Hace rato que en el seno de La Moneda hay un diagnóstico crítico de las debilidades que ha reflejado la conducción del PS el último año en manos de la senadora Isabel Allende. Pero la rebelión socialista que se evidenció las últimas semanas en torno al polémico control de identidad, tanto el voto en contra como el fracasado anuncio de recurrir al Tribunal Constitucional (TC) para evitar su vigencia, despertó en Palacio un alto grado de preocupación, porque con ello se rompió la tradición del férreo alineamiento que hasta ahora habían tenido las huestes del partido con su principal militante, la Presidenta Michelle Bachelet. Las alarmas no solo se encendieron por las falencias de conducción que deja a la luz este episodio, sino por la desafección que representa desde esta bancada.
Durante el primer Gobierno de Bachelet, el ex senador Camilo Escalona llevó adelante con mano dura la premisa política de que el partido no podía cometer los mismos errores de falta de respaldo en los que incurrió con su último Presidente “de cepa socialista original”, Salvador Allende. Esa definición política de privilegiar ante todo la condición de ser el partido de la Mandataria, implicó un alto grado de responsabilidad política y Escalona la aplicó a cualquier costo, imponiendo incluso un estricto orden interno en las bancadas parlamentarias para evitar focos de desorden.
No fue fácil, su liderazgo interno se resintió precisamente por la dureza con la que aplicó tal criterio, al punto que perdió la última elección interna del socialismo ante Isabel Allende. Mucho se escuchó esos meses que no querían el regreso de Escalona. Muchas veces, entre el año 2006 y marzo del 2010, el PS no compartió decisiones ni criterios de ese primer Gobierno de Bachelet, varios comenzaron a mostrar signos de agotamiento, así como diferencias, todas las cuales fueron ahogadas, dejando varios heridos en el camino.
Cuando Bachelet llegó nuevamente a La Moneda, las riendas del PS las tenía el diputado Osvaldo Andrade, quien, con un estilo menos duro, hizo valer igual la doctrina de Escalona de la responsabilidad de ser el partido de la Presidenta y, por lo tanto, la obligación de apoyarla aunque no compartieran todas sus decisiones. Mismo criterio, el de la lealtad con la Mandataria, que se siguió una vez que la senadora Allende asumió la presidencia del PS.
Eso fue así hasta ahora. Una vez que el Congreso finalmente despachó la Agenda Corta Antidelincuencia en la que está contemplado el control preventivo de identidad, el PS rechazó la medida, a pesar de las modificaciones que se le hicieron en la comisión mixta donde se repararon varios de los puntos más cuestionados, porque para los socialistas la medida es en su esencia discriminatoria, estigmatizadora de ciertos sectores sociales, amén de arbitraria.
Previo al mensaje presidencial del 21 de mayo, los diputados reafirmaron públicamente su decisión de recurrir al TC para frenarla, lo que fue cuestionado públicamente por las autoridades de La Moneda y luego, el lunes 23 en la mañana, la Mandataria hizo lo propio, cuando dijo en su entrevista en Radio Duna que apoyaba –no siempre fue así– el control preventivo de identidad, especialmente “con las indicaciones que colocamos al final, donde especifica exactamente dónde y cómo se puede hacer, de manera de evitar arbitrariedades”.
Eso no paró la rebelión del PS. No cayó bien en Palacio que Andrade, siendo presidente de la Cámara de Diputados, se alineara con los parlamentarios, defendiera la acción y reiterara, a la salida del comité político esa misma mañana, que él también había firmado el requerimiento al TC.
“El Gobierno, en esta ley y en otras, ha cometido un error sustancial, que es aprobar determinados proyectos de ley con los votos de la derecha y no buscar los acuerdos necesarios en el marco de la Nueva Mayoría, y este es un problema que arrastra el ministro Jorge Burgos, pero también el ministro Nicolás Eyzaguirre”, sentenció el diputado socialista Daniel Melo.
