Sin subir impuestos no se podría financiar al Colectivo las Clito, cuya política pública consiste en enseñar a encontrar el clítoris. La ministra de la Mujer ha informado que este es un tema clave para la educación de los chilenos. Obvio, un país que ha sido incapaz de encontrar a los pirómanos del metro o a los que quemaron los bosques, difícilmente encuentre cualquier otra cosa. Por eso este programa viene a llenar un vacío pedagógico lacerante para nuestro acervo cultural.
En su mensaje a la Nación, el Presidente ha informado que para cumplir su programa requiere subir impuestos de nuevo. No sería necesario disminuir la burocracia, eliminar ministerios (Chile tiene más que EE.UU.) u organismos públicos de dudosa necesidad (Cochilco, Injuv, etc.), bajar el número de diputados, suprimir programas mal evaluados o dejar de financiar “colectivos”.
Y claro, sin subirlos no se podría financiar la donación de una casa fiscal a la Fundación Miguel Enríquez (MIR), para que “difunda su mensaje” tan alentador para unos como aterrador para otros. Tampoco se podría pagar más de 500 millones a encuestadoras para mejorar la aprobación al Presidente.
Sin subir impuestos no podríamos financiar a la organizadora de los Panamericanos que no pudo rendir 55 mil millones de pesos ni explicar por qué —sin preguntarle a nadie— se subió el sueldo a más de 9 millones (un medallista ganará 3). Ella, además de frenteamplista, era jugadora de balonmano. Alguien en el Gobierno pensó que esa habilidad con las manos la calificaba para administrar fondos públicos.
Sin subir impuestos no se podrá cumplir con las promesas de condonar el CAE a los que no quieren pagar su educación, ni pagar la supuesta e incalculable “deuda” histórica del magisterio. Ambos suman algo así como 20 mil millones de dólares. Tampoco podríamos pagar los sueldos de 90 mil nuevos funcionarios ni las pérdidas en Enami; tampoco los balones rosados ni las pensiones vitalicias a la primera línea, ni etc., etc… Es tanta la estulticia estatal que en Talcahuano se necesita a la Defensora de la Niñez para proteger a los niños de los enviados del Ministerio de Educación.
Haga memoria y acuérdese de que, según la izquierda, los problemas de Chile se solucionaban suprimiéndoles a las FF.AA. el 10% de Codelco. Después, cobrando el royalty minero; después, suprimiendo el FUT (eso era ahorro que se reinvertía); después, subiendo el IVA (de 10 a 19%) y subiendo impuestos a las empresas (de 10 a 27%). Y así, para nunca acabar ni nunca solucionar los malos servicios públicos. Hoy, el Estado ineficiente gasta más que lo que Chile entero producía el año 2000. Mientras tanto, el “fascista” Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, propone reducir el aparato público para gastar menos y servir mejor.
Con el Presidente Boric estamos decreciendo y su solución es trabajar menos; dictar una ley de delitos económicos, llena de ambigüedades, que permitirá castigar empresas, extorsionar empresarios e intimidar ejecutivos; agrandar la burocracia y subir impuestos. El crecimiento de un país no es una preferencia política ni una aspiración empresarial. Es un imperativo moral. Si un país no crece no da oportunidades a sus jóvenes, no supera la pobreza y se deteriora la convivencia. Es la historia de Chile pre 73 y es la raíz del estallido social, causado por el estancamiento económico y los malos servicios públicos.
Para crecer hay que evitar lo que hicieron Argentina o Venezuela. Hay que repetir lo que resultó en Chile y que nos copió Irlanda, que de país pobre pasó a ser rico en 30 años; hacer cumplir la ley y los contratos; bajar impuestos y simplificar regulaciones. Eso promoverá inversiones, que al igual que las propuestas matrimoniales exigen que los “No” sean rápidos y los “Sí” definitivos. Y no nos engañemos, los empresarios establecidos ven los impuestos como barreras de entrada para nuevos competidores, por eso no se oponen. Pero los países se desarrollan por los desafiantes, no los incumbentes. No existe un país que llegue al desarrollo trabajando poco, con impuestos altos e incerteza jurídica. Es hora de que Chile deje de hablar de impuestos y hable de empleo, inversión y ajuste fiscal. Confiemos que nuestro líder espiritual recapacite y recuerde que en el paraíso no hay impuestos. (El Mercurio)
Gerardo Varela