La revolución estridente

La revolución estridente

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Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de las redes sociales. Las formas tradicionales de ejercer el poder están en jaque. Los que rendían cuentas solo a sí mismos o a sus iguales han aterrizado forzosamente a la nueva realidad: la FIFA, la Iglesia Católica, Carabineros de Chile, y así. La clase política y los grandes empresarios sienten hoy una vulnerabilidad que desconocían. Y es que, para bien o para mal, la irrupción de las redes sociales lo está cambiando todo. Desde una sociedad más empoderada que antes hasta gigantes tecnológicos que prestan servicios gratuitos a cambio de invadir la privacidad de todos y cada uno. Las denuncias anónimas infundadas son acogidas sin más en las redes, derribando candidatos a presidir la Cámara de Diputados, la FEUC e incluso los EE.UU. Hoy se sabe que hubo una campaña sistemática para desacreditar a Hillary Clinton, dirigida a votantes indecisos de manera personalizada, orquestada desde Rusia y de la cual no hay responsables. Y eso solo se puede hacer teniendo acceso a las bases de datos de las grandes tecnológicas. El senador Insulza plantea que las redes sociales son un nuevo poder fáctico. El senador Girardi agrega que hoy estas plataformas son más poderosas que los estados nacionales.

Facebook se desacredita porque invadieron su base de datos. ¿Y quién vigila qué hacen Facebook, Google y Amazon con sus bases de datos? De las 10 corporaciones más grandes del mundo -medidas por su valor en bolsa- ocho son de EE.UU. (Apple, Amazon, Microsoft, Alphabet -que controla Google-, Berkshire Hathaway, Facebook, JP Morgan y Johnson & Johnson) y dos son chinas (Alibaba y Tencent). En conjunto, más que triplicaron su valor de mercado en la última década.

La guerra comercial entre EE.UU. y China está radicada en quién o quiénes serán hegemónicos en el área que Klaus Schwab llama “La cuarta revolución industrial”. Esto es, IoT (la internet de las cosas), la robótica, la nanotecnología, la computación quántica, y así. Europa y Japón, en tanto, están preocupados y obsesionados con no quedarse atrás. Su estrategia contempla planes agresivos para mejorar su competitividad en las nuevas tecnologías. Lo ven como un muro de contención para no ser devorados por las gigantes tecnológicas y, así, evitar caer en la irrelevancia histórica.

Quizás lo más parecido que ha vivido la humanidad en el pasado es el proceso que se inició con la invención de la imprenta. Fue la Europa protestante la que tomó ese desafío. En un lapso algo superior a un siglo elevaron significativamente sus tasas de alfabetización, incorporaron masivamente a sus sociedades a la ciencia y a la reflexión, y sembraron los ideales liberales de los cuales hoy somos herederos.

Y mientras el mundo cambia aceleradamente, para bien o para mal, en Chile estamos en otra. Justo ahora que vivimos un cambio de era y una revolución mundial difícilmente más estridente, nuestra discusión interna es pequeña, pequeña. ¡Ay de Chile! (La Tercera)

Manuel Marfán

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