La orfandad de la G-90

La orfandad de la G-90

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Seis meses han pasado desde que el ex ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, dejara el gabinete de la Presidenta Michelle Bachelet, meses en los cuales ha estado sumergido en un estricto silencio público y que para su grupo político más estrecho, la polémica G-90, no han sido nada de fáciles. La mayoría de ellos han sido defenestrados de los cargos que ostentaron el primer año de Gobierno, cuando su líder era el hombre de mayor confianza de la Mandataria, y en general hasta hoy no son bien mirados en la Nueva Mayoría, ya que nunca fueron muy queridos en el oficialismo y sacaban muchas ronchas en su propio partido, el PPD.

No todos han salido de sus puestos, como sí sucedió con Héctor Cucumides y Flavio Candia –asesor de Peñailillo en Interior–, varios se mantienen trabajando en el Gobierno, aunque fueron degradados de las instancias de poder y decisión de los ministerios donde se encontraban, como fue el caso de Harold Correa en Educación, Gabriel Sepúlveda en Energía y Adolfo Galindo en Minería. Solo unos pocos, como la gobernadora de la VI Región, Carolina Cucumides; el subsecretario de Desarrollo Social, Juan Eduardo Faúndez; y el cuestionado administrador de La Moneda, Cristián Riquelme, siguen en sus puestos.

La frágil situación en la que se encuentra la G-90 pasa además por el hecho de que hoy no tienen injerencia alguna en el debate político público ni en el seno del partido y están en deuda de legitimidad política, ya que nunca han ganado un cargo de elección popular ni tampoco una contienda interna en el PPD.

Este escenario los llevó a pedir ayuda. Hace semanas que es sabido y comentado en la colectividad, y también fuera de ella, que la G-90 anda buscando apoyo y respaldo político con diversas figuras, poniéndose a disposición, dejando atrás las diferencias políticas internas, que siempre tuvieron principalmente con el girardismo.

“Andan pidiendo agua”, aseguraron desde las bancadas parlamentarias del partido. Un elemento no menor si se considera que nunca los quisieron mucho en el partido, porque la G90 siempre actuó como una suerte de secta en torno a la figura de Peñailillo más que a un proyecto político concreto, se les cuestionó mucho que su nivel profesional no estaba a la altura de los cargos a los que accedieron gracias a la meteórica carrera política que en 10 años hizo el ex ministro, que nunca privilegiaron el partido sino que solo los intereses de su grupo y nada más.

Tras caer en desgracia política este año luego de la salida de Peñailillo del gobierno en mayo, la primera reacción de la G-90 fue acusar una razia en su contra, por meses no ocultaron su molestia y enojo con la Presidenta y La Moneda, catalogando en privado de injusto el trato que se le había dado al ex ministro y a ellos.

Nunca dejaron de estar coordinados permanentemente como colectivo y siempre en torno a la figura de su líder, con habituales reuniones en su casa.

Después, en los meses más oscuros que atravesó La Moneda y Bachelet este año, entre julio y septiembre, por la caída estruendosa en la encuestas, una seguidilla de errores y conflictos políticos que redundaron en una fuerte sensación colectiva de vacío de poder, muchos en el oficialismo señalaron a la G-90 como una de las responsables de lo que se llamó “el fuego amigo”, que incluyó polémicos rumores sobre la salud de la Mandataria, como parte de una operación contra ella, que no llegó a buen puerto.

Durante septiembre, hubo una suerte de segundo aire, en el ambiente político se habló de un regreso de Peñailillo, una serie de artículos de prensa estratégicamente filtrados por el entorno del ex ministro, asesores y cercanos que dieron cuenta de su recuperación tanto física como anímica, que además anunciaban que el ex brazo derecho de Bachelet preparaba –para la primera quincena de octubre– una entrevista con un canal de televisión, como hito de lo que llamaron la operación retorno.

Pero la entrevista nunca se concretó, el sonado regreso de Peñailillo se postergó por ahora, ya que el ex ministro ingresó hace una semana a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) como investigador en el área de productividad y educación, bajo el alero del director de dicha institución, Angel Flisfisch (PPD). Aseguran que por distintas vías le llegó al ex ministro el mismo consejo: lo errado de la estrategia que estaba implementando, que lo mejor para él era mantenerse ajeno a la política contingente por un buen tiempo, serenarse y apostar en el mediano plazo por su retorno, quizás pensando en alguna candidatura parlamentaria para volver a legitimarse.

En el PPD son varios los que aseguran que los huérfanos de Peñailillo han tenido conversaciones con diversas figuras del girardismo y la mesa directiva, algunos de ellos serían los vicepresidentes René Jofre y Gonzalo Navarrete y el secretario general, Óscar Santelices. Diálogos que en la G-90 no desconocen y que –aseguran– son para sondear posibles consensos a futuro, una posible lista de unidad con miras al recambio en la conducción del partido, que “ambos grupos no sigan enfrentados”.

Eso sí, la nueva presidencia del partido es un tema que aún no tiene siquiera fecha y sobre la cual recién en enero y marzo del próximo año el Consejo General debe zanjar el momento más adecuado, que puede ser incluso después de las elecciones municipales de octubre.

Desde el girardismo confirman los contactos, las conversaciones y explican que fue una decisión política “abrirle espacios a la G-90”, darles un “trato respetuoso” y “respaldarlos”, ya que es evidente que quedaron bastante solos. Explicaron que eso pasa por apoyar que figuras de la G-90, que consideran se han desempeñado bien en sus funciones, sigan en sus cargos, como son los casos –precisaron– de Cucumides y Faúndez, como también considerarlos en la lista de candidatos a alcaldes y concejales del PPD para el próximo año.

“Se les ha invitado a ser parte de una discusión política más amplia en el PPD”, explicó una influyente figura del partido.

 

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