Qué duda cabe, Joaquín Lavín es un hombre resiliente. Menos de una semana se demoró en recuperarse de la derrota como precandidato a alcalde en la comuna de Santiago y ahora ya está instalado por Las Condes. El “gallo de pelea” está de vuelta en aquel lugar que lo vio nacer en política. Esa alcaldía segura, sin competencia, la sandía calada para la derecha.
Lavín, fiel a su condición de supernumerario del Opus Dei, parece siempre aceptar las designaciones que le pida la UDI. No importa el desafío. Secretario general de su partido, candidato presidencial –en dos oportunidades– y a senador, alcalde por Santiago. Siempre dispuesto, siempre listo. Pero, sin duda, su mayor lealtad en los últimos años ha estado con Sebastián Piñera. Hipotecó gran parte de su imagen de gestor eficiente que le precedía cuando asumió como ministro de Educación, enfrentando las fuertes movilizaciones estudiantiles del 2011 lideradas por los entonces dirigentes estudiantiles Camila Vallejo (Fech) y Giorgio Jackson (Feuc).
La verdad es que a Lavín le faltó manejo político. Fue incapaz de despejar los cuestionamientos por el conflicto de interés que tenía por su rol en la Universidad del Desarrollo. Luego vino su fallida propuesta de Reforma Educacional, que fue considerada una pirotecnia por parte de los estudiantes. De a poco fue perdiendo su calidad de interlocutor válido. Se convirtió en parte del problema en vez de la solución.
Fue la primera vez que el cuidado perfil construido de político “eficiente” y técnico se derrumbaba. Pero Lavín tendría una tabla de salvación. Piñera lo rescató y le encomendó la creación del Ministerio de Desarrollo Social. Y el “gallo de pelea” recobró las energías perdidas frente a los estudiantes. Volvió a sentirse a sus anchas. Más gestión, menos política. Más planificación y menos conflictos.
Este año Lavín reapareció en la política chilena. Una vez más, su partido le pidió una de las misiones más difíciles: utilizar su capital reputacional para dirigir la campaña municipal de la golpeada UDI. Y, como fiel soldado, el ex alcalde tomó la batuta y se dedicó a motivar a los alicaídos candidatos que veían desfilar por tribunales a sus líderes, Jovino Novoa, Pablo Longueira, Iván Moreira, entre otros.
Todavía está por verse si este enroque De La Maza-Lavín es una versión más de las sillas musicales o realmente abre la opción del actual jefe comunal de levantar una carta presidencial que le dé cohesión a la UDI. Tal vez, es una jugada política más para negociar con los aliados y De la Maza termina de candidato al Parlamento. Sea cual sea el objetivo buscado, puede convertirse en el tercer golpe semanal para Sebastián Piñera.
Lavín logró darles un golpe anímico. Los arengó con frases que apelaban al esfuerzo que debían hacer sin contar esta vez con recursos económicos facilitados por las empresas “amigas” –el fuerte de la UDI siempre–, llegando a decirles que el único aporte que recibirían sería un par de zapatillas para que dejaran todo en “la calle”. Y en ese escenario fue cuando su ex jefe volvió a poner sus ojos en él.
Esta vez, le pidió la vuelta de mano. Lo necesitaba a su lado. Su figura le ayudaba a proyectar su cercanía con la UDI. De seguro también le ofreció apoyo económico. Después de todo, ya no tiene participación en la Universidad y el choclo y Carlos Eugenio este año no están disponibles para entregarle recursos.
Sebastián Piñera trató de ser astuto y puso sus fichas en uno de los rostros históricos de la UDI que no estaba vinculado a ninguno de los casos que han golpeado a la colectividad. Y Lavín, disciplinado, aceptó el doble rol y comenzó a trabajar en Santiago. Hasta que Felipe Alessandri lo volvió a la realidad.
La vieja guardia, los coroneles, estaban de capa caída, y de paso, le infligió un duro golpe al ex Presidente –el segundo en menos de una semana, después de que Ossandón lo notificara de que le competirá en las presidenciales 2017–. Pero la elección municipal que se aproxima carecerá de certezas. La indignación ciudadana con los partidos y figuras que representan “lo tradicional” ya se puede verificar en todas las encuestas disponibles. Ni Las Condes es una carta segura para nadie.
Y una reflexión final. Todavía está por verse si este enroque De La Maza-Lavín es una versión más de las sillas musicales o realmente abre la opción del actual jefe comunal de levantar una carta presidencial que le dé cohesión a la UDI. Tal vez, es una jugada política más para negociar con los aliados y De la Maza termina de candidato al Parlamento. Sea cual sea el objetivo buscado, puede convertirse en el tercer golpe semanal para Sebastián Piñera.
El Mostrador/Agencias