La reciente publicación de una nota en El País, medio español de izquierda, destacando que Argentina se convierte en un gigante geográfico luego de haber publicado un mapa oficial que amplía su plataforma continental, incorporando a la Antártica y acuñando el concepto de país bicontinental, generó inmediata preocupación entre los chilenos. Con la publicación de este mapa, el gobierno argentino culmina un largo y persistente proceso de avance en el Mar Austral que comenzó en 1995, y que se afianzó entre 2009 y 2020, ante la total pasividad e ingenuidad de los gobiernos chilenos.
Mientras nuestro país debía enfrentar complejos y extensos litigios ante La Haya, los gobiernos argentinos, como parte de una efectiva política de Estado, fueron implementando una estrategia para consolidar su presencia en el Mar Austral y Antártica, mediante la extensión de su plataforma continental más allá de las 200 millas, es desmedro de los intereses marítimos y antárticos chilenos en la zona. Ahora, para coronar este esfuerzo y trabajo de años, pretenden apropiarse del concepto de país bicontinental con una activa campaña comunicacional. Ello motiva las siguientes reflexiones.
La búsqueda de una proyección extracontinental de nuestro país más allá de su aislamiento y contexto geográfico (“larga pero estrecha faja de tierra”), ha sido un tarea geopolítica que se ha venido desarrollando desde hace varias décadas. La formulación de pioneras políticas marítimas, antártica y del Pacífico, a través de sucesivos gobiernos a partir de los años 40, son expresión de este esfuerzo de la política exterior de Chile. Es así, como nuestro país ha venido haciendo un trabajo especial, aunque tímido, para resaltar su carácter bicontinental, y más recientemente, tricontinental (América del Sur, Antártica y Oceanía) con la proyección de sus intereses geopolíticos en el área del Pacífico.
Al actual gobierno, la pretensión argentina le explotó en la cara, dejando al descubierto cuán trastocadas estaban nuestras prioridades en materia de política exterior. A diferencia del gobierno argentino, que avanzó a la par tanto en su proyección hacia las Islas Falkland/Malvinas como hacia el Mar Austral, nuestro país fijó -inexplicablemente- su atención exclusivamente hacia Isla de Pascua, descuidando el Mar Austral. Ello explica, en parte, por qué los estudios técnicos y científicos necesarios para solicitar la extensión de nuestra plataforma continental sólo se hayan realizado respecto del territorio insular (donde no había riesgo alguno de ser disputada por terceros Estados), postergando aquellos que debían realizarse en el Mar Austral, lo que permitió que Argentina se “nos metiera por los palos”. Hoy vemos las consecuencias de este infortunado descuido.
Para recuperar, en parte, el tiempo perdido, la Cancillería chilena anunció la entrega de la primera presentación parcial de la plataforma continental extendida sobre Isla de Pascua, junto con destacar que el próximo año se formularía la presentación respecto de la plataforma continental extendida en territorio austral y antártico, una vez concluidos los estudios técnicos y científicos pertinentes. Aunque estos anuncios y pasos eran necesarios, son insuficientes a la luz de nuestra experiencia reciente, resultando en una tímida puesta en escena.
Por una parte, desaprovechamos la ocasión para enviar un mensaje más potente a las autoridades argentinas. No hace bien nuestra Cancillería en ocultar el verdadero problema con Argentina, consistente en que este último ha infringido flagrantemente el Tratado de Paz y Amistad (TPA) vigente entre ambos países, modificando unilateralmente un límite internacional marítimo (suelo y subsuelo marino) fijado por el tratado. Al hacerlo, desconoce un punto específico -denominado punto “F”- del TPA que fija el límite internacional.
No hay nada más grave en las relaciones de vecindad, que desconocer y vulnerar de facto un límite internacional, definido bilateralmente en el TPA como “confín definitivo e inconmovible” entre ambos países. De esta manera, no se trata únicamente de un problema de plataforma continental extendida, ni en la Isla de Pascua ni en ninguna otra parte. Se trata, más bien, de que Chile no ha defendido como debe sus límites soberanos, al no exigir -a través de todas las acciones diplomáticas procedentes- la inmediata retractación de Argentina respecto de su ley y mapa correspondiente.
Junto con una reacción más enérgica para rechazar las pretensiones argentinas, los chilenos esperábamos también el anuncio de medidas más contundentes. En ese sentido, la convocatoria de un grupo de expertos internacionales y nacionales de alto nivel y la implementación de la postergada unidad de asesoría especializada para la defensa de los intereses de Chile en procesos de solución de controversias internacionales, que establece la ley orgánica de la Cancillería y que se encuentra pendiente desde el 2018, hubieran sido parte de un paquete ideal de medidas. Considerando que las diferencias con nuestros vecinos se encaminan invariablemente hacia la judicialización del diferendo, resulta inexplicable que se siga postergando su instalación. Un problema de prioridades parece ser nuevamente la explicación. Aún así, la difusión de una minuta explicativa de la posición chilena a todas sus embajadas, debe ser valorada como una medida acertada del actual Canciller, quien a diferencia de la pasividad de algunos de sus antecesores, se ha tomado este diferendo con sentido de urgencia.
En suma, nuestra Cancillería desperdició una valiosa oportunidad para desplegar una campaña comunicacional que permitiera posicionarnos internacionalmente como un país tricontinental, acentuando un concepto geopolítico de enorme importancia para la proyección soberana de Chile. Salvo por la minuta explicativa, la ausencia de acciones diplomáticas conducentes a rechazar e impugnar las pretensiones argentinas en el Mar Austral y Antártica, así como respecto de su interpretación antojadiza y caprichosa del límite marítimo fijado en el TPA, quedan aún como tareas pendientes y prioritarias. (El Líbero)
Francisco Orrego