Ese sentimiento no es de unos pocos, sino que hace meses que se ha incubado transversalmente en el PS y del cual La Moneda ha estado al tanto, pero a la luz de los hechos ha seguido girando sobre la base de la cuenta de la responsabilidad socialista, por ser el partido de Bachelet. “Esto ha debilitado las confianzas políticas”, agregaron en el socialismo, donde llegan a hablar del maltrato del Gobierno para con la colectividad.
Si llegaron a este punto –coinciden en privado desde distintos sectores del PS–, fue precisamente para dar la señal clara y precisa de que se cansaron, desde hace meses, de ser “los que pagan todos los costos políticos”, que el gobierno “abuse” con el partido, que siempre opte –se lamentan– por ceder política a favor de la DC y la derecha, mientras que ellos “se han tenido que tragar todos los sapos” en estos dos años, después que las reformas tributaria, laboral y de educación, originalmente en el programa gubernamental, fueran morigeradas en la “cocina” del Senado.
“El Gobierno hizo prevalecer que tenía una mayoría para aprobar este instrumento, donde importó más el apoyo de la derecha, que fue cien por ciento y total en ambas Cámaras y en todos los trámites legislativos, que mantener la unidad de la Nueva Mayoría. Es un doble error, el Gobierno debiera impulsar proyectos que tengan la aprobación de la totalidad de los parlamentarios de la Nueva Mayoría y no buscar acuerdos con la derecha, porque cuando se llega a acuerdos con la derecha, los que ganan son ellos”, señaló el diputado socialista Leonardo Soto.
El miércoles en la tarde la bancada del PS difundió una declaración pública en la que explicaba que no logró reunir las 30 firmas de diputados que se exige para recurrir al TC, pero anunció una permanente fiscalización a la implementación del control preventivo de identidad ante las arbitrariedades que se puedan generar. “Creemos que, pese a no llegar al TC, todo este esfuerzo valió la pena, porque se dejó constancia expresa de que existen importantes sectores políticos y sociales que cuestionamos esta herramienta policial, que la consideramos inútil y arbitraria, y que, por tanto, seguiremos atentos a su desarrollo en defensa de los ciudadanos y los principios democráticos”, reza el texto.
Pero no todos los dardos apuntan a La Moneda y la molestia interna que hay en el PS por el maltrato que, a su juicio, reciben permanentemente de su Gobierno. La senadora Allende ha sido objeto de muchas críticas esta semana por la responsabilidad que le cabe en lo sucedido y que, a ojos de los inquilinos de Palacio, dejó una vez más al descubierto la debilidad de su liderazgo como timonel.
Tanto va el cántaro al agua, que casi siempre termina rompiéndose. Y eso es precisamente lo que preocupa en La Moneda: que lo sucedido con el PS sea una señal más profunda de una desafección con la administración bacheletista y con el futuro de su propia Mandataria en los próximos dos años que le restan hasta que deba entregar la banda. A los problemas propios que enfrenta el Gobierno, el magro apoyo ciudadano que no logra superar la barrera del 30%, y la crisis de credibilidad y confianza en las instituciones políticas, en Palacio reconocen que sumar un foco de desorden interno permanente en el núcleo duro del oficialismo no es un panorama fácil y puede complicar bastante las cosas.
El problema es que no sirve solo preocuparse, así lo consideran al menos en la bancada del PS, porque el diagnóstico que hacen en reserva sus diputados es bastante crudo. La mayoría de ellos considera que, pese a que han pasado dos años, La Moneda sigue dando muestras de tener problemas de gestión de los que adolece la administración de Bachelet y, en particular, cuestionan la falta de trabajo prelegislativo que hubiera podido evitar estas diferencias públicas. No conversan, imponen.
