Neurocientífico Robert Sapolsky: «Libre albedrío no existe»

Neurocientífico Robert Sapolsky: «Libre albedrío no existe»

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En la actualidad, Robert Sapolsky es ampliamente reconocido como uno de los científicos más respetados. Este distinguido biólogo y neurocientífico de 66 años, que trabaja en la Universidad de Stanford, se destacó inicialmente como primatólogo, investigando a los babuinos salvajes en Kenia. Su trabajo reveló cómo las complejas interacciones sociales de estos primates generan estrés y cómo este estrés afecta su salud.

Sin embargo, Sapolsky cambió su enfoque hacia la neurociencia y se dedicó a investigar el comportamiento en diversas especies animales, incluyendo a los humanos. Recientemente, ha llegado a una conclusión un tanto controvertida, y para muchos quizás un tanto desoladora, sobre la naturaleza humana: según él, prácticamente todo el comportamiento humano está fuera de nuestro control. En otras palabras, está firmemente convencido de que el concepto del «libre albedrío» es inexistente, sin excepciones.

«No somos ni más ni menos que la suma de lo que no podemos controlar: nuestra biología, nuestro entorno y sus interacciones», asegura Sapolsky, según recoge New Scientist.

Pero ¿cómo puede ser esto cierto? ¿Acaso no tomamos decisiones libremente en cada momento de nuestras vidas, eligiendo hacer ciertas cosas sobre otras sin ninguna influencia externa directa?

IMPLICACIONES MORALES COMPLEJAS

El argumento de Sapolsky plantea cuestiones éticas complejas, ya que desafía la idea de la responsabilidad individual y culpa en acciones perjudiciales. Si se acepta su perspectiva, podría implicar que las personas no tienen un control real sobre sus acciones y, por lo tanto, no pueden ser culpables de sus malas acciones, lo que tendría entonces implicaciones significativas en la moral y la justicia social. No obstante, Sapolsky tiene una respuesta diferente al supuesto «problema».

«MÁQUINAS BIOLOGICAS»

En su último libro, Determined: A Science of Life Without Free Will (Determinado: Una ciencia de la vida sin libre albedrío), Sapolsky ha profundizado recientemente en sus reflexiones y observaciones sobre este controvertido concepto. En él, el neurocientífico refuta los argumentos biológicos y filosóficos a favor del libre albedrío, sosteniendo que los acontecimientos cerebrales previos, en interacción con un entorno específico, determinan el comportamiento.

En concreto, el científico subraya que todo lo que hacemos viene determinado por nuestra biología, genes, hormonas, educación, infancia y las diversas circunstancias de la vida que se extienden incluso mucho más allá de nosotros. Esta cadena interminable de causas, que se remonta a nuestros padres y más allá, crea una red casi infinita de factores que acaban traduciéndose en nuestras acciones.

Así, desde esta perspectiva, según Sapolsky, no somos seres autónomos como creemos ser, sino más bien una amalgama de estas influencias que se manifiestan en nuestras acciones. En esencia, nos considera simples «máquinas biológicas», al igual que cualquier otro organismo vivo.

«El mundo está realmente loco y es mucho, mucho más injusto por el hecho de que premiamos y castigamos a la gente por cosas sobre las que no tienen ningún control», declaró Sapolsky a Los Angeles Times. «No tenemos libre albedrío. Dejen de atribuirnos cosas que no existen», agregó.

Para Sapolsky, incluso si, al leer estas palabras, no está convencido, esa supuesta decisión estaría predeterminada. Como admitió Sapolsky en una entrevista con The New York Times, sus afirmaciones son provocativas, pero se conformaría con que aquellos que lean su libro comiencen a cuestionar esta creencia profundamente arraigada en nuestra conversación cultural.

Eliminar la noción de libre albedrío, según Sapolsky, socava por completo nuestra identidad y autonomía, así como la fuente de sentido de nuestras vidas. Por ello, esta idea, según él, resulta especialmente difícil de rechazar por la complejidad que entraña.

Además, Sapolsky argumenta que la idea del libre albedrío como la capacidad de ser dueños de nuestras acciones es, en última instancia, una «definición completamente inútil», dada la interconexión de factores que influyen en nuestras elecciones y comportamientos.

«Para que existiera ese tipo de libre albedrío, tendría que funcionar a nivel biológico con total independencia de la historia de ese organismo», declaró al periódico. «Se podrían identificar las neuronas que provocan un comportamiento concreto, y no importaría lo que estuviera haciendo cualquier otra neurona del cerebro, cuál fuera el entorno, cuáles fueran los niveles hormonales de la persona, en qué cultura se hubiera criado», agregó.

Pero Sapolsky argumenta que esto sí es relevante, insistiendo en que todo tiene un origen y que nuestras mentes no operan de forma independiente de esos factores. Ilustra esto señalando cómo estamos condicionados a responder a diversos estímulos a lo largo de nuestra vida, como un mal olor. Nuestra reacción ante ese olor está determinada por nuestra genética, específicamente los receptores olfativos que hemos heredado, y también por cómo nos han condicionado durante nuestra educación para responder a esa percepción.

RAZÓN PARA VIVIR CON PERDÓN Y COMPRENSION

En debates de esta magnitud, las cuestiones adquieren siempre una profundidad significativa. Y en un tema tan complejo como éste, con múltiples dimensiones, surgen inevitablemente numerosas contradicciones. A pesar de ello, Sapolsky no parece preocupado por defender en detalle cada punto de su idea; más bien le interesa esbozar una imagen amplia de cómo sería un mundo en el que comprendiéramos que nuestras acciones cotidianas están mucho más condicionadas de lo que tendemos a creer, tanto individual como socialmente.

En este contexto, mientras algunos sostienen que aceptar nuestra falta de libertad podría convertirnos en monstruos morales, Sapolsky, como destaca The Guardian, argumenta apasionadamente que en realidad es una razón para vivir con profundo perdón y comprensión, para ver «lo absurdo de odiar a una persona por cualquier cosa que haya hecho».

«Llega un momento en que no importa si tus sentimientos son reales o si tu sensación de que los sentimientos son reales. Seguimos encontrando las cosas lo suficientemente aversivas como máquinas biológicas como para que sea útil llamar a esas cosas ‘dolor’ o ‘tristeza’ o ‘infelicidad’. Y aunque es completamente absurdo pensar que a una máquina le pueda pasar algo bueno, es bueno cuando la sensación de sentir dolor disminuye», afirmó Sapolsky a The New York Times.

Aunque la propuesta de Sapolsky resulta intrigante, varios de sus colegas se oponen a su afirmación controvertida. Por ejemplo, Peter U. Tse, un neurocientífico de Dartmouth College, describió a Sapolsky como «brillante pero completamente equivocado».

«Los que defienden la idea de que no somos más que marionetas bioquímicas deterministas son responsables de aumentar el sufrimiento psicológico y la desesperanza en este mundo», declaró Tse a Los Angeles Times.

Independientemente de si se acepta o se rechaza esta crítica, en última instancia, el objetivo subyacente de Sapolsky es fomentar la felicidad en las personas, no su sufrimiento, a pesar de que reconoce que esto puede parecer incompatible con su argumento principal. En ese sentido, Sapolsky sostiene que este enfoque es «liberador» para la mayoría de las personas, especialmente para aquellos cuyas vidas han estado marcadas por la culpa, el castigo, la privación y el desprecio debido a circunstancias sobre las que no tienen control. (DW)