NO SERÍA raro que vayan de candidatos a la presidencia de nuevo, y se enfrenten incluso. El 2014 se eligieron como aspirantes a dos hijas de generales; el 93 a dos descendientes con apellido “marca” presidencial. No es inusual el querer balancear ofertas presidenciales forzando cierta simetría capicúa. Como en el juego del dominó en que se gana con una ficha que puede colocarse en cualquiera de los dos extremos, se hace pasar a otros jugadores, y se tranca o cierra manejando bien los dobles (chanchos o mulas). En el fondo se apuesta a diablo conocido, aunque ya dos veces se matricularon con Bachelet, y vaya cómo les fue esta última vez. Vista así, la preferencia por una dupla capicúa como ésta, huele a opción de ambidextros que leen igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda.
Ambas opciones, sin embargo, tienen problemas. Si es por historia electoral pasada, está por verse si se atreverán. Piñera va a casi todas las peleas, excepto el 93 chantado por el radiocasete Kioto, y el 2001 en la senatorial por Valparaíso, saboteado por la UDI y la Armada; lo que es el 2010, se ha dicho que no ganó, la Concertación perdió. Lagos arrugó el 2009; ya antes el 89, le fue mal como candidato a senador, y en las presidenciales una década después, le fue apenas.
Ambos comparten los mismos flancos débiles: sus propias coaliciones y gobiernos previos. Lagos tiene a cuenta el Transantiago, el haber “inventado” a Bachelet, y cierto transversalismo impúdico anatema para la izquierda (“el mejor gobierno de centro derecha de la historia republicana”).No faltará alguien que le diga que “la peor crisis política e institucional que ha tenido Chile” comenzó con su gobierno. Sus dos intentos de consolidación democrática -la reforma del 2005 y el acuerdo Insulza-Longueira- hacen agua hoy. Que se le presente como estadista por cierta derecha daltónica no lo vuelve más simpático. A los políticos se les elige presidentes por ser “estadista” tanto como a los reyes se les corona porque serían “monarquistas”. Es más, cómo no recordarle a esa derecha qué significó apoyar a Frei el 64.
Lo que es Piñera, se le tiene por responsable de la debacle de las derechas después de su gobierno; son muchos los que nunca le han perdonado el NO el 88, ni lo de los “cómplices pasivos”. Lo cual no significa que no terminen apoyándolo si no encuentran a otro. Piñera es la encarnación del éxito empresarial cum político, y eso pesa.
Ahora que se tenga a ellos dos no significa que se gane a esa marea creciente que no vota y menos a los que se han vuelto comprometidos políticamente ahora último. De parecerles capicúas, no les brindarán su confianza. Ni decir lo que significará la política de reflujos por falta de imaginación y renovación. Joseph Nye de Harvard daba a entender días atrás en el diario El País que se gobierna y elige a pesar de las mentiras (60% de lo que dice Trump se ha comprobado falso, un 12% lo que dice Hillary). ¿Cuántos embustes más acarrearán los que tienen un gobierno a cuesta?
La Tercera/La Tercera