La rebelión UDI en contra de Sichel

La rebelión UDI en contra de Sichel

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Hace un mes escribí, en este mismo espacio de El Mostrador, que Sebastián Sichel estaba corriendo un riesgo grande al intentar convertirse en el “sheriff” de los partidos que integran la coalición gobernante. Primero las emprendió contra la diputada Paulina Núñez –una peso pesado dentro de Renovación Nacional–, advirtiéndole, a través de Katherine Martorell, que, si persistía en votar a favor del cuarto retiro, debería considerarse “fuera de este proyecto político y del futuro Gobierno”. Una amenaza que no solo demostró la falta de comprensión de la escasa disciplina que tienen en la actualidad los partidos –de todos los colores y sectores–, sino que además abrió una duda respecto a la gobernanza que podría ejercer un independiente al frente de un pacto con dos partidos fuertes. Además, Sichel proyectó una soberbia que suele pagarse cara en política. Y, claro, el episodio Núñez demostró bastante ingenuidad y poca habilidad política.

Pero además de provocar –torpemente– a sus socios de RN, de su estilo autoritario y carácter explosivo, el expresidente de BancoEstado tiene un hándicap que en la UDI no logran asumir ni, menos, están dispuestos a perdonar: su pasado en la DC, sus fotos con Michelle Bachelet y Andrés Velasco y, por supuesto, su fallida experiencia en el hoy opositor partido Ciudadanos. Pero faltaba el remate: su participación en el primer debate presidencial.

El exministro de Piñera intentó dar señales hacia el electorado de centro, lo que fue duramente criticado por parlamentarios y dirigentes de la UDI. Sin temor a “lavar los platos sucios en casa” por la prensa, fue el senador Claudio Alvarado quien le disparó los primeros dardos, advirtiéndole que, de seguir en esa línea, su candidatura estará en “serios riesgos”.

Sichel había olvidado una premisa que, al menos, no se debe obviar jamás en esta etapa: mientras se es candidato, se debe actuar de manera políticamente correcta con los suyos. En un nuevo arrebato, descalificó a Alvarado y lo tildó de “senador designado” –algo cierto, pero inadecuado viniendo de alguien de su misma coalición–. Fue una salida torpe y poco inteligente, que significó que el presidente del partido, Javier Macaya, no solo asumiera una dura defensa del exministro, sino que confirmó algo sobre lo cual en el comando de Sichel ya habían encendido las alarmas en las semanas previas. El parlamentario fue categórico: Alvarado simplemente había expresado un sentimiento predominante en la UDI, el que primero se apoderó de las cúpulas, para luego extenderse a todos los niveles del gremialismo.

Resultan tan evidentes los esfuerzos de Sichel por posicionarse como un hombre progresista, moderno e “independiente de verdad”(y así crecer hacia el mundo centro y ex-DC), que terminó él mismo hipotecando su capital en la derecha. José Antonio Kast aprovechó la oportunidad que le sirvió en bandeja el exconcertacionista en el debate y le habló directamente al nicho que sabe que tiene en la UDI y en un sector de RN, el de la derecha más dura, la del “Rechazo”, esa que aún venera la figura de Pinochet y que se ha opuesto a todos los cambios sociales y culturales en un país que ha evolucionado a una velocidad sorprendente. Para ese grupo, Sichel es y será simplemente un liberal en lo moral y, lo que es peor, un exdemocratacristiano.

Extremadamente difícil la tendrá Sebastián Sichel en estas pocas semanas que quedan para la primera vuelta presidencial. Javier Macaya fue muy claro: o corrige el rumbo o la desafección irá en aumento. De ahí que el presidenciable deba enfrentar un dilema que no tiene puntos intermedios –eso que en psicología se llama “doble vínculo”–. Un giro hacia la derecha provocaría que los dos candidatos del sector deban dividirse la misma bolsa de votos. El otro camino es igual de peligroso, porque cargarse más al centro puede hacer crecer la posición extrema de Kast. En ambos casos puede perder la opción de pasar a segunda vuelta.

De fondo, la UDI le devolvió la mano a Sichel y paró en seco su estrategia de convertirse en el “sheriff” del sector, además de dejarle en claro que, en caso de convertirse en Presidente, no se mandará solo. Una especie de déjà vu de lo vivido por su principal promotor, su tocayo Sebastián Piñera. Y más allá de la aventura del otrora presidente de BancoEstado, la inquietud que despierta el repunte de JA Kast –que por lo demás se maneja muy bien en los debates– es que la derecha más dura y conservadora (esa del mundo pre-18-O), parece estar volviendo a tomarse el sector, pese a todo lo que ha pasado en este país en estos últimos dos años.

Y, claro, surge también la duda de qué puede pasar a nivel social y político si, en una de esas, tenemos a Kast y Boric –quien parece ser el único seguro a estar en la segunda vuelta– disputando la Presidencia en diciembre. Una polarización que puede traer de vuelta todos los fantasmas, desconfianzas y temores cruzados, instalando un escenario muy complejo para nuestra sociedad golpeada por una doble crisis –social y sanitaria– que se arrastra por dos largos años. (El Mostrador)

Germán Silva Cuadra

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