambio ya está internalizado por las personas (creen que la constitución se va a cambiar), se puede concluir que el resultado del plebiscito pende de la percepción de las personas sobre el compromiso de los distintos sectores políticos.
Por ejemplo, si las personas piensan que la derecha no quiere cambio alguno, aprobarán el texto; si en cambio piensan que la derecha sí está comprometida con el cambio, lo rechazarán.
Por lo anterior, ha ganado fuerza en el bando del Apruebo la idea de difundir que, si el texto se Rechaza, la derecha vetará el cambio. La idea, que cada vez se escucha más entre la elite de la centroizquierda, permite escapar de la peligrosa táctica del “Apruebo o el caos” y de la vetusta Pinochetización electoral, para así entrar en un terreno más propositivo y atractivo para los votantes.
Aunque hoy el Rechazo esté arriba en las encuestas, si las personas comienzan a concebir que no habrá cambio por la acción o inacción de la derecha, el balance se volcará a favor del Apruebo.
Finalmente, hay otro escenario, del cual poco se habla, pero es igual de importante: el “Apruebo para reformar”. Si hay incertidumbre sobre la posibilidad de reformar si gana el Rechazo, ¿por qué no habría incertidumbre sobre la posibilidad de reformar si gana el Apruebo? ¿Quién asegura que la izquierda comprometerá sus votos para mejorar el texto si gana el Apruebo? Pues bien, nadie. No hay compromiso. Por, lo mismo, es absolutamente legitimo suponer que de ganar el Apruebo, regirá el texto de los constituyentes sin cambios. Por esto, entre otras cosas, es tan relevante y oportuno el proyecto de los 4/7 de los senadores DC, Ximena Rincón y Matías Walker.
Presumiblemente, lo que motiva a Lagos a negar al Apruebo es lo anterior. Es el miedo a que gane una propuesta de texto constitucional evidentemente deficiente y que no se pueda cambiar. Probablemente esté pensando en los candados que vienen adjuntos y cómo la historia se repite, primero como tragedia, y después como farsa.
En esta línea, lo que Lagos no dice es aún más importante de lo que sí dice: si no hay un compromiso real con el cambio, ya sea para mejorar el texto (de la izquierda), o para comenzar un proceso nuevo (de la derecha), el país deberá adoptar un texto notoriamente partisano, revanchista, técnicamente deficiente y difícil de modificar. (Ex Ante)
Kenneth Bunker