Si algo ha quedado claro de los acontecimientos políticos de las últimas semanas es que los partidos políticos tienen plena vigencia, siguen siendo fuente de poder y la cantera viva donde se cimienta dicho poder, tanto que, para entrar en política, el Frente Amplio cada vez se parece más a un partido político. ¿Tradicional o moderno? Eso está por verse, porque todos los que han tratado de venir a renovar la política terminan mimetizándose con las malas prácticas o desapareciendo.
El compromiso político demostrado para cumplir las metas de afiliación (fichaje o refichaje), renovación de directivas y toma de decisiones autónomas, evaluando los riesgos de su implementación, ratifican el pensamiento de Hannah Arendt, quien reivindica la vida política como forma de vida más plenamente humana. Es decir, los fenómenos políticos no deberían entenderse ni vivirse como una actividad propia de una élite, sino como el ámbito de realización humana.
La política como expresión del estar juntos con quien piensa distinto o, cual dice Arendt, como relato y acción del estar juntos de los diversos, es lo que se ha expresado en el comité central socialista y en la junta nacional democratacristiana, eventos legítimos, con decisiones políticas nada de ambiguas y que configuran el nuevo marco de realidad sobre el cual se aspirará a la presidencia con uno de los nuestros (Goic o Guillier) o se cederá la conducción del país a Piñera.
Por tanto, la crisis actual está señalada no por las resoluciones tomadas soberanamente por la DC y el PS, sino por la capacidad o incapacidad de nuestros dirigentes de buscar y encontrar convergencias programáticas que permitan gobernar para avanzar en las transformaciones económico-sociales que masivamente son demandadas desde la calle.
Eso significa dejar a un lado las lamentaciones, especialmente de quienes, siendo dirigentes políticos, tienen responsabilidad en las conclusiones que cada colectividad adoptó. Claro que no debió ocurrir, pero la política de acercamiento entre quienes componen la Nueva Mayoría debe implementarse desde ya. No cabe pregonar el fin de la coalición oficialista cuando su único destino es que se extienda a sectores del Frente Amplio.
Ayudan a este propósito político las resoluciones de la DC, respecto a continuar avanzando en el respaldo al Gobierno de la Presidenta Bachelet, la ubicación política de este conglomerado al definirse de centroizquierda.
Hay que considerar, también, algunas variables que incidirán principalmente en la segunda vuelta, en que la derrota de Piñera se constituye en el eje de acción política, y ello significa considerar la interlocución fluida entre los partidos políticos y el candidato independiente y, desde ya, definir una línea comunicacional con el Frente Amplio, considerando la experiencia en la discusión del proyecto de reforma de la educación superior.
A nuestros dirigentes no los elegimos como observadores de la realidad sino para actuar sobre ella y modificarla, eso es hacer política. Además que su gestión no esté animada por el principio: ¿Para qué hacer las cosas fáciles si se pueden hacer difíciles? (El Mostrador)