En un reciente sábado por la tarde, el gimnasio de la Escuela Secundaria Mumford, en Detroit, está lleno de cientos de personas llevando consigo tiras de papel de color naranja.
La gente está aquí para comprar lotes vacíos ubicados junto a sus casas por el precio de oferta de US$ 100.
Es un esfuerzo del nuevo alcalde de Detroit, Mike Duggan, y el consejo de la ciudad para conseguir que los ciudadanos ayuden con el mantenimiento de muchas propiedades abandonadas de Detroit, que se cuentan por decenas de miles.
Los lotes vacíos son el doloroso recuerdo de la clase media que alguna vez prosperó junto a la industria automovilística de Detroit.
Eso antes de que los recortes de personal resultaran en que cientos de miles de personas abandonaran la ciudad, dejando vacíos a barrios enteros.
Fue una migración sin precedentes. La población de la ciudad entre 1960 y ahora se redujo en dos millones para llegar a los 700.000 de hoy. Y hace un año y medio las autoridades de Detroit declararon la quiebra de la ciudad.
Pero a medida que el marcador electrónico del gimnasio en la escuela cuenta el número de lotes vendidos, hay una sensación palpable aquí en Detroit que indica el comienzo de la vida después de la bancarrota.
UN ÁRBOL CRECE EN DETROIT
Sherry Shockley, residente permanente de Detroit, es una de las que quieren comprar. Ella ha estado cuidando del terreno abandonado al lado de su casa durante 15 años.
«Cuando empecé, no había árboles en el lote – ahora los árboles son tan altos como edificios», me dice.
Ella reconoce que los últimos años han sido difíciles, a medida que las finanzas de la ciudad se derrumbaron y los servicios básicos, tales como la policía, sucumbieron a la mala administración crónica de los políticos de Detroit.
«He luchado contra las pandillas que querían vandalizar la casa de al lado», dice ella.
«Yo tenía que salir a la calle y gritarles:» ¡No van a dañar mi barrio!».
Pero hoy es distinto. «Puedo sentirlo – Creo que hay una nueva sensación de seguridad en la ciudad.»
Hace un año y medio, la capital mundial del automóvil parecía haberse quedado sin gasolina.
Detroit era un lugar aterrador y oscuro – literalmente, ya que sólo el 40% del alumbrado público funcionaba.
La ciudad se sentía abandonada – un sentimiento compartido por las personas que se quedaron, muchos de los cuales pensaban que la declaración de quiebra era sólo un intento del estado de Michigan y los acreedores de la ciudad para finalmente borrarla del mapa.
Cuando estuve aquí al comienzo del juicio de bancarrota en octubre de 2013, cientos de residentes habían salido a las calles, gritando «Rescataron a los bancos, abandonaron Detroit».
El juez que presidió el proceso de quiebra, Steven Rhodes, ve como un milagro el hecho de que Detroit superó el juicio de bancarrota evitando tener que hacer recortes draconianos a las pensiones de los jubilados de la ciudad.
Tampoco se vieron obligados a vender activos importantes, como una colección de arte en el Instituto de Artes de Detroit, que incluye obras maestras de Matisse y Van Gogh.
Por supuesto, Detroit está lejos de su apogeo de 1960 – y nadie aquí realmente espera que vuelva a ser como antes el motor económico de la región central de Estados Unidos.
Y para algunos, todo el proceso deja un precedente preocupante.
En la subasta de los lotes conozco a Jan y Greg Frasier. Acaban de comprar los tres lotes que rodean la casa de infancia de Jan.
Aunque están impresionados con la iniciativa del nuevo alcalde, Greg no está seguro de que la declaratoria de quiebra haya sido la panacea como dicen algunos.
«Las cosas no han cambiado mucho en Detroit – la única diferencia, y es una gran diferencia – es que no tenemos poder», dice Greg, refiriéndose al hecho que muchos de los cambios que surgieron de la quiebra no fueron sometidos a votación por los residentes de Detroit.
ESPERANZA
Pero para casi todos los demás asistentes a la subasta, cualquier signo de progreso – de un gobierno municipal que está funcionando por primera vez en muchos años – es suficiente.
Seguí a Sherry a su casa para ver el lote que acaba de comprar, donde alguna vez existió una casa. Ella me contó con entusiasmo acerca del jardín que está planeando para ese espacio.
«Yo no vivo en Detroit por obligación», dice ella.
«Estoy aquí por el ambiente de la ciudad. Me encanta. Esa es la belleza de Detroit.»
Y mientras revisa su lote, se le escurre una lágrima.
Es poco probable que ella vaya a reconstruir la casa que alguna vez estuvo allí.
Así como es difícil imaginar que Detroit pueda resucitar completamente y volver a ser la ciudad que alguna vez inspiraba la admiración de tantos.
Pero un jardín es un comienzo prometedor. (BBC Mundo)