Desde su resonante victoria electoral hasta su toma de posesión el 11 de marzo, Sebastián Piñera cuenta con 83 días y sus correspondientes noches para planificar los detalles de su próxima administración. Tiene tiempo para profundizar mucho. La medida de su éxito será una sola: que le entregue la banda presidencial a un candidato de su coalición.
El Presidente electo le ha pedido a su coalición que le proponga nombres para cargos públicos antes del 2 de enero. Los partidos están elaborando listas no solo de posibles ministros o subsecretarios, sino hasta de embajadores. Piñera tendrá que encajar los nombres en un puzzle mayor, donde también juegan las posibles concesiones parlamentarias. Y esto nos conduce directamente a lo que está sucediendo en el Congreso.
Desde el 20 de noviembre, el Frente Amplio viene mostrando un gran interés por la conformación de la presidencia y las principales comisiones de la Cámara de Diputados. Hasta ahora, su estrategia ha sido una copia del «Todos Contra Piñera» de la segunda vuelta presidencial. La versión parlamentaria consiste en constituir un «cordón sanitario» en torno a los 72 diputados de Chile Vamos que nadie se atreva a cruzar. Eso permite visualizar una mayoría de 83 diputados al margen del oficialismo, capaz de bloquear sus pretensiones.
Esta estrategia, sin embargo, responde a la cultura bipolar instalada por el sistema binominal. Lo cierto es que el nuevo mecanismo proporcional ha fragmentado el sistema y mantener una política de bloques impermeables no va a ser fácil. Más aún en un país donde la iniciativa política está en manos del Presidente, quien dispone de innumerables recursos para seducir o disuadir.
El indicador más evidente del resquebrajamiento de la bipolaridad ha sido la emancipación de la Democracia Cristiana, que presentó su propia candidata presidencial, al margen de la Nueva Mayoría. Ayer, unos dichos de Mariana Aylwin, declarándose más identificada con Chile Vamos, volvieron a poner sobre la mesa el asunto. Sin embargo, la DC ha convocado una junta nacional a finales de enero, por lo que no parece que vaya a adoptar una estrategia firme antes de esa fecha.
Lo sorprendente es que la autocrítica por el resultado electoral y el debate sobre el reposicionamiento futuro no haya prendido en el resto de las fuerzas de la Nueva Mayoría. El fuego arde sin humo en los sótanos del PPD, el PS y el PC. Pero apenas entre un poco de oxígeno, podría estallar con fuerza. De momento, su silencio concede la iniciativa al Frente Amplio, que aprovecha de instalarse como líder de la oposición al tiempo que oculta que no es una fuerza homogénea, sino un cóctel con sabores muy dispares que se expresarán con más fuerza cuando se constituya la nueva Cámara.
Todo indica que Piñera puede concentrarse en definir la gran estrategia de su gobierno mientras en el Congreso los partidos de la futura oposición van cocinándose a fuego lento en sus propias definiciones. Hay tiempo suficiente para alcanzar acuerdos, romperlos y llegar a otros nuevos antes del 11 de marzo. Dos frases de un famoso democratacristiano, Giulio Andreotti, pueden iluminar la actual situación. El ex Premier decía que «el poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene». A medida que se acerque marzo, los partidos clientelares comenzarán a notar la presión de una militancia ansiosa al tener que ceder cargos y privilegios. Y entonces entrará en acción otra frase de Andreotti: «En un partido, los adversarios están delante; los enemigos, detrás». (El Mercurio)