Últimamente el oficialismo ha ido forjando un relato insólito por lo fantasioso que es. Según este relato, ellos “recibieron” un país destruido, inestable, violento, y en los tres años lo han ido reparando.
Si el oficialismo cree esto, tiene graves problemas cognitivos. Si no lo cree y lo proclama igual, es deshonesto. En ambas alternativas nos surge un problema: no saber ya qué creerle.
En eso de cómo “recibieron” el país, habría que preguntarse primero cuándo y de quién lo recibieron. ¿Están hablando del 11 de marzo de 2022 o de otra fecha?
Tal vez se estén refiriendo al nuevo gabinete que se instala en septiembre de 2022 tras el triunfo del Rechazo. Porque no hay duda de que a partir de entonces hubo un esfuerzo de gobernar el país en forma más ordenada. Pero el país que “recibió” ese nuevo gabinete había sido gobernado ya seis meses por el mismo oficialismo. Seis meses alarmantes. Voluntarismo simbolizado por la ida de Izkia Siches a Temucuicui. Un subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, amigo del Presidente, opuesto a los tratados de libre comercio que tenía a su cargo. Los creía instrumentos del imperialismo estadounidense, a diferencia de Trump, que cree que son para saquear a Estados Unidos. No se podía desarrollar el litio sin una Empresa Nacional del Litio. Pero eso no era nada. El ministro Jackson prometía que se iba a poder ejecutar el verdadero programa de gobierno con la nueva Constitución, esa que promovía el Presidente y que contaba con Carolina Tohá como vocera. Allí sí nos iban a poder pasar la retroexcavadora.
Desde luego, los últimos 30 meses han sido mejores que esos primeros seis. El Rechazo tuvo efecto. Algo ha mejorado el país que recibieron de ellos mismos.
¿Y qué del país que recibieron de Sebastián Piñera en marzo de 2022?
Salíamos de una horrorosa pandemia. Habíamos vuelto a crecer en 2018, gracias a la confianza que Piñera inspiraba. Pero a partir de 2019 los que hoy nos gobiernan se dedicaron a la destrucción. Impulsaron o apoyaron el estallido, pretendiendo, algunos de ellos, derrocar al Presidente. Al senador Quintana ya no le bastaba con una retroexcavadora. Pedía tres. “Una para cambiar la Constitución, una para generar un nuevo sistema tributario, y otra bien grande para terminar con las AFP”. Denostaban y humillaban a los carabineros, a quienes iban a “refundar”. Yo, de embajador en Londres, tenía que explicar que el Gobierno no se dedicaba al “genocidio” que la izquierda denunciaba en el exterior.
El crimen organizado tomó nota: Chile no había sido prioritario por ser demasiado ordenado. El estallido les abrió el apetito.
Eso que la oposición de esa época no se contentó con el estallido. Con el lamentable apoyo de algunos parlamentarios de derecha, promovió los retiros, provocando la inflación que después “recibieron”. Les hicieron un juicio político tras otro al Presidente y sus ministros, y el mismo Boric prometía perseguir judicialmente a Piñera hasta los confines de la tierra. El Chile que “recibieron” en marzo de 2022 era también, entonces, en gran parte un Chile confeccionado por ellos mismos.
Si este año hay un leve aire de optimismo puede deberse en algo a que el Gobierno ha hecho modestos intentos por enmendar rumbos. Sobre todo, se consolidaron las AFP. El Gobierno, con su creatividad narrativa, celebró el acuerdo bailando. Pero ni Jeannette Jara creerá que fue un triunfo del Gobierno. Los únicos que lo creen son los republicanos y los “nacional libertarios”.
Eso que el leve optimismo se debe mucho más, claro, a la esperanza de que Evelyn Matthei asuma la Presidencia en 2026. Para el oficialismo sería una mala noticia. Por eso procuran debilitarla. Ojalá la superaran Kast o Kaiser, piensan, porque contra ellos sí es fácil ganar. Por si eso no resulta, bloquean la reforma del sistema político, sin la cual el Congreso que le toque a Matthei estará más atomizado que nunca. (El Mercurio)
David Gallagher