Aunque el mundo siempre tiene sorpresas y hay obstáculos en la ruta hacia el desarrollo y la paz internacional, el cambio radical en el paradigma de integración y preservación del orden político internacional que ha emprendido el Presidente estadounidense Donald Trump generarán un periodo especialmente complejo. En noviembre de 2025, los chilenos tendremos la inmejorable oportunidad de escoger a un nuevo liderazgo para que guíe los destinos del país en los próximos cuatro años. Precisamente, porque se vienen momentos de incertidumbre, decisiones complejas y desafíos difíciles de enfrentar, hay que pensar muy bien si la persona por la que vamos a votar para presidente de la república tiene la capacidad, experiencia, habilidades y temple para salvar los obstáculos y enfrentar exitosamente las vicisitudes que se avecinan.
Ser presidente de una república es como ser piloto de avión. Los pasajeros quieren llegar a feliz destino sin tener que enterarse de los problemas mecánicos en el avión o de las turbulencias en la ruta. Muchas veces, la principal preocupación de los pasajeros son las incivilidades de otros pasajeros o lo que consideran es un servicio deficiente de la tripulación. Aunque el espacio para acomodar las piernas sea insuficiente, los pasajeros en los asientos vecinos hagan mucho ruido o huelan mal, los bebés lloren en exceso, el servicio de comida sea insuficiente y la tripulación sea displicente, lo más importante en cualquier vuelo es que el avión tenga un buen piloto que sepa hacer su trabajo. Cualquier falla o falta en la tripulación o en la experiencia del viaje es subsanable. Pero cuando un piloto no es un buen profesional, la vida de todos los pasajeros corre peligro.
En noviembre de 2025, los chilenos deberemos escoger a la persona que remplace a Gabriel Boric en la Presidencia de la República. Cada quién tendrá su evaluación sobre lo que ha hecho Boric en el gobierno. Algunos creerán que es el peor presidente en la historia del país, otros pensarán que pudo haber sido mucho peor, que aprendió algunas cosas en el proceso y que no logró implementar su programa de reformas radicales. Aunque probablemente pocos se aventuren a decir que ha sido el mejor presidente de la historia, muchos concordarán en que es una buena cosa que en 11 meses ya tendremos un nuevo presidente.
La lista de presidenciables es larga. Descontando a esas docenas de personas que, en la mayoría de los casos, inútilmente están recolectando firmas en la plataforma del Servicio Electoral, la lista de presidenciables en los partidos políticos con representación en el congreso es especialmente larga. En la derecha hay al menos tres presidenciables. En el oficialismo habrá al menos cinco. Como es improbable que los tres presidenciables de derecha participen en una primaria presidencial, y no hay garantías aún de que la izquierda logrará organizar primarias que incluyan a todos sus presidenciables, podemos anticipar que la elección de noviembre tendrá varios candidatos de partidos en la papeleta. Varios independientes con reconocimiento de nombre también lograrán recolectar las firmas necesarias para entrar a la carrera.
Pero tener muchos candidatos no implica que haya muchas buenas opciones. Varios de los candidatos tienen mucho más claro lo que no quieren de lo que quieren. Otros hablan con una certeza que solo puede existir en aquellos que no entienden la complejidad de los problemas que enfrenta el país. Varios candidatos hablan mucho más a la galería de los exaltados y descontentos con el estado de las cosas. Volviendo a la metáfora de los aviones, varios que están volando por primera vez en su vida critican al piloto por el mal servicio de la tripulación y, sin saber cómo se vuela un avión, aleonan a los otros pasajeros para que apoyen la insensata idea de que es momento de darle la oportunidad de pilotear el avión a los que tienen nula experiencia previa en aviación.
Después de varios años perdidos en una torpe y autodestructiva aventura de innovación constitucional, el país pasa por un momento especialmente complejo. Hay poca inversión y muy reducida creación de empleo. El estado ha crecido más de la cuenta y la deuda pública empieza a obstaculizar el desarrollo futuro. Las instituciones están debilitadas y cuestionadas. La delincuencia está fuera de control. El electorado está comprensiblemente molesto con la situación actual y culpa a las elites. La gente quiere cambio. Lo que es peor, hay muchos irresponsables candidatos prometiendo que, aunque ellos nunca han volado un avión, podrán tomar el control de la cabina y llevar a Chile a un feliz destino.
En 2021, un electorado molesto e insatisfecho optó por elegir de presidente a un político de poca experiencia y mucha verborrea que prometía cambios radicales sin siquiera entender cómo funcionaba el país y el modelo capitalista. Cuatro años después, el país está en un lugar todavía más complejo. El electorado sigue descontento y parece dispuesto a creer, nuevamente, en políticos inexperimentados y radicales que prometen soluciones fáciles a problemas complejos y multidimensionales. Es de esperar que el electorado entienda que, especialmente cuando hay turbulencias y las turbinas del avión no funcionan bien, es poco recomendable elegir de piloto a un político radical, sin experiencia y que habla con la certeza que solo tienen los ignorantes y panfletarios. (El Líbero)
Patricio Navia