“Que Fuente-Alba lo haga, que tiene computador”. Eso dice haber escuchado un visitante del Batallón de Policía Militar N° 1 de Santiago -ubicado en Peñalolén- cuando un interno del recinto, destinado a prisiones preventivas de militares, se refería al excomandante en Jefe del Ejército general (r) Juan Miguel Fuente-Alba Poblete, preso en el lugar desde el 14 de febrero.
En la cultura y el lenguaje castrense, los grados se mantienen hasta el final: pase lo que pase los exuniformados siguen llamándose por el último cargo que ostentaron en su institución. Es un signo de jerarquía y respeto.
Sin embargo, con Fuente-Alba se perdió esa tradición. Ninguno de sus excompañeros de armas, ni los funcionarios del recinto lo llaman “mi general”. Lo hacen por su apellido. A secas. Para algunos, particularmente sus cercanos, esta situación grafica el purgatorio en el que transita quien tan solo hace cinco años, el 9 de marzo de 2014, era despedido con honores desde las filas militares.
Fuente-Alba hoy enfrenta una compleja acusación: la apropiación de $ 3.500 millones correspondientes a gastos reservados desviados desde la Comandancia del Ejército a su patrimonio personal.
Han pasado 94 días desde que el general (r) perdió su libertad. El 19 de febrero la ministra Romy Rutherford lo procesó por malversación de caudales públicos y desde entonces el excomandante reside en el Batallón de Policía Militar. Ha pedido en tres oportunidades su libertad bajo fianza, pero esta se le ha negado tanto por la jueza como por la propia Corte Marcial.
La situación judicial del general (r) se complicó aún más esta semana. El jueves 16 el fiscal de la zona Centro Norte, José Morales, pidió formalizarlo como autor del delito de lavado de activos. La decisión se adoptó en base a una serie de maniobras que el exmilitar habría desplegado para ocultar el origen ilícito de su patrimonio que -tanto para la jueza Rutherford como para la Fiscalía- está en la apropiación indebida de gastos reservados a los que tuvo acceso durante su comandancia en Jefe en el Ejército entre el 2010 y 2014.
La libertad de Fuente-Alba se ve ahora aún más lejana. A diferencia de otros generales retirados que han conseguido salir del penal mientras se les investiga -previo pago de una fianza- las posibilidades de salir del excomandante son casi nulas. Aunque consiguiera que la justicia marcial cambiara su régimen, lo más probable es que el Ministerio Público cuando lo formalice pida su prisión preventiva. Es tal la cantidad de cargos que se le imputan que la pena efectiva de cárcel que arriesga otorgan una necesidad de cautela y de asegurar que enfrente a la justicia. No son pocos los que le auguran una larga estadía en el Batallón Militar de Santiago, recinto ubicado en el complejo castrense de Peñalolén, que años atrás albergó al extinto Penal Cordillera, lugar de reclusión de exaltos oficiales de las Fuerzas Armadas condenados por crímenes de lesa humanidad.
Autoexilio
“Comandante Carrillo, le pido expresamente que no quiero recibir a nadie más que a mi familia y mi abogado. A nadie”.
Apenas hizo ingreso al Batallón Militar la tarde del martes 19 de febrero, Fuente-Alba, acostumbrado a dar órdenes, le dijo al encargado del recinto, coronel Patricio Carrillo, que no quería recibir a nadie que no fuera su esposa, Anita María Pinochet, y sus tres hijos, Juan Miguel Jr., Rodolfo y Javier.
El exmáximo jefe del Ejército habita una de las cinco cabañas dispuestas para personal con fuero militar que debe cumplir prisión preventiva. Por ley este es el lugar al que van a parar los miembros de las ramas armadas que están con procesos judiciales pendientes. Aunque la jueza Rutherford hubiera querido, no podría haber enviado al general (r) a un recinto carcelario común.
