La cumbre de los BRICS celebrada en Kazán, Rusia, es sintomática de lo que se vive en la realidad global. En sí mismo, el encuentro fue un desafío a todas las instituciones y países de Occidente. El dueño de casa, Vladimir Putin, continúa una guerra de gran escala en Ucrania y amenazando a Europa. En las últimas semanas no disminuye la intensidad de combates y caídos, aunque no esté en primer lugar de la prensa mundial. Se pudo realizar la cumbre sin ningún contratiempo y con la sorpresiva presencia de Antonio Guterres, el actual secretario general de Naciones Unidas. Además, las dos potencias no occidentales principales, India y China, se esforzaron por mostrar cercanía con el líder del Kremlin.
De esta cumbre podemos sacar conclusiones más o menos evidentes. Primero, hay desafío al Occidente que apoya a Ucrania en la guerra. Es decir, las posibilidades de sanciones económicas reales en contra de Rusia son más un saludo a la bandera que una realidad. Toda la producción de petróleo ruso encuentra cauce legal en los dos megamercados chino e indio. Segundo, la presencia de Naciones Unidas y de otros países interesados en participar en la instancia multilateral nos señala que muchas potencias regionales y secundarias de todas partes del mundo ven en esta instancia mayores beneficios que apoyar a la alianza atlántica de Estados Unidos y Europa.
En esta misma discusión, lo que es aún más interesante es la lucha de poder al interior del propio organismo, como parte del tablero estratégico más amplio. India se opuso drásticamente a la entrada de Turquía y de Pakistán a los BRICS. El caso turco es mas enredado porque si bien es un país miembro de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), tiene una agenda propia hace mucho tiempo. Lo anterior incluye diálogo con Rusia. Además, Nueva Delhi teme la presencia de un nuevo miembro musulmán. Distinto es el veto a los paquistaníes, considerando que son su adversario regional más importante. Incluso podríamos decir que en realidad es un asunto de política interna más que exterior.
Esta disputa no se limita a la cumbre de los BRICS. China se opone terminantemente a la incorporación de la India a la Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC), temiendo que se consolide un eje similar al QUAD (por cuadrilátero), la instancia de cooperación manejada por Estados Unidos y que incorpora además a Japón, Australia y la propia India. Es necesario esperar para ver cómo se desarrollan los acontecimientos en Taiwán durante los próximos meses y años. Sobre todo, para ver cómo reaccionan estas instancias multilaterales ante una posible invasión. En este sentido, llama la atención el juego de la India, porque mientras promete cercanía a Estados Unidos (fundamentalmente para lidiar con su adversario principal que es China), también se muestra muy amistoso con Rusia, en un juego diplomático y estratégico que requiere grandes habilidades. Solo países muy poderosos, como lo son ellos, pueden intentar estas maniobras.
Es en este mismo cuadro que la acción de Brasil puede entenderse una manera muy interesante y similar al caso indio. El Presidente Lula Da Silva no concurrió, aduciendo un golpe en la cabeza. Sin embargo, prontamente recuperó su salud para actividades en Brasil. Además, como lo notan muchos analistas, no quiso sumarse a la propuesta China de desarrollo conocida como “Belt and Road”. A su vez, si bien mantiene buenas relaciones con Rusia, el gobierno brasilero ha condenado inequívocamente la invasión de Ucrania. Incluso, el no estar presente le permitió evitar toparse con Nicolás Maduro (invitado de piedra al que todos rehuían), dictador el cual ha sido duramente criticado por Lula en las últimas semanas. Es decir, una cumbre que es un desafío a Estados Unidos y Occidente, pero donde los actores finalmente no están unidos en hasta dónde llegar. Claramente India y Brasil no tienen la misma postura que China y Rusia. (La Tercera)
Soledad Alvear