La —hasta ahora— absurda acusación contra el Presidente pudo haber sido una anécdota sino fuera por una serie de actuaciones desafortunadas y torpes que volvieron a hacer de ello un problema político.
La insólita conferencia de prensa de la ministra Vallejo utilizando insistentemente la primera persona del plural (“estamos enfrentando una denuncia sin sustento”) y refiriéndose al defensor del Presidente Boric como “el abogado representante del Gobierno”, dieron cuenta —una vez más— de la frivolidad con la que se ha ejercido la vocería durante el actual mandato.
Pero eso no fue lo más relevante de este caso. Fue la claudicación de una de las últimas banderas que quedaban en pie a la generación que nos gobierna: el “yo te creo amiga”.
Antes había caído la refundación de Carabineros, la eliminación del TPP11 y la mirada crítica a los 30 años. Los estados de excepción ya no eran la criminalización del pueblo mapuche, la inmigración ahora es necesario controlarla y, por cierto, hay que reconocer que Aylwin fue un estadista. Indudablemente los retiros son nocivos para la economía y el lenguaje inclusivo parece vetusto, comparable solo con el esperanto.
“Que todos sintamos ese dinamismo, ese vértigo de crecer”, dijo el jueves el Presidente en cadena nacional, olvidando que cuando fue recién elegido en 2021 señaló que lo importante era “crecer en gastronomía, eventos, cultura, turismo, en vez de minería y construcción”:
Donde dije “digo” ahora digo “diego”.
O como decía Keynes: “Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted no?”
Pero han sido demasiados los cambios.
Prácticamente en todo.
Y una de las últimas fue el dejar de creerle a la víctima a pie juntillas. Algo obvio, porque la víctima debe ser determinada por alguien. Y ese alguien no es más que un organismo imparcial.
Mal que mal, denuncias falsas han existido siempre. Ya en el Antiguo Testamento se cuenta de la falsa acusación que se le hizo a José, un joven hebreo vendido como esclavo y que trabajaba en la casa de un oficial de faraón. La esposa del oficial intentó seducir a José, pero al ser rechazada, la mujer acusó falsamente a José de intentar abusar de ella, siendo encarcelado injustamente.
El Gobierno, con el “caso pendrive”, ya dio por expirada la tesis del “yo te creo, amiga”. Y —al igual que en todos los otros casos mencionados— en buena hora.
Pero ¿cuántos cambios de opinión aguanta la figura presidencial?
Así, el ritmo de Las Tesis (“El violador eres tú. El violador eres tú. Son los pacos, los jueces, el Estado, el Presidente”) en cualquier momento se cambia por el Corralero de Los Quincheros. Total, parece que uno nunca puede bañarse dos veces en el mismo río.
Pero la obligación de creerle a pie juntillas a la víctima no fue la última bandera arriada, sino que la penúltima, porque la última fue nada menos que la de los privilegios. ¿Qué otra cosa no ha sido este episodio que una muestra de privilegios? El estándar impuesto conmigo no corre. Yo estoy por sobre. Esto es para otros y no para mí.
Porque, qué es este cambio de paradigma sino que la capacidad de saltarse la fila. Y, de paso, una posibilidad de darnos cuenta de cuán absurda era la doctrina.
La larga lista de cambios de opinión ya empieza a exasperar para saber cuál es el verdadero Boric. Es cierto que Nietzsche señaló que, así como la serpiente tiene que cambiar su piel para evitar morir, las mentes también deben hacerlo para evitar dejar de ser mentes.
Pero la serpiente ha cambiado demasiadas pieles.
Demasiadas. (El Mercurio)
Francisco José Covarrubias