Los cuatro cuartos

Los cuatro cuartos

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Sea por coincidencia o por influjo, la política española ha tenido cierto correlato por estas tierras. El franquismo con el pinochetismo; transiciones exitosas, aunque no rupturistas; modernización capitalista liderada por socialdemócratas; Podemos con el Frente Amplio.

Las recientes elecciones ibéricas mostraron un fraccionamiento y unos resultados que también podrían proyectarse. Los socialistas de allá no se dejaron encandilar ni se asustaron con la izquierda; persistiendo en una línea socialdemócrata obtuvieron primera mayoría relativa y relegaron a la izquierda testimonial a un plano secundario. La derecha, dividida en 3, parece quedar en el rincón de los opositores.

Por acá, los aprontes de alianzas hacen crujir las maderas partidarias. Las que se extiendan forzadamente mostrarán las sábanas cortas, tentando la competencia por un extremo o por el otro. Las que se queden cortas por el centro, perderán toda posibilidad de mayoría; quien ocupe el centro, corre el riesgo de echarse a caminar por el desierto, aunque hacia la tierra prometida.

La centroizquierda perdió el poder cuando, manejando torpemente una retroexcavadora que no tenía dirección clara, terminó por excavar su propio centro. La derecha, particularmente el Piñera de la segunda vuelta, ocupó con comodidad ese espacio, pero no logró mantener sintonía con un espectro tan amplio una vez con la guitarra. Vacío de nuevo el centro, la DC y los socialdemócratas domiciliados en casas de izquierda se ven tentados a ocuparlo antes que lo haga Evópoli; pero naturalmente aparecen las resistencias y se muestran los riesgos de soltar las amarras. A nivel gremial, la crujidera opositora comienza a manifestarse: A la FECh se presentaron socialistas y comunistas separados del Frente Amplio. A las elecciones del Colegio de Abogados van dos listas. En una, el PC, el PS y el Frente Amplio; por la otra, la DC, el PR, el PPD y un simpatizante socialista.

Andar por la política con el rótulo de ex Nueva Mayoría es como intentar seducir presentándose como la expareja de alguien; hacerlo como oposición equivale a no proponer nada. No queda otra que sincerar en qué se está de acuerdo. El pasado no será un peso menor en esta definición deseable: los que vieron a la Concertación como poco más que un conjunto de renuncios tienen poco en común con los que vimos a la Nueva Mayoría como un intento tan bien inspirado, como poco consistente.

Por el lado de la derecha parece haber más tiempo, aunque no mucho más cuerda. J. A. Kast sabe que no tiene futuro si no pasa de ser un episodio que la derecha supera en primarias; mientras Evópoli toma conciencia de los límites de un discurso demócrata liberal por esos pagos.

Los actores se mueven con un ojo en el largo plazo y otro en lo inmediato. Los sistemas electorales harán lo suyo. En la gesta que ya asoma en los cálculos y movidas partidarias, el panorama es variopinto: en la elección de concejales, fraccionarse no paga altos costos. En la de gobernadores, la primera mayoría relativa que obtenga el 40% gana.

La derecha debe ir unida, pero no es claro que esa sea la estrategia de la oposición, pues dividida puede provocar siempre segunda vuelta y unida, difícilmente gana. En la elección de alcaldes, la unidad es más perentoria, pues en ellas la primera mayoría relativa se lleva el cargo, sin exigencia de umbral mínimo. La tentación es armar distintas alianzas para las diversas elecciones y no atar nada muy definitivo por ahora, aunque no debe olvidarse que los que andan por la política con excesivo pragmatismo también pagan costos.

Como nunca, el liderazgo político será desafiado a tejer con dos palillos: el uno, recordando que esto es el arte de lo posible, exalta las coaliciones amplias; la estabilidad; los matrimonios por conveniencia, donde las diferencias se superan a punta de renuncios y silencios; por la otra punta, vendrán los discursos seductores por su claridad y sustancia, es el palillo que pide tejer a largo plazo.

Los Cuatro Cuartos fueron un popular conjunto musical de los 60. Una de sus canciones más famosas, “El Solitario”, coreaba así: “Si tuve otro nombre antes, / lo borró el tiempo, / me llaman el solitario / porque así voy, / por los caminos que el viento / traza (…)”. El viento llama a que alguien ocupe los caminos del centro. El que primero se atreva tendrá un premio y asumirá el riesgo. Puede ser la explicación para tanto forcejeo y crujidera política, cuando las aguas de la opinión pública parecen más calmas.

 

Jorge Correa/El Mercurio

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