Al respecto, el jefe de la bancada de diputados PS, Juan Luis Castro, es categórico: “Este proyecto llevaba muchos meses, en distintas etapas hicimos ver nuestra disconformidad, nuestro punto de vista y derivó en esta presentación que quisimos hacer. Más que una desavenencia por una pugna sistemática, hubo ausencia de diálogo, pero no porque nosotros no quisiéramos dialogar, sino porque no fuimos considerados y (de esa forma) llegar a un acuerdo que evitara una diferencia pública como ocurrió”.
Puntualmente acerca del control preventivo de identidad, en el PS insisten en que es una idea que surgió desde la derecha y que el ministro Jorge Burgos la compró como suya y la impulsó pasando por alto la opinión que, en reiteradas oportunidades, tanto pública como privadamente, hicieron ver los parlamentarios de la Nueva Mayoría. Sin que lo digan explícitamente, en la bancada PS insinúan que el ministro del Interior llamó a varios diputados para que “repensaran” su apoyo al requerimiento que se iba a presentar al TC, lo que no cayó muy bien.
Llueve sobre mojado
Pero no todos los dardos apuntan a La Moneda y la molestia interna que hay en el PS por el maltrato que, a su juicio, reciben permanentemente de su Gobierno. La senadora Allende ha sido objeto de muchas críticas esta semana por la responsabilidad que le cabe en lo sucedido y que, a ojos de los inquilinos de Palacio, dejó una vez más al descubierto la debilidad de su liderazgo como timonel.
Es verdad que Allende no alcanzó a tener un respiro. Después de la problemática inscripción para las primarias municipales ante el Servicio Electoral, inmediatamente comenzó a rodar y crecer internamente en el PS la bola de nieve de no alinearse con el Gobierno, de votar en contra y de recurrir al TC por el control preventivo de identidad.
Pero internamente en el PS dicen que la timonel fue incapaz de hacer valer la posición mayoritaria del partido ante el comité político de La Moneda, de imponer la opinión socialista, como sí lo hacen otros timoneles de la Nueva Mayoría, en un tema que está ligado estrechamente a los valores de la colectividad. No solo eso, la acusan de haber dado a conocer su rechazo al requerimiento del TC sin consultar ni dialogar con sus propios diputados. “Yo me enteré por la prensa de la posición de la presidenta del partido y cuando planteo que debe haber mayor comunicación, más diálogo, precisamente me refiero a eso. Yo creo que ella está pagando un costo de manera innecesaria al respaldar una iniciativa del ministro Burgos”, se lamentó un parlamentario socialista.
Las críticas sobre falta de peso político, de conducción, de manejo y liderazgo en la actual mesa directiva, no son nuevas en el partido, ya desde fines del año pasado que se escuchan permanentemente los cuestionamientos al estilo Allende, a pesar de tener unconsigliere en las sombras del calibre de Enrique Correa.
Su entorno la defiende, acusan machismo, pero lo cierto es que internamente en el PS sostienen que la timonel debería a estas alturas haber recorrido el país completo como nueva presidenta, cargo en el que ya lleva un año, que se ha desdibujado en este tiempo la postura del partido en los principales temas del debate nacional, puntos que están siendo marcados más por los parlamentarios que por la mesa directiva socialista. A eso suman el mal evaluado desempeño que tuvo Allende en su errático manejo durante la primera semana de la crisis con el Servel.
Con lo del control preventivo de identidad, critican en el PS que Allende poco y nada conversa con la bancada de diputados y que por lo mismo, no sopesó el tema, lo que la llevó a actuar demasiado tarde para desactivar la rebelión. “Lo lógico es persuadir con argumentos y no presionar con otros elementos para que parlamentarios retiren su firma o no se incorporen si querían hacerlo, eso justamente habla de la falta de diálogo anterior y de llegar tardíamente a enfrentar el conflicto. Creo que eso es un rumbo equivocado”, manifestó uno de los integrantes de la bancada.
Fuente: Edición Original El Mostrador
Fotografía: Agencias