Mutación-Eugenio Tironi

Mutación-Eugenio Tironi

Compartir

La división ideológica del mundo entre la izquierda y la derecha está estallando en mil pedazos.

Partamos por lo que sucede en la derecha. Si a fines del siglo pasado sus votantes de derecha se rebelaron contra el estatismo, ahora lo hacen contra el neoliberalismo. Si entonces se levantaron a nombre de la libertad económica, ahora lo hacen a nombre del proteccionismo. Si antes abrazaron la globalización, ahora se aferran a la defensa de la identidad. Es otra ideología, otra derecha. Esta no tiene por enemigo a Carlos Marx. Su enemigo es Adam Smith.

De hecho, las banderas de los líderes del Brexit, de Donald Trump, y ahora de Le Pen en Francia, estuvieron en las antípodas de las que esgrimieran Thatcher y Reagan, que fueran los íconos de la derecha mundial por casi medio siglo. «¡No más cierres de instalaciones mineras o empresas por efecto de la relocalización! ¡No más pérdidas de empleo en aras de la defensa de la libertad económica! ¡No más erosión de las fronteras e identidades a nombre de la globalización! ¡No más subordinación a las leyes inexorables del mercado!».

En el campo de la izquierda la mutación es parecida. Así como la derecha actual reniega de Smith, esta reniega de Carlos Marx. Este, como Smith, postulaba que el ser humano está sometido a fuerzas económicas impersonales, cuyas leyes son inapelables y se aplican universalmente. Si para Smith la ley suprema es la «mano invisible» del mercado, para Marx es el desarrollo de las «fuerzas productivas»: todo lo demás, para ambos, viene por añadidura. El comunismo y la socialdemocracia fueron fieles a esa doctrina. La política fue colocada al servicio del desarrollo de las fuerzas productivas, el cual exigía la internacionalización tanto del capital como de la fuerza de trabajo.

La izquierda de hoy está en otra: no es pro, sino anti desarrollo de las fuerzas productivas; no es pro, sino anti trabajo y pro derechos; no es internacionalista, sino anti globalización.

Buscando empatizar con esta corriente en Francia el candidato socialista Benoît Hamon lanzó una propuesta que debe haber removido a Marx de su tumba: desacoplar el ingreso de las personas del trabajo mediante la universalización de un salario mínimo garantizado. Pese a ello fue bochornosamente sobrepasado por el candidato genuinamente alternativo, Jean-Luc Mélenchon. Su discurso, con una retórica fuertemente anti sistema que mezcla ecologismo, democracia de base y anti globalización, enardeció a un electorado de izquierda que ahora trata de ser seducido por Le Pen, con quien comparte un mismo talante anti oligárquico.

La nueva izquierda es fuertemente crítica de la democracia representativa. Lo que la embelesa es el debate, la asamblea, «la calle». Carece de la disposición a hacer concesiones, lo cual es indispensable para quien tenga vocación de gobierno. Junto con Marx, esta izquierda ha lanzado a la hoguera al mítico Lenin, quien creía a rajatabla en el partido de cuadros y de vanguardia.

Hasta ahora la derecha chilena ha sido inmune al contagio que viene de Europa y Estados Unidos. Sus adherentes siguen confiando en líderes como Sebastián Piñera, que intrincados con el mundo de los negocios defienden a pie juntillas el mercado y la globalización. Esto, hay que decirlo, es muy positivo para Chile.

La izquierda, empero, ha sucumbido. Lo prueba el rechazo a Ricardo Lagos y la resonancia alcanzada en su base electoral por la candidatura de Beatriz Sánchez, lo cual empujó a la DC a levantar su propia alternativa presidencial. Pero el efecto dominó recién comienza. Como en el resto del mundo, la escena política chilena ha entrado en una etapa de profunda mutación. (El Mercurio)

Eugenio Tironi

Dejar una respuesta