Esta semana se publicó que la confianza del consumidor en Chile alcanzó su trigésimo quinto mes consecutivo en nivel negativo. Este es el período más largo de pesimismo de los consumidores chilenos, y si todo sigue así, el próximo mes se cumplirán tres años seguidos de expectativas negativas. El ánimo de los empresarios no es muy distinto, pues sus expectativas se encuentran en niveles negativos desde hace 37 meses, lo que supera en más de tres veces el récord anterior.
Existen diferentes causas para este prolongado período de pesimismo en el país. En este contexto, el Banco Central, en junio de 2015, estudió cómo cuatro elementos afectaban la variación de las expectativas empresariales: el ciclo externo, la inversión minera, la actividad interna y el shock autónomo. Ese año gran parte de la caída en las expectativas empresariales se explicaba por los efectos negativos del fin del ciclo minero y por el shock autónomo.
Estos cuatro elementos han cambiado en los últimos dos años, pero la confianza nacional no ha repuntado.
Primero, Chile se enfrenta a un mejor ciclo externo. El FMI proyecta un mayor crecimiento mundial para los próximos años, el precio del cobre está en niveles bastante más altos que un año atrás y esta semana la volatilidad financiera mundial alcanzó cotas mínimas desde 1993. Por lo tanto, el mejor escenario mundial debería aumentar la confianza de los chilenos.
Segundo, la caída de la inversión minera está tocando fondo. En el último trimestre de 2016 hubo un aumento en la inversión minera en Chile, el primer registro positivo en tres años. Aún puede quedar algún ajuste, pero las grandes caídas parecen haber quedado atrás. Este es otro elemento que debería aumentar la confianza de los chilenos.
Tercero, la actividad interna crece a una baja velocidad crucero. De acuerdo a estimaciones preliminares, la economía chilena tendría un nulo crecimiento en el primer trimestre del año. Sin embargo, al descontar los efectos de la huelga minera y los días perdidos (el feriado del 2 de enero y la inexistencia del 29 de febrero), nos encontramos con una economía que crece al 1.5%. Este crecimiento no es muy distinto al del año anterior, por lo que este elemento no debería debilitar aún más la confianza.
La suma de los tres elementos anteriores —un mejor ciclo externo (positivo), el fin de la caída en la inversión minera (positivo) y una actividad interna que sigue igual de lenta (neutro)— debería haber llevado a una mejora de la confianza de los chilenos, pero no ha sido así. Por lo tanto, descartando que esos tres elementos sean los causantes del problema, todo apunta a que el shock autónomo es lo que impide que la confianza nacional mejore.
¿Y qué es esto? Es un shock que no tiene relación ni con la actividad económica interna o externa, ni con la minería. Y no proviene de las condiciones macroeconómicas, sino que se deriva de otros factores del país. El Banco Central no fue más explícito para definir qué es este shock autónomo, por lo que se deja a libre interpretación del lector las razones detrás de esta sacudida no económica. Lo que sí está claro es que el shock autónomo no ha muerto y eso es un gran factor detrás del pesimismo de los chilenos. (El Líbero)
Andrés Osorio, economista