La repetida advertencia DC

La repetida advertencia DC

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Igual como ha ocurrido antes de cada elección presidencial desde 1999, cuando se acerca la temporada electoral, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) comienza a lanzar amenazas a sus socios de coalición poniendo condiciones para sentarse a una mesa de negociación que sólo busca formalizar una inaceptable colusión de los partidos. Pero como las amenazas dejan de funcionar cuando se repiten demasiado, el acto de poner la pistola sobre la mesa deja de ser intimidante y se convierte en una molesta rutina. Como el principal requisito para emprender el camino propio es tener un candidato presidencial atractivo, todo el mundo sabe que la pistola que hoy pone el PDC sobre la mesa no tiene balas.

Una de las principales colusiones que existen en Chile hoy es la que beneficia a los partidos políticos. En vez de promover la competencia, los partidos han formado carteles –coaliciones- que se reparten el mercado de votos con acuerdos igual de impresentables que los que usaban las empresas papeleras. En vez de realizar primarias para escoger a los candidatos de cada coalición en cada comuna y distrito, los partidos aplican el principio de “el que tiene, mantiene”, asegurando así el tamaño de mercado de cada agrupación. Pero, a diferencia de las papeleras, que hacían esas prácticas a escondidas -disfrazando los mensajes como partes de boda y botando las computadoras al canal San Carlos- los negociadores de los partidos se mandan mensajes por los medios y defienden sus estrategias de colusión en la televisión.

Pese a que en el país existe una ley que regula las primarias para escoger a los candidatos a los cargos de elección popular, los partidos prefieren las negociaciones entre sus jerarcas para elegir candidatos. Esto, porque las elecciones pudieran producir resultados adversos para los partidos. Un partido que controla 30 comunas no quisiera que, producto de primarias abiertas y competitivas, en la elección de octubre de 2016 sólo pueda presentar candidatos en 15 comunas. Por ejemplo, el PDC, que en 2012 logró mantener la comuna de Maipú, una de las más pobladas del país, se resiste a aceptar que la Nueva Mayoría realice primarias para escoger al abanderado de la coalición en Maipú. Como si tuviera un derecho preferente a mantener la comuna, el PDC defiende la colusión partidista.

Esa práctica la usan todos los partidos, desde la UDI al PC. Aunque dicen que no tienen problemas para aceptar primarias, la letra chica que defienden en los acuerdos de primarias hace que éstas se conviertan en irrelevantes. Igual que grandes empresas que se dividen las cuotas de mercado en los supermercados pero permiten competencia en los kioscos de las ciudades con menos de 10 mil habitantes, los partidos quieren acuerdos de primarias que las hagan, para todos los efectos prácticos, triviales e irrelevantes.

Porque fue el primero en mover pieza ahora, sólo semanas después que estallara el escándalo de la colusión, la advertencia del PDC contra la competencia abierta es especialmente impresentable. Pero, además, resulta poco creíble, dada la débil posición de negociación que tiene el PDC. La amenaza del camino propio implicaría que el partido se presentara con su propio candidato presidencial en 2017. Aunque el nuevo sistema electoral favorece la multiplicación de listas y hace más difícil que se mantengan las grandes coaliciones, el hecho que la contienda legislativa se realice el mismo día que la elección presidencial genera incentivos para mantener las grandes coaliciones. Después de todo, los candidatos presidenciales populares arrastran votos para sus coaliciones. Un partido que se vaya por fuera de las grandes coaliciones necesitará un candidato presidencial atractivo para evitar desaparecer. Amenazar con el camino propio si no tienes candidato presidencial equivale con amenazar con irte de la casa y después pedirle a tu mamá que te lave la ropa y te alimente.

En política, los partidos también son esclavos de costumbres. Aunque la sociedad está harta del abuso de los más poderosos y los escándalos recientes han convertido a la colusión en una de las formas más rechazadas de abuso, los partidos siguen en un mundo aislado de la calle y, ante la cercanía de la próxima temporada electoral, quieren usar las mismas prácticas de colusión para repartirse el país. En vez de tomar la bandera del sentido común y aceptar que su posición centrista y moderada es un activo para cualquier candidato presidencial que sí tenga apoyo popular, el PDC aparece como el niño malcriado que quiere ser el centro de una ruidosa fiesta que ya tiene hastiados a los vecinos. Cuando los chilenos piden más competencia en todos los mercados, el principal partido en Chile en los últimos 50 años ha optado por usar una amenaza no creíble ante sus socios para que todos juntos defiendan las banderas de la colusión.

 

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