Estos últimos días han vuelto a demostrar que el Partido Comunista es muy mal socio para gobernar y es lógico, porque su proyecto no busca ejercer el poder en este sistema, sino reemplazarlo, para lo cual necesita debilitarlo hasta el colapso. Cuando el PC llega a La Moneda está apenas en el comienzo del camino, por eso no puede renunciar a “la calle”; dicho de otra manera, “a la presión social”, como nos recordó con militante honestidad el senador Núñez. Es que esa presión social no se ejerce para botar un gobierno, sino para botar la forma de organización política que conocemos como el Estado democrático de derecho y que para ellos no es más que un instrumento de opresión capitalista.
Esto tiene otra consecuencia lógica: el PC no es un socio leal dentro de la organización democrática. Cómo podría serlo si su participación es meramente instrumental, pretender gobernar con él es equivalente a querer llevar adelante un emprendimiento con un socio que, en el fondo, quiere hacer quebrar la empresa. De esto no se desprende que las personas que integran el Partido Comunista carezcan de la virtud de la lealtad, pero no puede esperarse que lo sean a costa de renunciar a sus convicciones más profundas y que, por lo demás, nunca nos han ocultado.
Esto es lo que ha quedado patente estos últimos días. Al senador que llama a ejercer la presión social le importa poco o nada que “su” gobierno tenga que hacerse cargo de las consecuencias o que los ministros y autoridades responsables del orden público paguen el costo, importa mucho más sacar adelante las reformas. Qué sentido tendría haber gobernado si, al final del período, no hubieran terminado con las AFP y subido los impuestos, ojalá hasta ahogar el motor del capitalismo que es el emprendimiento.
Esta lógica tiene otra consecuencia obvia, que se ha seguido haciendo evidente en estos días: los ministros comunistas no están dispuestos a pagar su cuota del precio que impone gobernar. La ministra vocera ejerce su cargo en las maduras, pero nunca en las duras, para esto último hay otros ministros, especialmente en el primer piso de La Moneda.
Es la ministra del Interior la que se hace cargo de la frasecita “más Narbona y menos Craig”. Si la vocería no está para responder por los errores, no se entiende para qué existe, porque de los aciertos se encarga hasta el último seremi. Pero la ministra Vallejo, ya sabemos, ejerce una vocería altamente selectiva, que no parece orientarse siempre al mejor interés del gobierno que integra.
Nada de esto debiera generar, en todo caso, la menor empatía con el Partido Socialista, no son víctimas de nada, porque el PC puede tener muchos defectos y sus dirigentes ejecutar muchas conductas criticables, pero esconder sus objetivos no está entre ellos. El PS no solo quiso entrar al gobierno en estas condiciones, sino que muestra bastante conformidad con los costos de tener un mal socio, al punto que son los primeros en correr solícitos a justificarlos. Una suerte de síndrome de Estocolmo, pero sin secuestro. (La Tercera)
Gonzalo Cordero