Makarios et Alios-Jaime Antúnez

Makarios et Alios-Jaime Antúnez

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Hace poco más de treinta años, en agosto de 1992, invitado por el gobierno de Grecia a recorrer su monumental territorio, fui llevado al sureste de Macedonia, al Monte Athos, a través de una navegación indescriptible que partió de un pequeño puerto cercano a Estagira. Península montañosa y Estado monástico autónomo, pero dependiente de Grecia, hay en su territorio de 340 kilómetros cuadrados veinte monasterios ortodoxos, a los que pertenece la mayor parte de la población peninsular, unas dos mil 400 personas, griegos en su mayoría, pero también serbios, rusos, georgianos, búlgaros y rumanos.

A pesar de los numerosos ataques y saqueos sufridos en su secular historia, debe ser la mayor reserva de manuscritos antiguos que hay en el mundo, conservatorio asimismo de una cantidad de íconos de significativa belleza ni siquiera registrados dada su cantidad.

Se me propuso alojar de un día para otro en Simonos Petra, uno de los monasterios con gran historia en ese lugar, solicitando yo por mi parte conversar, para transmitir esa información al espacio cultural de este diario, con algún residente ilustrado (habría muchos, no conocía a nadie) que me diese luz sobre la realidad que reposa en aquella geografía desde el siglo VIII. Conocí de este modo al culto monje Makarios, griego de origen francés, hombre muy lúcido, por aquel entonces en los 50 años de edad.

Como lejano eco, retrospectivo de los tiempos actuales, viene ahora a mi memoria algo muy preciso de la larga conversación con Makarios reproducida por entonces en Artes y Letras. Desde una altísima terraza que miraba al mar Egeo, entre otras consideraciones de alto interés, acudió súbitamente a su mente la figura de san Pablo, que tanto navegó esos mares, y a su segunda carta a los cristianos de Tesalónica, tampoco lejos de allí. Se refirió, por su proyección a la era contemporánea y principalmente a su avanzado proceso de secularización y a sus visibles efectos, a las palabras de aquel apóstol sobre la “apostasía” y el “Hombre impío” y a aquello que, aunque este actúa, todavía lo retiene en su plena manifestación. Algo, explicaba mi interlocutor, que no es una entidad en el sentido político del término (el Imperio Romano, como se pensó en tiempos de Pablo), sino unas costumbres en cuanto cultura heredada de los siglos, lo cual lleva a pensar, dice, que el actual quiebre de fundamentos que se observa globalmente es una realidad de alcance escatológico, “el final de un mundo, mucho más que una crisis sociológica de secularización”.

Dos meses después, en octubre del mismo año 1992, celebrando en República de Santo Domingo el quinto centenario de la evangelización de América (4ª Conferencia Episcopal Latinoamericana presidida por Juan Pablo II), se produce un encuentro y conversación, para este mismo medio, con el entonces rector de la UC, protagonista importante de aquel momento, Dr. Juan de Dios Vial Correa. Todavía crepitaba, muy vivamente por su cercanía en el tiempo, el fracaso definitivo de los socialismos reales, que demostró “como cae en el vacío un sistema sin referencia a valores supremos, sin la aceptación del ser de las cosas”, enfatizó el Dr. Vial, quien luego agregó: “Continuamente, como quedan todavía los sobresaltos de las ideologías, hay gente que piensa en la posibilidad de construir una ideología sobre la base de una plena autonomía individual. Su problema es que tienen un fundamento falso. Caerán igual que los otros. Ojalá no tan estrepitosamente, pero caerán” (“En busca del rumbo perdido”, Ed. UC, 96).

Tres décadas después de lo referido, nada más mirar el mundo cada mañana, verificamos cuánta razón había en lo dicho por estos dos ilustres entrevistados, geográficamente tan distantes, sapiencialmente tan próximos. (El Mercurio)

Jaime Antúnez Aldunate