¿Qué provocó que se invirtiera el conocido dicho y esta vez los chilenos, en lugar de optar por el diablo conocido, se inclinaran por aquel que están por conocer? Mal que mal, se supone que los refranes reflejan sabiduría popular.
Parece evidente que esta decisión refleja un voto de castigo a toda autoridad, especialmente al gobierno, pero también a políticos de todos los colores y a las elites de cualquier laya. No sólo perdieron los partidos, sino también figuras del mundo sindical y gremial que habían mostrado una dura oposición al gobierno, como es el caso de Bárbara Figueroa de la CUT, Mario Aguilar, ex presidente del Colegio de Profesores o Luis Mesina, de No + AFP. Una suerte de hastío con cualquiera que hubiere tenido una posición de poder o representación y que diera la impresión de estar lejos de la gente, de sus problemas, de su barrio, de su causa particular se manifestó con fuerza.
Asimismo, hubo un voto de premio a los independientes, a gente desconocida a nivel nacional y a candidatos con arraigo en el territorio, o con causas locales, que se llevaron un inmenso caudal de preferencias. Lo más alejados posible del poder, lo más cerca que se pudiera de la gente. Eso fue clave para obtener el favor de los votantes.
Es que hace mucho tiempo que la gente se siente abandonada por los políticos, por el Estado y por el gobierno. Son muchos años de penurias económicas, sueldos que no alcanzan, empleos esquivos, deudas que continúan creciendo, y una total indefensión de los ciudadanos frente a la delincuencia e incluso ante el narcotráfico, que ha empezado a extender sus redes a cada vez más barrios. Y a todo esto vino a agregarse la pandemia, con su daño a la calidad de vida de muchos chilenos, especialmente aquellos que tienen que salir cada día a ganarse el pan; trabajadores informales, que sin la protección de un contrato no se vieron beneficiados por las leyes que intervinieron el mercado laboral, y que por el hacinamiento en que muchos viven, sufrieron más que otros el encierro, estuvieron más expuestos al virus y vieron afectada en mayor medida su salud mental. Ni la buena gestión del gobierno en materia de vacunación, ni la importante ayuda estatal que llegó al 10% del PIB, una de las más altas de todos los países emergentes, fueron suficientes. La frondosa red de ayuda social del Estado llegó tarde muchas veces, se enredó en los detalles en otras ocasiones, y fue criticada de manera inmisericorde, con razón o sin ella, por la oposición, por muchos alcaldes oficialistas y por el coro de la televisión. Todas estas sensaciones, acumuladas durante un largo año, afectaron los bolsillos y las mentes de muchos chilenos, que con su voto castigaron a los políticos y especialmente al gobierno. Los tiempos mejores fueron una promesa incumplida y el voto cobró ese incumplimiento.
No queremos ignorar que la derecha, junto a la ex Concertación, fueron los más castigados por el voto. Muchos de los independientes elegidos, especialmente los de la Lista del Pueblo, manifestaron una clara posición de izquierda. Es que también hay que considerar que a partir del estallido de octubre de 2019 las penurias económicas de la mayoría de los chilenos fueron atribuidas a la desigualdad, al sistema “neoliberal”, lo que sea que ello signifique, y a la Constitución. En la derecha no hubo una defensa de lo realizado en treinta años, el gobierno sólo atinó a pedir disculpas, validando el diagnóstico del adversario, y no ofreció soluciones ni una explicación alternativa. Tampoco en la centroizquierda se hicieron cargo de haber gobernado la casi totalidad de esos treinta años y también ellos recibieron su castigo.
En definitiva, la mayoría de los votantes se sintieron engañados por los políticos y por quienes están en el poder y se fueron lo más lejos posible de allí. Qué va a salir de todo esto no lo sabemos, sólo que la gente quiere algo muy distinto. Ojalá sea algo mejor y no algo peor, pero la buena voluntad de algunos es insuficiente para que ello ocurra. Cuando la voluntad se transforma en voluntarismo, nada bueno puede esperarse y los chilenos debieran estar atentos a ello. Porque si de dichos se trata, recordemos que la esperanza es la última tentación. (El Líbero)
Luis Larraín