La semana pasada, al presentar el nuevo proyecto de ley para la asistencia judicial, el presidente Gabriel Boric llamó a “no mentir” en materia de seguridad. Tampoco a “generar más sensación de temor sólo por hacer puntos políticos. “Así no se avanza”, remató.
Fue más allá, y sin citar el estudio en cuestión, dijo que “el 53% de los chilenos creía que Chile es el país más inseguro de América Latina… y eso es falso… Chile no es el país más inseguro de América Latina”, sentenció.
Y aun cuando reconoció que “han aumentado los delitos violentos”, y que “esa es mi principal prioridad”, insistió en su enojo con las subjetividades mayoritarias: “pero de ahí a mentirle a la población y tratar de generar más sensación de temor es sólo un punto político y así no se avanza”.
El presidente tiene todo el derecho a no citar la fuente del estudio, pero la molestia lo induce a errores cuando lee los datos. Lo que dice el reporte de Criteria es que el 53% de las personas cree que Chile es “algo o más inseguro que el resto de los países de América Latina”. Algo muy duro de tragar para quien está al mando del país, pero muy distinto a que Chile sea percibido como el país más inseguro del continente.
Lo anterior no es particularmente llamativo en un presidente que se jacta de no leer la prensa ni destaca por ser fanático de los números. Pero sí llama la atención que el político de fuste que es Gabriel Boric se rebele contra las subjetividades sociales.
Como si de pronto aquel político que, sabiendo que en Chile había disminuido objetivamente la desigualdad según el GINI, olvidara que durante el estallido social de 2019 alimentó aquella narrativa sobre Chile como el país más desigual del mundo.
Del diputado Boric no escuchamos palabra alguna de rebeldía con ese 71% de personas que, entrevistadas por Criteria post estallido, expresaba -subjetivamente- que en Chile la desigualdad había aumentado en los últimos 30 años.
Tampoco se pronunció en contra de esa percepción colectiva que por esos días veía en el cambio constitucional un paso prioritario y fundante para hacer cualquier cambio. Hoy sabemos que la Constitución tramposa de la que tanto habló se transformó en un hueso santo a cuidar de cara al plebiscito del 17 de este mes.
Entonces, ¿por qué un político intuitivo, empático y carismático como el presidente se enoja con la percepción de inseguridad?
En parte, porque parece creer que el problema de la inseguridad tiene más relación con los medios que con los hechos. Sí, los mismos medios que antes acompañaron a Boric avivando los relatos sobre la desigualdad hoy, a juicio del mismo Boric, son el problema y no el reflejo del escenario de inseguridad que vive el país. ¡Vaya paradoja!
También se enoja porque una parte del él sigue convencida de que es portador de una ventaja moral que lo hace verse como un hombre bueno, o al menos mejor intencionado que los políticos de oposición. En su pulsión interna, el mandatario cree que, si explica mejor sus inquietudes y rabias, la sociedad se plegará a sus ideas porque lo que él profesa es lo correcto. Tan correcto como era el proyecto de nueva Constitución que terminó rechazado porque los “adelantados a su tiempo” como Boric, no supieron explicar.
Pero como es una persona autoconsciente y sensitiva, el presidente vacila, cambia de opinión en un zigzagueo hamletiano y se culpa cuando toma nota de no ser sensible con las subjetividades sociales.
Por eso, pocos días después de enojarse con las porfiadas percepciones sobre inseguridad, apareció en la Cámara Nacional de Comercio pidiendo perdón. En lo que ya debe ser su séptima disculpa pública como gobernante, esta vez lo hizo al reconocer que puso trabas al Gobierno anterior en materia de seguridad.
En todo este episodio de ribetes freudianos, es posible leer en esta disculpa culposa del presidente algunas señales que el mismo emite y que incentivan la distancia de la ciudadanía con su persona.
La más elocuente de esta sintomatología es que mientras él posiblemente considera que sus buenas intenciones de origen lo hacen digno de todos los perdones que reclame, gran parte de la sociedad, a estas alturas, ya mira sus disculpas con recelo. Más aún si estás habitualmente ocurren cuando el mandatario está en problemas o se aparecen motivadas por circunstancias electorales. (Ex Ante)
Cristián Valdivieso