“Está autoexiliado, no habla con nadie”, dice el mismo visitante del Batallón Militar que comentó que a Fuente-Alba el resto de los internos no lo tratan con su grado de general. Y es que lo han tildado del “amenazado por convivencia”, ya que algunos de los otros oficiales presos en el recinto lo responsabilizan de ser el culpable de que la justicia haya puesto los ojos en las actividades desplegadas por el Ejército. La cabaña colindante a la de Fuente-Alba la habita el también general (r) Jozo Santic Palomino. No hay ningún tipo de relación entre ambos.
Las cabañas fueron construidas hace siete años y tienen capacidad para una sola persona. Cuentan con un baño, una pieza y una sala de estar en la que hay un escritorio. Desde la habitación de Fuente-Alba se escucha, a veces, música clásica. Algunos internos bromean con que “debe echar de menos las melodías de violín y piano polaco”. Esto, en alusión a la pequeña orquesta que -según el procesamiento- contrataba con dineros fiscales para amenizar las actividades sociales que realizaba en su casa.
La ostentación de sus lujos fue lo que lo llevó a Fuente-Alba a ser el foco de un reporte de la Unidad de Análisis Financiero, una situación que resienten sus excompañeros de armas, algunos de los cuales lo acusan de “traición”. Quienes lo han visto en sus días de reclusión sostienen que se ve cabizbajo, hasta depresivo. Sin embargo, ninguno de los medicamentos que hoy le están suministrando da cuenta de un trastorno de salud mental.
El excomandante en Jefe se levanta a las 7:00 a.m., y tres horas más tarde comienza su horario de visita. A diferencia de otros lugares de reclusión, en el Batallón Militar los familiares pueden ingresar de lunes a domingo. De hecho, Fuente-Alba pasa sus días acompañado de su esposa, hijos, nueras y nietos que pueden estar con él hasta las 20:30 horas. Ellos, además, suministran comidas que son revisadas antes por personal militar.
Las mismas fuentes revelan que Fuente-Alba tiene a su disposición televisión abierta, libros y, lo más interesante, desde hace algunas semanas pudo ingresar un computador. Si bien tiene prohibido portar un celular o conectarse a internet, ha requerido del equipo con el objeto -dicen en el Batallón- de preparar personalmente su defensa.
Su abogado, Maximiliano Murath, explica a Reportajes que “él está autorizado a trabajar con un computador, un par de horas al día, sin conexión a internet. Lo que está haciendo es trabajando en la causa, estudiando, para demostrar que su patrimonio fue adquirido con años de trabajo, ya que tiene la convicción de que al final de todo esto podrá demostrar su inocencia”.
La adquisición, sin embargo, de un PC por parte del exalto oficial no habría sido autorizada, según fuentes consultadas, por tribunales. Habría sido una disposición autónoma del comandante Carrillo.
Fuente- Alba no tiene una rutina de ejercicios, dice una fuente del recinto, pero intenta caminar para despejar su mente debido a algunas enfermedades cardíacas, aunque no ha presentado problemas severos de salud durante su estadía en el Batallón Policial. Sin embargo, el jueves 9 en el Batallón se encendieron las alarmas: por primera vez Fuente-Alba requirió salir del recinto rumbo al Hospital Militar ubicado en la misma comuna. El motivo fue un examen menor debido a molestias en uno de sus hombros.
El cerco a sus asesores
Las últimas diligencias realizadas por la jueza Rutherford apuntan a interrogatorios al grupo de asesores del exjefe militar. El objetivo es determinar el uso de los gastos reservados y los supuestos pagos a su círculo más cercano. En los últimos días ya declaró el exjefe del Estado Mayor del Ejército, John Griffiths, quien según la versión del propio Fuente-Alba recibía $ 6 millones mensuales en gastos reservados cuando era su secretario en la Comandancia en Jefe. También han prestado testimonio los otros jefes de Finanzas en el Ejército, entre ellos Jozo Santic -su vecino en el Batallón- y también el general (r) Sergio Gómez. El jueves 16 fue el turno del exjefe de Inteligencia, general (r) Sucre Elgueta.
La estadía de Fuente-Alta en el recinto de Peñalolén solo durará hasta que reciba su primera condena y deba ser trasladado a Punta Peuco, la cárcel que es el destino de los militares encargados reos.
La Tercera/Agencias