Alcanzar en Chile una tasa de crecimiento que promedie al menos un 4 por ciento es esencial para eliminar el déficit fiscal y para alcanzar el desarrollo. El proceso de ajuste fiscal es complicado, porque el gobierno se ha comprometido a expandir y mejorar la calidad de los servicios sociales. La autoridad confía, para lograr en parte importante los fines antes señalados, en los mayores tributos que se obtendrían de una duplicación de la tasa de crecimiento de los últimos cuatro años.
Así, el tema del crecimiento ha pasado a ser materia de debate público. Algunos sugieren que en el contexto actual de expectativas de una tasa de crecimiento mundial de casi un 4 por ciento anual, es suficiente otorgar certeza jurídica, dar garantías de estabilidad macro-económica, y eliminar algunas trabas a la ejecución de grandes proyectos de inversión, para crecer a una tasa mayor a la internacional. Otros resaltan la escasez de capital humano en el país y abogan por un fuerte aumento del gasto en educación y en investigación.
El crecimiento económico -definido como una tendencia al aumento del PIB por persona- se produce cuando se van aprovechando las nuevas tecnologías, se va mejorando la calidad y asignación de los recursos, y se van abriendo nuevas oportunidades de inversión. Se trata de un proceso, dado que un solo mejoramiento tecnológico, una sola reasignación de recursos, o una nueva oportunidad de inversión, solo producen un aumento del PIB (una especie de salto), pero se requiere una repetición continua de esas acciones para tener crecimiento.
Pues bien, Chile ha hecho en las últimas décadas, como pocos países, la tarea. Tenemos una economía competitiva con pocas distorsiones de precios y que incentiva la adopción de nuevas tecnologías, si costo-eficientes. Nos juega en contra el cuestionamiento por parte de algunos del modelo de desarrollo, lo que produce un horizonte de inversión menor al óptimo. Como resultado, pareciera que no hay espacio para crecer ni siquiera a una tasa parecida a la mundial.
Eso es erróneo. Podemos crecer a tasas mayores al promedio mundial si es que generamos nuevas posibilidades de inversión. La reciente historia económica de Chile es rica al respecto. La sucesiva apertura -sin subsidios pero mediante las modificaciones regulatorias adecuadas- a la inversión privada en materia de viviendas, exportaciones, previsional, educacional, salud, eléctrica, telefónica, y de concesiones de caminos, hospitales y cárceles, entre otros, fue fuente importante del crecimiento experimentado en Chile en las últimas décadas. Y existen ahora oportunidades potenciales interesantes en, al menos, tres sectores, además de los servicios sociales: riego, transporte de bienes, y desarrollo regional. Sin embargo, estas nuevas grandes avenidas de inversión solo se abrirán si se hacen los cambios regulatorios pertinentes. Manos a la obra. (La Tercera)
Rolf Luders