Más que unidad, coordinación-Joaquín García Huidobro

Más que unidad, coordinación-Joaquín García Huidobro

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Cierta izquierda suele decir que la derecha no puede gobernar porque está siempre dividida. En este argumento hay una parte de verdad y otra que es simplemente un error. Partamos por lo último.

Si piensan que la unidad que debe buscar la derecha consiste en que constituya un solo partido, eso no es ni posible ni deseable. En este sector político hay sensibilidades y temperamentos tan distintos que solo cabe aspirar a una relación cordial entre ellos, pero jamás a un matrimonio. ¿Se imaginan las peleas que tendríamos en esa bolsa de gatos, si ya ahora las relaciones son difíciles?

El objetivo más sensato no parece ser la unidad, que como máximo se podría dar al interior de Chile Vamos, sino una coordinación entre las distintas derechas e incluso con fuerzas de centroizquierda que hoy forman parte de la oposición, como Amarillos y Demócratas.

La falta de esa coordinación básica ha tenido consecuencias lamentables, como se ve en las últimas elecciones, donde las actitudes individualistas llevaron a que, más allá del triunfo opositor, algunas alcaldías y dos o tres gobernaciones quedaran en manos de la izquierda.

No se trata aquí de pensar que toda la derecha es buena y toda la izquierda mala, porque esos maniqueísmos han sido muy negativos para el país. Más bien basta con constatar que, salvo excepciones, el papel de la nueva izquierda en las distintas instancias de gobierno ha dejado bastante que desear y que sería conveniente mantenerla alejada del poder. Paralelamente, las distintas derechas tendrán que ser muy cuidadosas en la selección de sus candidatos, porque cada vez que han apuntado a meros “rostros” los resultados con frecuencia han sido penosos.

En suma, un objetivo modesto pero realista para las derechas en 2025 sería establecer un criterio político como este: que nunca quede en manos de la izquierda frenteamplista/PC un cargo electivo que, con un mínimo de coordinación, podría ser ocupado por alguien de las derechas, Amarillos o Demócratas.

Todo esto parece fácil de decir en una columna, pero lamentablemente los egos y las pasiones partidarias son muy fuertes. No será sencillo llegar a esos entendimientos que admiten muchas modalidades, entre ellas las primarias y los pactos de omisión. Pero nosotros los electores tendremos que ser implacables para castigar los egoísmos, aunque se den en aquel sector al que nos sentimos más afines.

En todas estas disputas hay un factor que resulta perturbador en grado sumo: la pretensión de sentirse depositario exclusivo de los más altos intereses de la república. Lo hemos visto recientemente en la discusión en torno a la reforma de las pensiones. El tema es muy difícil, tanto en sí mismo como por el hecho de que en la praxis política uno muchas veces debe elegir alternativas que no son aquellas que le parecen óptimas, pero que son las únicas que considera viables.

¿Puede un patriota adoptar la actitud de Chile Vamos en esta materia? Sí. ¿Y la de los republicanos? También. Que yo sepa, la solución concreta a la cuestión de las pensiones no está incluida ni en el Acta de Independencia de Chile ni en las tablas de la ley entregadas por Dios a Moisés. Acusar por sistema a la centroderecha de cobardía y entreguismo o a los republicanos de casi antidemocráticos es una pésima estrategia. Estos problemas deben resolverse con argumentos y no con calificativos que se arrojan como dardos y que muchas veces esconden flojera intelectual.

No hay que tener miedo a la discrepancia dentro de un sector ni recurrir al fácil expediente de la descalificación moral de quien piensa distinto.

A todo lo anterior debemos agregar otros dos elementos que facilitarían mucho esa necesaria coordinación que requiere la derecha si pretende alcanzar la presidencia y obtener una buena votación parlamentaria. A menos que quiera repetir la amarga experiencia de Sebastián Piñera, quien debió enfrentar situaciones muy difíciles con un Congreso que no mostraba mayor interés en colaborar, que se saltó la Constitución de manera reiterada y en muchos casos fue indulgente ante el uso de la violencia.

El primero consiste en darse cuenta de que este gobierno todavía tiene un apoyo considerable. Nos guste o no, a pesar de los escándalos y desaciertos, obtuvo una votación respetable en las elecciones municipales y de gobernadores. Las derechas no deben dar ninguna carrera por ganada, porque el oficialismo sigue siendo muy fuerte y cuenta con una base de apoyo absolutamente incondicional. Basta con que encuentre una figura presidencial atractiva y que las figuras presidenciales de las derechas cometan un par de errores para que tengamos frenteamplismo/PC por otros cuatro años. Un sano temor ayudaría mucho a que mejorara la disposición de las derechas a coordinarse.

El segundo elemento que es básico para la coordinación es el cultivo de las buenas maneras. Los ciudadanos entendemos que los líderes de las derechas puedan tener distintas opiniones sobre los asuntos públicos, pero nos disgusta la estridencia y la disposición constante a pelearse.

Si cultivan la amistad cívica no solo nos resultaría más fácil votar por ellos, sino que, de paso, es posible que recuperen un poco esa credibilidad que pierden cada vez que se enzarzan en peleas y parecen obsesionados con pequeñeces. Porque esas derechas malhumoradas ciertamente no aseguran ninguna gobernabilidad. (El Mercurio)

Joaquín García Huidobro